El capitalismo (“socialismo de mercado”) chino
En China actual coexisten individuos supermillonarios y centros urbanos y comerciales fastuosos, capas de clase media y de trabajadores urbanos calificados con distintos niveles de poder de compra que adoptan las modas y los modos consumistas occidentales y centenares de millones de obreros y campesinos que viven miserablemente.
El “socialismo de mercado” chino hace años que comenzó a avanzar sus peones en África y desde hace un tiempo lo está haciendo en América Latina. La existencia de una relación simétrica de beneficio mutuo entre China y varios países de América Latina –que defienden políticos y analistas “progresistas”– es un espejismo que queda desmontado si se analizan los hechos.
China le disputa actualmente el primer puesto a Estados Unidos como potencia mundial en materia económica y tecnológica y es la primera prestamista de la Reserva Federal estadounidense.
En los últimos años ha pasado a ser el primer productor mundial de manufacturas muchas de ellas de alto nivel tecnológico y ocupa el quinto lugar en el mundo en materia de inversión extranjera directa (IED). En tales condiciones, China tiene una creciente necesidad de productos básicos primario-extractivos para alimentar su industria y su población. Y, por cierto, necesita exportar masivamente sus productos manufacturados.
Es con esos objetivos que China ha desarrollado su política comercial internacional con muchos países del sur, bajo la apariencia de una relación simétrica Sur-Sur, pero en realidad una típica relación asimétrica centro-periferia con sus propios matices. En la que no se crean las bases para un desarrollo armónico de las economías de los países del sur.
Y mucho menos que se abra el camino a un “socialismo del siglo XXI” con la ayuda del “socialismo de mercado” chino, como pretenden algunos analistas “progresistas”, quienes –con esa postura– han abandonado totalmente no solo la crítica de la explotación capitalista sino la crítica de la dependencia. Además de un intercambio desigual de materias primas sin elaborar o semielaboradas de un lado por manufacturas del otro, China realiza inversiones (IED) para la construcción de infraestructuras destinadas a facilitar el desarrollo de la producción primario-extractiva destinada a China. No hay transferencia de tecnología y a veces no hay creación de empleo en el país receptor, pues China “exporta” su propio personal, calificado y no calificado. Y otorga préstamos a diferentes países de América Latina en condiciones muy particulares: a cambio de commodities como garantía, o de que estos puedan ser comprados a precios por debajo de los del mercado.
China, no constituye una alternativa al neocolonialismo –económico, político y militar practicado por las grandes potencias occidentales con USA a la cabeza y sufrido por numerosos países de todas las regiones del mundo, sino que es un relativamente nuevo y poderoso actor –con características y estrategias específicas– en el bando de las potencias neocoloniales. Dentro del cual se disputan zonas de influencia y ámbitos económicos y financieros sobre el fondo de una cierta convivencia pacífica basada en la necesidad de preservar el statu quo capitalista a escala mundial.
Alejandro Teitelbaum, 17 mayo 2018
Para un análisis detallado de esta cuestión, véase de Ariel Slipak América Latina y China:
¿Cooperación Sur-Sur o «Consenso de Beijing»? ( http://nuso.org/articulo/america-latina-y-chinacooperacion- sur-sur-o-consenso-de-beijing/ ) y del mismo autor Un análisis de las relaciones contemporáneas entre la República Popular de China y la Argentina y el debate sobre el desarrollo ( http://www.iade.org.ar/uploads/c87bbfe5-ea42-93cc.pdf ) Otros artículos del mismo autor: http://www.conicet.gob.ar/new_scp/detalle.php?keywords=&id=43078&articulos=yes