Tratados, acuerdos y promesas con Estados Unidos nunca valieron nada (por si no lo sabían) – por Vicky Peláez

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Estados Unidos siempre se ríe de tratados, acuerdos y promesas.

 

La cínica declaración del secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, realizada durante su visita a Pyongyang, sobre la promesa de Washington de “no buscar socavar al líder Kim Jong-un e inducir un cambio de régimen”, sino ayudar a los norcoreanos a “comer carne”, ha provocado la risa de los especialistas en geopolítica e historia de EEUU.

La historia estadounidense es una larga crónica de acuerdos rotos e incumplimientos

Precisamente, este es el país que ha demostrado durante 242 años de su existencia que los tratados, pactos y las promesas no valen nada y que fácilmente se los lleva el viento. Basta con dar un corto vistazo a la historia para enterarnos que, de 1778 a 1871, el Gobierno de EEUU ratificó más de 370 tratados con los nativos americanos y al final violó o rompió la gran mayoría de ellos sin ninguna explicación.

Los que han sabido mejor sobre el ‘valor’ y la ‘validez’ de las promesas norteamericanas son los soviéticos y los rusos, que, según el historiador norteamericano Eric Zuesse, creyeron en las promesas del presidente George H.W. Bush y su secretario de Estado, James Baker, quienes prometieron que la “OTAN no se expandirá ni una pulgada al este” si es que la Unión Soviética abandona el comunismo y disuelve el Pacto de Varsovia.

Inclusive le prometieron al presidente de la URSS, Mijaíl Gorbachov, que su país será “admitido en la OTAN”. Los soviéticos cumplieron con sus promesas, pero los norteamericanos y los alemanes occidentales lo ignoraron por completo. La Alianza, de ser enemiga de la URSS, se convirtió en la enemiga de Rusia y empezó su expansión hacia las fronteras rusas que hoy está rodeada de bases militares.

Zuesse, en su artículo¿Cómo EEUU traicionó a Rusia y avergonzó a Occidente?” (How America Double-Crossed Russia and Shamed West), reproduce la respuesta que George H. W. Bush le dio al canciller de Alemania, Helmut Kohl, sobre el olvido de las promesas estadounidenses dadas a los soviéticos: “Al diablo con ellas. Nosotros prevalecimos y ellos, no”. Para Zuesse, “George H. W. Bush no quería tener paz con Rusia, sino quería conquistarla; el presidente norteamericano quería llevar a Rusia de la nariz y mostrar la superioridad estadounidense”.

Y así hicieron los norteamericanos con Rusia mientras tuvieron a su aliado Borís Yeltsin en el Kremlin, quien en 1992 hablando ante el Congreso norteamericano juró que “el mundo puede respirar con tranquilidad porque el ídolo comunista que estaba atemorizando a todo el mundo se desplomó para siempre. Y yo estoy aquí ante ustedes para asegurarles que jamás permitiremos al comunismo resurgir… Nosotros sentimos gran responsabilidad por el éxito de nuestra transformación radical no solamente ante el pueblo ruso sino también ante los ciudadanos norteamericanos”.

Como escribió el escritor Alexandr Projánov, los norteamericanos estaban felices con aquella Rusia y “éramos sus favoritos y nos adoraban cuando prácticamente no tuvimos ejército y estábamos desarmados”. Pero apenas empezó a resurgir el país como ave fénix bajo la dirección de Vladímir Putin, Rusia se convirtió enseguida en el enemigo de Estados Unidos, se acabó ‘la luna de miel’ y fueron arrojadas al bote de basura todas las promesas norteamericanas, iniciándose una nueva Guerra Fría con todas sus consecuencias.

Ahora le llegó el turno a Corea del Norte, después de que este país no se aminorara ante las amenazas norteamericanas y mostrara sus ‘dientes nucleares’. Washington, sorpresivamente, decidió cambiar su táctica agresiva de un ‘garrote’ amenazante y ofrecer la ‘zanahoria’ al país desobediente y rebelde usando conversaciones con Pyongyang prometiéndole dinero -más de 100.000 millones de dólares, comida, inversiones- y poniendo como condición la total desnuclearización de Corea del Norte.

