El fin de la monogamia
¿Cómo imaginas tu vejez?
Sí, ya sé que probablemente te queda mucho para llegar a la tercera edad, pero estoy seguro de que en algún momento de reflexión, aunque sea por un instante, lo has pensado. Y sea como sea que imagines lo demás, si algo apostaría que no falta en tu imagen con total seguridad es el verte casado desde hace décadas, con hijos y varios nietos revoloteando. Básicamente, lo mismo que viste tú cuando eras pequeño, y lo que vieron tus padres, y tus abuelos y muchas, muchas generaciones atrás. ¿De qué otra forma podría ser si no?
Pues siento decirte que las posibilidades de que ese panorama se cumpla contigo son bajas, y más cada día que pasa. El modelo de relación que hace esta estructura familiar posible, la monogamia, está en vías de extinción, igual que las aldeas de Soria o el lince ibérico. Si quieres saber el porqué y las causas, continúa leyendo.
¿Somos naturalmente monógamos?
Para nosotros los occidentales, que venimos de entornos con una arraigada tradición de monogamia tan antigua que ni nos preguntamos de dónde procede, es muy fácil creer que siempre ha sido así, y que la monogamia es la norma en las sociedades humanas. Sin embargo, la realidad dice todo lo contrario. De las 1231 culturas del Ethnographic Atlas Codebook,un 85% mantienen la poliginia (hombres con varias mujeres), mientras que solo un 15% son monógamas. Es decir, la monogamia es un sistema minoritario en el ser humano como especie, y relativamente reciente. Nada hace pensar que este sea nuestro sistema natural de relación, sino más bien al contrario, todas las pruebas indican que lo que mejor se adapta a los instintos humanos es la poligamia, pero entendida de forma algo diferente por hombres y por mujeres.
Las águilas calvas americanas son monógamas, como el 90% de aves. Sin embargo, solo el 3% de mamíferos lo son
Tú mismo, suponiendo que eres heterosexual, te puedes dar cuenta de ello. ¿Cuánto tienes novia, has dejado de mirar a otras por la calle? ¿No tienes en tus fantasías el hacértelo con dos o más? ¿O, ya más rebuscadamente, el tener un harén para ti solo cual jeque árabe? Efectivamente, tú mismo tienes un instinto polígamo, aunque lo reprimas al igual que tantos otros, ya sea inconscientemente (cuando estás enamorado) o conscientemente.
Charlie no se lo reprime demasiado.
Y ahora piensa, ¿Cuántas veces has visto, escuchado o sufrido en tus carnes que una mujer se fije en hombres poderosos, con dinero, con estatus? ¿O que busque a hombres de un nivel físico o económico superior al suyo? Esto se llama hipergamia, y consiste en la tendencia de las mujeres a emparejarse con un hombre de igual o mayor extracto social, nivel físico o económico al suyo. Siguiendo estos instintos, preferirá ser una mujer más del harén del hombre buscado, que ser la única de un hombre por debajo de su nivel.
Estas son entonces, la poliginia y la hipergamia, las tendencias de hombres y mujeres respectivamente, que la monogamia ha estado conteniendo o al menos, atenuando. Unas tendencias que confluyen en la figura del macho alfa y su harén, es decir, una minoría de hombres de gran estatus, poder o dinero, que acaparan para sí a la mayoría de mujeres, quedando fuera el resto de hombres.
Sabido esto, la pregunta consiguiente es que si este es el estado natural, cómo y por qué se instituyó la monogamia en algunas culturas, como la nuestra. Y de ello va a tratar el siguiente punto.
La monogamia y la civilización
Como vamos a ir viendo, sin monogamia no hay civilización, así de simple. La poligamia de civilizaciones como la islámica es una excepción que tiene su origen en las circunstancias del momento de su creación, en plena expansión militar en la que había una cantidad de mujeres muy superior a la de hombres debido a la alta mortandad masculina y al botín de guerra en forma de esclavas tomadas del enemigo. También influyó la gran cantidad de viudas que había, que muerto el marido en combate quedaban con hijos a su cargo sin que nadie las mantuviese, con las que el mismo Mahoma fomentaba casarse con el mayor número de ellas posible para evitar eso. Pasada la época de expansión e inclusive en la actualidad aunque permitida la poligamia no ha sido nada común en los países musulmanes, siendo algo que solo se pueden permitir los ricos ya que no se pueden tener más mujeres de las que se puedan mantener.
