Escándalo Lafarge en Siria: “Fabius no sabía nada”

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Se puede ser el máximo responsable de la política exterior e ignorar lo que una de las empresas más importantes del país hace en una zona de guerra. Y no solo en un área de combate, sino en una región dominada por el autonombrado Estado Islámico o Daesh (prohibido en Rusia) y otros grupos yihadistas.

 

Es posible, sí. Al menos es lo que se desprende de la declaración ante los jueces del exministro de Relaciones Exteriores del Estado francés, Laurent Fabius. El otrora jefe de la diplomacia de François Hollande ha comparecido ante los magistrados que investigan los supuestos acuerdos alcanzados entre la empresa cementera francesa Lafarge y el autodenominado Estado Islámico (EI) en Siria. Fabius ha rechazado “categóricamente” haber estado al corriente de un “contrato” de 13 millones de dólares, por el que la empresa acordó con los yihadistas seguir trabajando en plena guerra internacional contra Daesh.

Lafarge se instaló en Jabaliya, a 87 kilómetros de Al Raqa, en 2010, unos meses antes del inicio del conflicto. Su inversión se cifró en 700 millones de dólares y sus directivos vieron cómo su proyecto podía irse al traste a causa de la guerra. Otras empresas francesas, como la petrolera Total, abandonaron el país. Según “pruebas graves y concordantes”, dicen los jueces, la cementera puede haber incurrido en “complicidad en crímenes contra la humanidad” por “financiación de empresa terrorista”.

La prensa francesa ha obtenido —con dificultades— informaciones sobre ese pacto de Lafarge con los terroristas islámicos, que París decía combatir militarmente. El acuerdo con el EI incluía un impuesto para la libre circulación de trabajadores y mercancías; la compra de petróleo a grupos cercanos al EI, y el pago a intermediarios que negociaban con las diferentes facciones yihadistas en el área.

Con los europeos expatriados por razones de seguridad, los asalariados sirios se vieron envueltos en situaciones dramáticas antes del acuerdo. Hubo varios secuestros que se solucionaron con pagos. Un obrero fue asesinado y a otro se le da por desaparecido.

La organización Sherpa, que se ocupa de investigar y luchar contra crímenes y delitos económicos, denunció el caso y ya hay ocho exresponsables de la empresa inculpados, entre ellos, Bruno Lafont,  su presidente-director general desde 2007 a 2015. Lafont dice que él no supo nada del acuerdo hasta 2014, pero su versión la contradice su adjunto en la época, que ha manifestado a los jueces que advirtió bastante antes a su superior.

 

Las declaraciones de Laurent Fabius, una de las figuras políticas de más renombre en Francia (fue el más joven primer ministro francés cuando François Mitterrand le nombró para ese cargo en 1984), se contradicen con los cables intercambiados entre su Ministerio y el responsable de seguridad de Lafarge.

“No bombardeen Lafarge”

Según informaciones ofrecidas en su día por la agencia británica Reuters, el Quai d’Orsay pidió al mando militar norteamericano que evitara bombardear la fábrica. Para ello, Jean Claude Veillard, responsable de seguridad de Lafarge, había transmitido a los norteamericanos las coordenadas GPS del recinto. La petición fue aceptada.

El entonces embajador francés para Siria (se encontraba en París, pues Hollande había decidido romper relaciones diplomáticas con Damasco), Frank Gellet, juzgaba “legítima” la petición a Estados Unidos en un mail a sus superiores. Difícil de imaginar, dadas las circunstancias y lo sensible del asunto, que el responsable número uno del Ministerio no se enterara de nada.

Veillard asegura también que estaba en contacto permanente con los servicios de inteligencia de su país: la DGSE (Seguridad Exterior), la DGSI (Seguridad interior) y la inteligencia militar (DRM).

Otra información que demuestra la implicación del Estado francés en el asunto es la que indica que el intermediario entre Lafarge y los diferentes grupos terroristas era Firas Tlass, hijo del exministro de Defensa sirio, Mustafá Tlass (fallecido en París), y hermano del exgeneral Manaf Tlass, que huyó del país con la ayuda de los servicios secretos franceses en 2012.

El caso toma un carácter grotesco, a pesar de la gravedad, cuando la fábrica cae en manos de las fuerzas kurdas, a finales de 2014, que pretenden apropiársela. Para lograr un acuerdo con los nuevos amos del área, París concede un visado sanitario a uno de los jefes militares kurdos herido en combate.

La investigación judicial en marcha ofrece revelaciones que pueden sorprender a los más ingenuos. El extraño papel de Francia en Siria para salvar la inversión de una empresa privada dice poco de una diplomacia que se permite dar lecciones de moral al resto del mundo, y en eso Fabius era un experto.

 

Hoy presidente del Consejo Constitucional, Laurent Fabius debe hacer frente a las pesquisas judiciales que, si demuestran su conocimiento de los hechos, podrían suponerle una condena grave y el máximo ridículo para la diplomacia francesa. Y si no estaba al corriente, como asegura, pasaría a la historia por ser un auténtico incompetente. Un ‘sacrificio’ para salvaguardar la honorabilidad del Estado.

Luis Rivas, 2 agosto 2018

 

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