De un momento a otro, Kim Jong-un, tildado por Donald Trump como “hombre loco”, “dictador”, “opresor”, “pequeño hombre cohete en misión suicida”, se convirtió en un líder “muy abierto y muy honorable” de acuerdo con el presidente de EEUU.

Todo cambió para EEUU desde que el Ministerio de Relaciones Exteriores de Corea del Norte anunció el desmantelamiento del Sitio de Pruebas Nucleares Punggye-ri entre mayo 23 y 25 como un gesto norcoreano de buena voluntad en vísperas de la cumbre entre Kim Jong-un y Donald Trump programada para el próximo 12 de junio en Singapur.

Los norteamericanos ya están considerando estos eventos como un rotundo éxito en su táctica de presiones, sanciones y amenazas sin tener en consideración la mentalidad y la filosofía oriental. En su “Arte de la guerra“, el filósofo y estratega militar chino Sun Tzu (545 a.C. – 470 a.C.) aconsejaba a los líderes que “siendo competente, ofrezca la impresión de ser incompetente, aparezca como inefectivo”.

No obstante, interpretar a Sun Tzu es mucho pedir para los viejos asesores ‘halcones’ de Trump, John Bolton y Rudy Giuliani, que simplemente percibieron debilidad y la predisposición de rendirse. Ni siquiera tomaron en cuenta la posibilidad de que su supuesto sitio principal de pruebas nucleares norcoreano ya no responda a los requerimientos y al armamento nuclear más moderno y que la promesa de Kim Jong-un de congelar las pruebas nucleares no es lo mismo que el desarme nuclear.

En realidad, a Washington no le interesa todos estos detalles, pues ya tiene el plan preconcebido de exigir al líder norcoreano lo que sería imposible de aceptar y después declarar que Corea del Norte tuvo oportunidades de paz, pero sus líderes los ignoraron irresponsablemente, tal como han hecho siempre con otros líderes y otros países a los que invadieron.

Lo que realmente trata de evitar EEUU es la reunificación de las dos Coreas. Por eso apenas dos días después de la cumbre de Corea del Sur y Corea del Norte en Panmunjom, John Bolton, consejero de Seguridad Nacional, sugirió sin rodeos la aplicación del ‘Modelo de Libia 2003, 2004’ para Corea del Norte que consiste en el “desmantelamiento de los programas de armas nucleares, químicas y biológicas y su traslado al sitio norteamericano Oak Ridge, Tennessee”.

John Bolton se refería a cuando el líder libio Muamar Gadafi fue convencido por los norteamericanos, británicos y franceses de abandonar el programa nuclear y entregar sus armas de destrucción masiva voluntariamente a Washington a cambio de promesas de inversiones y de la aceptación de Libia en el ‘club’ exclusivo de los países más desarrollados del planeta. Lo que no mencionó John Bolton es que, siete años después del desarme de Libia, el país fue destruido por EEUU y sus aliados de la OTAN y Muamar Gadafi fue cruelmente asesinado.

Kim Jong-un conoce la tragedia de Libia perfectamente y muchas veces recalcó que su país jamás cometería el error de Gadafi y que las armas nucleares son las que garantizan la seguridad real a su país. Conociendo la táctica de EEUU y sus métodos de dominio, no hay que esperar mucho de la próxima cumbre entre EEUU y Corea del Norte.

El periódico oficial de Pyongyang, Rodong Sinmun, habla en su nota editorial del 15 de mayo de la necesidad de reforzar el socialismo, lo que no está en consonancia con los intereses norteamericanos. Lo que desea Washington en realidad es no permitir la reunificación de las dos Coreas y a la vez crear condiciones para recrear una nueva ‘Siria’ cerca de Rusia y China.