Para los hombres que bajo un sistema polígamo quedan fuera del mercado sexual (la gran mayoría de la población masculina), su única forma de acceder a las mujeres es mediante la prostitución, la violación de mujeres de otras tribus y una competencia extrema entre ellos por las pocas mujeres no acaparadas por los hombres de alto rango.
No sorprende así que la monogamia se vaya implantando a medida que la sociedad se va haciendo cada vez más compleja hasta convertirse en una civilización, y que sea muy rara en sociedades primitivas, tanto presentes como pasadas. Sin un mínimo nivel de cohesión social, orden público y en definitiva, paz, no se puede construir una civilización, así que de la misma forma que el comercio va sustituyendo al saqueo, la diplomacia a la guerra, la justicia a la venganza, una nueva institución, el matrimonio monógamo, sustituye a la violación como forma de acceder al sexo para la mayoría de hombres, algo brillantemente explicado en este polémico post que recomiendo encarecidamente leer.
Padre, madre e hija. Roma, año 250.
La monogamia en Occidente tiene su origen principal y foco en la antigua Roma y Grecia, donde las leyes ya prohibían tener más de una mujer a la vez. A pesar que se permitía el concubinato y el sexo con esclavas, una forma de poliginia de facto, y que la hipergamia seguía tolerándose aunque más limitada, se puede decir que la monogamia era lo suficientemente influyente como para hablar de una sociedad sexualmente igualitaria, al evitar que la élite acaparase a la mayoría de las mujeres, y que permitía que los hombres de rango más bajo también tuvieran acceso a las mujeres. Sin embargo, lo que hizo que la monogamia se extendiese fue el Cristianismo, que al hacer suya esta institución y por tanto darle un cariz religioso permitió que se expandiese junto a esta religión.
Según el psicólogo evolucionista Joseph Henrich, la principal ventaja civilizatoria de la monogamia sobre la poligamia es la distribución más igualitaria de las mujeres, que reduce la competición masculina por ellas y otros problemas sociales de los que hablaremos más adelante. La monogamia desvía los esfuerzos masculinos de encontrar pareja hacia el cuidado paterno de su descendencia, lo que aumenta la planificación a largo plazo, la productividad económica, el ahorro y la inversión en la formación y desarrollo de los niños. Así que no es de extrañar que las civilizaciones más prósperas y avanzadas sean las que tengan esta institución, pero ¿por cuánto tiempo?.
El fin de la monogamia y sus consecuencias
Las élites han visto en la monogamia un serio obstáculo a sus planes de dominación de las masas, ya que ésta es el núcleo de la cohesión social, y ellos buscan una población frustrada, dividida, desarraigada e inmersa en el conflicto, más fácil de controlar, de forma que se han propuesto abolirla simplemente haciendo que ya no beneficie ni al hombre ni a la mujer y por tanto no tenga razón de ser, de una forma que explicaremos en este mismo punto.
Sin duda, estamos viviendo en la actualidad un rápido desmantelamiento de la monogamia en la sociedad occidental, hasta el punto de llegar a preguntarnos si de facto no ha desaparecido ya. Probablemente nunca te has parado a pensar en esto, pero ¿Qué porcentaje de la población masculina normal no encuentra pareja o ni siquiera sexo mientras que una minoría de hombres se hincha? ¿Cuánto duran las parejas? ¿Cuántos matrimonios no acaban mal? Nada de esto es fruto de la casualidad, sino de un conjunto de medidas bien organizadas.
España, uno de los países con la tasa más alta de divorcios (el 61% de los matrimonios)
- El Estado ha sustituido el papel del hombre. Antes era el marido el único que podía dar seguridad y proveer a la mujer y los hijos, uno de los motivos por los que la monogamia era atractiva para la mujeres, ahora es el Estado del Bienestar quien toma ese papel educando, suministrando seguridad o proveyendo recursos vía subsidios. Esto ha sido visto como una liberación para las feministas, sin comprender que se han “liberado” del marido y del padre de sus hijos, para caer presas del Estado. Ahora pueden tener hijos con quien quieran, aunque éste no le pueda asegurar el cuidado, manutención y educación de sus hijos, ya que de eso se ocupa el Estado, que es financiado por los impuestos de los que precisamente quedan fuera del mercado sexual. Cuando el cuidado del hombre deja de ser indispensable y no compatible, la monogamia pierde su razón de ser utilitaria. Como resultado de esto y como predecía la película de Idiocracia estamos viendo que los que tienen la tasa de natalidad más alta son los sectores del lumpen: delincuentes de todo tipo, gente de baja inteligencia y todo tipo de marginales, que en otras épocas no podían reproducirse con éxito al no poder hacerse cargo de su prole, y que solían acabar en la horca o como carne de cañón. Esto, unido a que son criados por madres solteras, dan como resultado un cóctel explosivo de conflictividad, tercermundismo y pobreza, que tiene su máxima expresión en los barrios negros de EEUU.
