Infantilización de África: es hora de que los líderes de África aborden el tema de la inmigración

3747

Hafsa Kara-Mustapha es una periodista, analista política y comentarista asidua en la cadena RT y la iraní PressTV que pone un enfoque especial en Oriente Medio y África. En un artículo, que da título a esta entrada y publicado en el medio American Herald Tribune, Hafsa se pregunta “¿qué está pasando al otro lado del Mediterráneo? ¿De donde provienen todos estos aspirantes a inmigrantes? Para el continente africano, este es un flagelo que debe llegar a su fin. No por la forma en que esto afecta a la sociedad occidental, sino por lo perjudicial que es para las naciones africanas”.

Lo que dice Hafsa es una verdad a medias, puesto que una inmigración descontrolada e ilimitada, con fronteras abiertas, incentivada por organizaciones como las de George Soros a través sus buques traficantes, si supone un factor de desestabilización para Europa. Pero para sus ciudadanos comunes y corrientes, que se vuelven cada vez más hostiles hacia un problema generado desde varias aristas pero que es inmune para las oligarquías políticas y económicas que han promovido esas estrategias.

“En los últimos veinte años, señala Hafsa, el deseo de los africanos de dejar todo atrás ha aumentado. A medida que las situaciones económicas empeoran en muchos países, la solución parece ser que es viajar al norte en un intento por buscar una vida mejor. Si bien ese sentimiento es comprensible y existe en muchas geografías, la realidad es que esta “huída” está siendo preocupante para muchos países africanos que ya no pueden reconstruirse después guerras o recesiones económicas”. Es una obviedad decir que si en esos países del África subsahariana no disponen de mano de obra nativa, cualificada o no, para reconstruirlos, ya que se producen fugas masivas de africanos hacia Europa, dichos países se van a estancar económicamente, ad infinitum, y no digamos políticamente

La periodista Hafsa pone el dedo en la llaga al afirmar que “Si bien las guerras de Occidente y la explotación de los recursos africanos han sumido al continente en un caos, la respuesta y la exploración de las soluciones deben ser locales. Se ha generalizado demasiado el hecho de que como no hay perspectivas en su país de origen solo la vida en un país occidental puede proporcionar un futuro viable”.

Hafsa señala un argumento que es inobjetable a propósito del fenómeno inmigratorio: “Debe decirse y repetirse que las guerras occidentales y las corporaciones corruptas respaldadas por los gobiernos son responsables de la creación de la inmigración, ya sean refugiados de guerra o inmigrantes económicos”. Algo, esto último (inmigrantes económicos), que no gusta excesivamente que se hable de ello a las ONGs que trafican en sus barcos negreros con seres humanos y a sus compinches pijo-progres, ya que es más buenrrollista y humanitarista traer el status de “refugiado” o de que los subsaharianos-magrebíes vengan “con lo puesto”. Pero es una realidad (la inmigración económica) que se ha podido constatar.

Analizar el fenómeno migratorio desde un punto de vista crítico supone alejarte del discurso infantilizador del progrerío y la apisonadora de sus portavoces mediáticos que han asumido que los términos “racismo” y “xenofobia” deben ser utilizados para todo aquel que cuestione el statu-quo inmigratorio. Hafsa dice que estamos ante una realidad inmigratoria incontrovertible, pero “también es hora de que África trabaje por una solución”. Ese efecto acomodaticio de los subsaharianos de irse al engañoso cuerno de oro europeo, dice Hafsa, “se ha apoderado de dos generaciones de africanos y está causando un estancamiento en el desarrollo. Los jóvenes de toda la región ya no ven un futuro a nivel local e invierten grandes sumas de dinero en irse a un lugar donde hacer que su hogar sea un éxito”.

De este modo, se genera el suculento negocio de la inmigración económica para otros (las llamadas “mafias”), donde, como señala Hafsa “los traficantes de personas eligen candidatos y cobran hasta 20.000 dólares para ir hacia un país europeo a través del Mar Mediterráneo; una suma de dinero que bien podría usarse por los “inmigrantes” económicos para establecer negocios exitosos a nivel local”. Si pagas un dineral a las mafias es lógico que vengas en situación de inmigrante económico; lo demás es contar una narrativa para tontos, de los que cada vez quedan menos. Al negocio de las mafias se une la represión policial que llega hasta “Los estados del norte de África, como Argelia y Marruecos, quienes han establecido políticas que castigan a los inmigrantes, que son atrapados por la policía costera, con largas penas de prisión”.

A pesar de que las ONG van con la lección aprendida para enviar el mensaje a la opinión pública de que estamos, en su casi totalidad, ante inmigrantes que vienen en condiciones de indigencia, para crear una sensación aumentada de solidaridad entre la población de Europa, la realidad dista de ser ese mundo altruista donde se propaga un discurso de “refugiados sin fronteras” huyendo de la miseria más atroz (por supuesto, que hay quien huye de ella, eso es innegable, pero entonces ya no pueden permitirse pagar las exorbitantes cifras que manejan las mafias…¿cómo eluden a éstas?).

