Asesinatos: el negocio de Israel en Gaza

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¿Hasta dónde llega la furia represiva del Estado de Israel? ¿Hacia qué lugar lejano observa buena parte del mundo ante la muerte cotidiana de los palestinos y las palestinas? ¿Qué piensan –al menos en algún lugar recóndito de sus conciencias- los gobernantes sobre las masacres cometidas durante setenta años por las fuerzas militares israelíes? ¿Acaso alguien –cualquiera de nosotros y nosotras- se detiene a reflexionar sobre una política de Estado visible y concreta que tiene como objetivos de guerra a los niños y a las niñas de Palestina?

Por estos tiempos, pareciera que el pueblo palestino se reduce a las imágenes frías que ya no se pueden ocultar: hombres, mujeres, niños y niñas, ancianos -y hasta personas con discapacidades- cayendo por las balas de los francotiradores israelíes o los bombardeos de la aviación hebrea. Y frente a esas imágenes no sucede nada; nada cambia y el futuro del mundo se acerca, cada vez más, a su versión descarnadamente inhumana. Palestina es el ejemplo más cruel sobre la indiferencia de muchos y muchas, pero sobre todo de la complicidad de los “respetados” líderes mundiales. Palestina se desangra día a día, y sus hijos y sus hijas son arrasados por la maquinaria militar israelí, financiada por Estados Unidos y las potencias europeas.

En este panorama lúgubre, los niños y las niñas de Palestina se transforman, tal vez, en el capítulo más concreto que resume las intenciones del Estado israelí: desparecer de la faz de la tierra a una población que, pese a los dolores y golpes recibidos, se niega a perecer. ¿Una exageración? Para nada. Desde la creación de Israel, sus gobernantes y líderes dejaron en claro que los habitantes originarios de Palestina debían caer bajo el fuego de artillería o seguir acrecentando una diáspora hasta lograr la “limpieza” total del territorio. Es más, hasta estos días se pueden escuchar teorías que –en su máximo paroxismo- niegan que en Palestina vivan palestinos.

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Muertos, presos e impunidad

En los primeros seis meses de este año, el Estado israelí detuvo a 3533 palestinos, de los cuales 651 son menores de edad y 63 mujeres. Las cifras se desprenden de un informe conjunto elaborado por el Centro Al Mezan para los Derechos Humanos, la Comisión de Prisiones, la Asociación de Apoyo a los Presos y los Derechos Humanos (Addameer). Del total de arrestados, Tel Aviv ordenó 502 detenciones administrativas, por la cual los prisioneros son encarcelados por tiempo indeterminado y sin derecho a una legítima defensa. Se calcula que en las cárceles se encuentran casi 6.000 presos políticos palestinos.

El sábado pasado se conoció que los bombardeos de la aviación israelí sobre la ciudad de Gaza dejaron como saldo dos niños muertos y al menos 25 heridos. Namir Al Nimra de 15 años y Luai Kheil, de 16 años, fueron las víctimas fatales. Un día antes, Rami Heles, de 15 años, fue fusilado por un disparo en el pecho. La bala que lo asesinó salió desde las filas del Ejército israelí. El viernes en el que a Rami le robaron la vida un total de noventa palestinos tuvieron heridas de fuego en medio de las protestas que desde hace tres meses se realizan en la Franja de Gaza en el marco de la Gran Marcha del Retorno. Desde que comenzaron las protestas, Israel ya asesinó a 138 palestinos y dejó unos 15.000 heridos, la mitad de ellos por fuego real.


Como si las muertes fueran poco para Tel Aviv, los niños y las niñas de Gaza también reciben como medidas punitivas los profundos trastornos psicológicos derivados de los bombardeos, la crítica situación de los sistemas de salud y educación en la Franja –debido al férreo bloqueo impuesto por Israel- y la destrucción sistemática de sus lazos afectivos y sociales.


Un laboratorio de negocios

A principios de julio el grupo de derechos humanos Hamushim denunció que Israel utiliza a Gaza como laboratorio para nuevas armas y tecnología que luego planea vender. En un informe difundido por la agrupación -administrada por la Coalición de Mujeres por la Paz, con sede en Israel y que colabora con el Comité de Servicio de Amigos Estadounidenses, galardonado con el Premio Nobel de la Paz-, afirmaron que tanto el ejército hebreo como las corporaciones de defensa prueban y publicitan drones, rifles de francotirador y vallas “inteligentes” durante las protestas en Gaza.

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“La industria militar israelí explota la ocupación de Palestina, y específicamente el asedio a Gaza, como un campo de batalla para probar, invertir e innovar en tecnología militar para luego comercializarla a la comunidad internacional sobre la base de su efectividad contra los civiles palestinos”, expresó el informe. La investigación agregó que la invasión israelí a Gaza en 2014 ayudó a las firmas armamentísticas a vender aviones no tripulados Hermes 900, cartuchos de tanque Hatzav y bombas inteligentes MPR500.

Durante la Gran Marcha por el Retorno, según el informe, se prueba el gas lacrimógeno Matrice 600 y Phantom 3, drones apodados “Sea or Tears” y “Shoko”, camiones hidrantes que lanzan un líquido pegajoso y con muy mal olor. También se utilizan rifles Remington M24 y IWI Tavor con sus municiones que dejan heridas de salida que se expanden hasta 15 centímetros. En la investigación se aseveró que después de que el despliegue de drones fue considerado “exitoso”, el ejército israelí compró “cientos” de unidades.

“Gaza se ha convertido en una sala de exposiciones para las vallas inteligentes de la compañía, ya que los clientes aprecian que los productos sean probados en batalla”. Las palabras corresponden al director ejecutivo de la empresa Magal Security Systems y están citadas en el informe de Hamushim, en el cual se detalló que la firma “también es un proveedor clave de sistemas fronterizos para el muro de apartheid de Cisjordania”. Como “cita de color”, en el informe se recordó que “tras la elección de Trump y su declaración de la construcción de un muro fronterizo más fuerte con México, las acciones de Magal aumentaron en un 19-25% en NASDAQ”.

En mayo pasado, el periodista inglés y corresponsal en Medio Oriente Robert Fisk titulaba un artículo con una pregunta lacerante: “¿Cuánto tiempo vamos a seguir simulando que los palestinos no son personas?. En esas pocas palabras, resumía la tragedia palestina, pero también la impunidad que sostiene a Israel y sus alianzas que le permiten cometer todo tipo de violaciones a los derechos humanos. La pregunta de Fisk no es caprichosa ni busca la espectacularidad mediática. Es, principalmente, el grito desesperado de un pueblo que rechaza su extinción.

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Leandro Alban, 16 julio 2018

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