- Tener una relación seria y con visas de futuro cada vez es más arriesgado. Casarse, especialmente teniendo hijos, se ha convertido en un deporte de alto riesgo para el hombre. Cada vez más gente ha sufrido, o sabe de alguien de su entorno que lo ha hecho, un divorcio con condiciones completamente desfavorables para el hombre, en el que pierde la custodia de los niños, se ve obligado a pasar una pensión a su ex mujer y se queda sin piso, eso si tiene suerte de que lo denuncie falsamente por violencia de género, en cuyo caso las cosas se pondrían mucho peor.
- Las rupturas, cuernos y lianas están a la orden del día. Las redes sociales han empeorado todo, ya que ahora cualquiera tiene a mano el poder hablar y relacionarse con decenas de personas a cualquier hora del día y de la noche, hasta el punto de que es prácticamente imposible encontrar una novia medianamente atractiva que no tenga en su teléfono a cantidades extremas de contactos con los que inevitablemente va a compartir intimidades tarde o temprano y ¿acaso hay alguna pareja perfecta? ¿cuál no pasa por problemas? Nunca había sido tan fácil romper y encontrar otra opción por lo que nadie lucha por estar junto a nadie mucho tiempo. Se fomenta una exacerbación de los instintos femeninos más destructivos, como la hipergamia, y se le dan los medios y la justificación moral para ello. Cada vez hay más pobres que pasan de las mujeres, o que de no hacerlo ya no ven en ellas al amor de su vida o la madre de sus hijas, sino alguien que no sirve nada más que para pasar un rato divertido para luego huir.
Las consecuencias también influyen a la sociedad en su conjunto. Según un estudio del ya mencionado Joseph Henrich, en las sociedades de poliginia hay estadísticas más altas de violaciones, secuestros, asesinatos, robos, hurtos, corrupción y niños abandonados. “La escasez de mujeres con las que se puede emparejar aumenta la competición entre el resto de los hombres por ellas, lo que lleva a que recurran a comportamientos criminales para conseguir recursos y acceso a las mujeres”.
Incluso si eres del grupo de hombres que a corto plazo se está beneficiando de la situación, te habrás dado cuenta de que también te afecta a ti. Llegará un momento en que conocerás a una que creerás especial y con la que querrás tener una relación estable e incluso tener hijos, y las posibilidades de que acabes mal serán muy altas. O incluso puede que no la llegues a encontrar. Tampoco esto beneficia a las mujeres, de liana en liana cargando con un desgastador bagaje emocional y frustrante, un modo de vida al querrán poner fin cuando vean su declive físico pero ya será demasiado tarde, los príncipes azules no aparecen a esa edad.
La muerte del amor
De la misma forma que se ataca a la monogamia como institución a través de lo anteriormente dicho, también se hace lo propio contra el sentimiento que tienen los espíritus más desarrollados, o si se prefiere de otra forma, un rasgo evolutivo con su origen en entornos en las que el amor celoso y monógamo era una adaptación para que formasen parejas duraderas y unidas por un vínculo muy fuerte que pudiese asegurar un mejor cuidado de sus hijos, y que da una energía capaz de cualquier cosa. ¿Quién no conoce a una pareja de ancianos que aún mantiene esa complicidad como si fueran adolescentes?
A este sentimiento por un lado se le ridiculiza, se envilece y se reduce el sexo a algo mecánico como si no tuviera consecuencias psicológicas y emocionales, y esto unido a las sucesivas lianas y malas experiencias que tienen el mismo efecto psicológico-emocional, hacen que quede erosionado e insensible, dejando un vacío espiritual fuente de todo tipo de trastornos psicológicos y depresiones.