De este modo, los relatos adquieren otras tonalidades. Hafsa lo explica bien claro: “Muchos inmigrantes no provienen de hogares empobrecidos, sino de familias adineradas, que optan por cruzar el Mediterráneo como una aventura veraniega”. “Uno de esos candidatos, Walid, argelino, dice Hafsa, dirigió una exitosa tienda de pintura y decoración con su hermano. Mientras sus padres estaban de vacaciones, vendió su Renault Megane y parte de su negocio a su hermano y se embarcó en un viaje a España. Atrapado por la Guardia costera, Walid pasó un tiempo detenido tanto en España como en Argelia antes de regresar para volver a dirigir su tienda, en lo que describió como una vida caótica”

Él no estaba decepcionado por su fracaso en inmigrar, sino por las grandes cantidades de dinero que perdió. Insistió en que intentó el viaje a Europa como una experiencia. <¿Qué iba a perder?>, se preguntó; <en el mejor de los casos, cruzaría la frontera, vería si me gustaba y lo daría por bueno; en el peor de los casos me atraparían y regresaría. La apuesta no dio resultado en mi caso, pero era un riesgo que valía la pena>, agregó.

Walid tuvo suerte. El mar estuvo en calma durante todo el cruce y <nos divertimos con todos los niños riendo y cantando en la primera etapa del viaje. Sin embargo, debes debes de ser muy discreto al acercarte a España. Al final fue una especie de campamento de verano de aventura>”.

Uno de sus vecinos, cuenta Hafsa, llegó a Francia para regresar cinco años después. No encontró trabajo, ni oportunidades, solo amenazas constantes de ser detenido y enviado de vuelta a casa. A fin de cuentas su vida en Argelia no era tan mala del todo y extrañaba a su familia, por lo que era absurdo seguir, con todo el racismo que había en Francia, cuando en su país la vida no era peor.

Otro caso que relata Hafsa se refiere a un ciudanano de Guinea Conakry: “N’dabe, de Guinea Conakry, cruzó el desierto durante más de tres meses antes de llegar a Argelia. Su objetivo, según dijo, era Francia o Bélgica. Cuando se le preguntó si la vida en Guinea era tan difícil que justificaba pasos tan drásticos como arriesgar su vida en el traicionero desierto del Sáhara, explicó que mientras dirigía una panadería rentable en Conakry allí todos sentían que Europa era el lugar para estar: el sueño europeo que ofrece hogares, trabajos y mejores condiciones de vida.”

“Es como un desafío entre los jóvenes africanos de hoy en día”, afirmó N’dabe. Es lo que se hace ahora. Intentar cruzar el Mediterráneo y luego llegar al otro lado. Se siente como una competición deportiva más que cualquier otra cosa. ¿Valen la pena los riesgos? “No estoy seguro, pero tengo que intentarlo”.

Queda claro que la farsa humanitaria “rescatista” sólo es un instrumento de camuflaje con el que las ONGS se dedican a engañar con medias verdades (los que, efectivamente, huyen de guerras y del terrorismo patrocinado por Occidente) pero también construyen historias condimentadas hábilmente con sensiblería para inducir y cautivar al gran público en una sóla dirección. Como precisa Hafsa: “Para Walid o N’dabe, parece que cruzar el Mediterráneo nunca estuvo motivado por condiciones que amenazan la vida. Ambos hombres perdieron recursos valiosos que podrían haber mejorado sus condiciones localmente en lugar de llenar los bolsillos de traficantes inescrupulosos”.

Pero la cuestión raíz (de los que salen en estampida por culpa de las guerras de Occidente en Oriente Medio o Africa) es que si las democracias del capital y los mercados se embarcan en agresiones militares (como las de Libia o Siria), dice Hafsa que, “deben estar preparadas para soportar la carga financiera de sus consecuencias; ese debería ser el mantra de todos los periodistas que ahora van de defensores de los derechos básicos de las víctimas de guerras innecesarias”. ¿Has leído alguna vez a personajes del periodismo “humano” español como los Nachawati, Bauluz, Espinosa, Pampliega o Mónica Prieto cargar las tintas sobre Occidente por su responsabilidad en el financiamiento y entrenamiento de los terroristas de ISIS o de la responsabilidad directa de EEUU-Europa en esas guerras? Ni se les lee ni se les espera, puesto que están adiestrados para guardar una falsa equidistancia política que en la práctica es complicidad para tergiversar la realidad.

Finaliza Hafsa su artículo diciendo que: “Independientemente de cómo Occidente vea esta crisis de inmigración, la realidad es que es una crisis para los africanos y los árabes en primer lugar. Los observadores occidentales deben dejar de infantilizar a los habitantes de estas regiones. Es hora de que África y los líderes del mundo árabe aborden el tema de la inmigración y ya no permitan que Occidente y sus medios actúen como portavoces de sus niños desilusionados”.

Fuente BERLINCONFIDENCIAL, 14 agosto 2018

Print Friendly, PDF & Email