Pero del ‘dicho al hecho hay un gran trecho’ porque precisamente allí se juntan los intereses de dos potencias regionales, Rusia y China, que jamás permitirán a Washington perjudicar a sus intereses nacionales, desatando una ‘Caja de Pandora’ en la península de Corea.

La misma táctica y estrategia están utilizando EEUU e Israel en Irán y no es cuestión de la política de Donald Trump, sino del sistema estadounidense que consiste en enterrar las iniciativas de los presidentes anteriores cuando son inconveniente o seguirlas adelante si le son útiles.

La reciente decisión de Donald Trump de retirar a su país del Tratado Nuclear con Irán, conocido como el Plan Integral de Acción Conjunta (PAIC) y firmado en 2015 después de una década de complejas negociaciones en las que participaron Irán, EEUU, Reino Unido, Francia China, Rusia y Alemania, no fue un capricho, una acción ilógica del presidente Donald Trump o como escribió Susan Rice “la acción más tonta del presidente”, sino parte de una trama planificada hace nueve años para justificar una futura guerra contra Irán.

A las autoridades norteamericanas no les importó que Irán estuviera cumpliendo con sus compromisos al renunciar al 97% del uranio enriquecido y desmantelar sus instalaciones para enriquecer plutonio y permitir un programa bastante intrusivo de revisión y vigilancia por los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica de las Naciones Unidas. La decisión de arreglar un acuerdo nuclear con Irán y después romperlo fue presentada por el ‘think tank’ estadounidense Brookings Institution en 2009, en el proyecto ¿Cuál es el camino hacia Persia? Opciones para una nueva estrategia norteamericana hacia Irán (Which Path to Persia? Options for a New American Strategy Toward Iran).

En su publicación, Brookings Institution, institución subsidiada en parte por Exxon Mobil, BP, Aramco, Chevron, Bank of America, Lockheed Martin, Boeing y Raytheon, entre muchas otras, recalcaba que “cualquier operación militar contra Irán sería muy impopular en el mundo y necesitaría la creación de un contexto apropiado internacional… La mejor manera de atacar y recibir el máximo de apoyo popular es después de recrear una convicción que una excelente oferta ofrecida a Irán fue rechazada por el país determinado a tener armas nucleares. Estados Unidos o Israel deberían presentar las futuras acciones contra Irán no como una expresión de cólera, sino acciones tomadas en dolor para que la comunidad internacional llegase a la conclusión que los iraníes recibieron lo que buscaban”.

Como lo vemos, la división y la lucha despiadada entre Donald Trump y el ‘Estado profundo’ que nos presentan los medios globalizados de comunicación donde Trump es señalado indirectamente como una víctima que quiere paz, pero que el sistema no le permite alcanzar, representan la típica farsa norteamericana creada bajo la influencia de Israel porque Irán no le permite dominar Oriente Medio. Donald Trump utilizó el argumento de Benjamin Netanyahu, presentado el pasado 30 de abril, con el que afirmó que “hay evidencias de que Irán sigue su programa nuclear”, para romper unilateralmente el tratado nuclear con Irán.

En realidad, Netanyahu no presentó ninguna evidencia válida contra Irán, según el periódico israelí Haaretz. Sus supuestas ‘evidencias’ son parte del proyecto de Brookings Institution para crear pretextos y luego sabotear el PAIC y aplicar sanciones, además de convertir a Israel como en el principal provocador para buscar una respuesta por parte de Irán y crear así las condiciones para arrastrar a una nueva guerra a EEUU. Israel por sí solo jamás podría vencer a Siria o Irán. Donald Trump en este contexto es un mero instrumento temporal en el juego sucio del sistema norteamericano y su ‘Estado profundo’.

Todo esto demuestra que bajo el dominio norteamericano, el sistema internacional se ha quedado esencialmente sin leyes y tratados, los acuerdos y promesas han perdido su significado y valor. Lo único que vale es la fuerza y en el caso de las relaciones entre Estados, la posesión de armas nucleares.

Vicky Peláez, 17 mayo 2018

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