En Oslo, Israel nunca contempló la paz ni un estado palestino
La realidad de los bantustanes, reservas o enclaves palestinos es un hecho incontestable. Su creación es el suceso más destacado de los últimos 25 años. Por supuesto, se puede decir que sus semillas se sembraron con la ocupación en 1967, pero –paradójicamente– el proceso se aceleró, se consolidó, maduró y se profundizó en coincidencia con las negociaciones entre Israel y los palestinos, primero en las conversaciones de Madrid y Washington iniciadas a finales de 1991 y después en las negociaciones realizadas en Oslo.
Quienes dan crédito a las altisonantes declaraciones verbales sobre la paz y un nuevo Oriente Medio continuarán creyendo que solo el azar, los lamentables errores humanos, la mala suerte y las complicaciones técnicas condujeron a la formación de unas reservas palestinas sepultadas en el espacio israelí contiguo entre el mar Mediterráneo y el río Jordán, contrariando toda la lógica de un acuerdo justo entre los palestinos y los israelíes y negando el antiguo derecho a la autodeterminación. Otros continuarán sosteniendo que todo lo sucedido no es más que una reacción contra los ataques realizados por los palestinos opuestos tanto a los acuerdos de Oslo como a Yasser Arafat.
Sin embargo, deseo dar crédito –lo he hecho y continúo haciéndolo– a la habilidad para la planificación de los organismos israelíes de la seguridad y la diplomacia y a la calculada sutileza que hay detrás de la capacidad de hablar apaciblemente con la palabra que todo el mundo quiere oír –‘paz’– y en realidad hacer todo lo contrario (continuando con la ocupación mediante la tercerización mientras se deja caer el peso de la responsabilidad económica y legal sobre la población que sufre la ocupación).
Lo que sigue son las señales de alerta que empezaron a hacerse ver justo en el momento de la firma de la Declaración de Principios; estas señales me enseñaron muy tempranamente a poner en duda las intenciones israelíes presentes en las negociaciones:
* Mientras se decidía dar pasos paulatinos hacia la realización del Acuerdo Provisional, el objetivo de las negociaciones no se estipulaba explícitamente. Esto es, en ninguna parte se escribió que la meta era el establecimiento de un estado palestino en los territorios ocupados en 1967; al contrario de lo pactado por los palestinos, muchas personas en ese tiempo pertenecientes al campo de la paz en Israel y los países europeos. ¿Qué lógica hay en avanzar poco a poco hacia una meta imprecisa que solo los palestinos y los partidarios europeos de una paz justa entienden como la materialización del derecho a la autodeterminación, mientras que la parte dura –Israel– se arroga el derecho de imponer su interpretación?
* La palabra ‘ocupación’ no aparece en la Declaración de Principios. Sin embargo, en su carta a Yitzhak Rabin, Yasser Arafat promete explícitamente que la Organización de Liberación de Palestina renunciará al terrorismo. La evitación de cualquier mención de la ‘ocupación’ como una situación dada y origen de la violencia fue una expresión de la inversión diplomático-propagandista lograda por Israel. Las verdaderas relaciones de poder –de ocupante y ocupado– se convirtieron en relaciones de perseguido (los israelíes) y perseguidor (los palestinos). El peso de la prueba fue impuesto a los palestinos (una lucha contra el terror) y no a Israel (un final a la ocupación).
* Delegar en la Administración Civil la conducción de las negociaciones en lo que respecta a la transferencia de responsabilidades civiles a la Autoridad Palestina fue otra señal de alerta. En los menos de 15 años de su existencia, la Administración Civil se había convertido en una herramienta para implementar la política de colonización y control militar de los palestinos bajo el disfraz de una institución de asuntos civiles. Al contrario de las declaraciones sobre “cambio de disco”, los burócratas-funcionarios que conducían las negociaciones civiles no tenían otra alternativa que proteger el propósito de su organización y perpetuar la actitud despótica respecto de los palestinos.
* La Declaración de principios firmada el 13 de septiembre de 1993 consignaba: “Ambas partes ven Cisjordania y la Franja de Gaza como una unidad territorial única, cuya integridad será conservada durante el periodo provisional”. Esto no sucedió. En lugar de eso, Israel hizo todo lo que pudo para separar la población de Gaza de la de Cisjordania mediante un régimen de restricción de movimientos. Pese a que el número de palestinos que salieron y entraron en Gaza en los noventa fue relativamente importante en comparación con el minúsculo número de quienes lo hacen hoy, esa cantidad fue pequeña en relación con la situación anterior al 15 de enero de 1991, cuando Israel puso en marcha la estricta prohibición de movimientos de los palestinos y la exigencia de un permiso personal para entrar en Israel (eso fue tres años antes de los ataques suicidas dentro de Israel). De este modo, Israel controló las relaciones económicas, institucionales, sociales y familiares entre las poblaciones gazatí y cisjordana y las restringió a placer. De esa forma, Israel pudo interferir en el funcionamiento y desarrollo apropiados de las instituciones de la Autoridad Palestina.
* De acuerdo con una exigencia de Israel, en las negociaciones se estipuló que este continuaría controlando el registro de la población palestina, lo que significó que solo Israel tenía la potestad de decidir la concesión de la residencia a palestinos, a quiénes, cuándo y a cuántos. En el Acuerdo Provisional hay una disposición que faculta a la Autoridad Palestina para que haga algunas modificaciones en el registro de la población, tales como cambios de domicilio y de situación personal pero está obligada a informar a Israel de cualquier cambio que haga. A fines de 1996, para los palestinos se hizo evidente que Israel estaba negándose a reconocer los cambios de domicilio –que aparecían en el documento de identidad– de una ciudad de Gaza a otra de Cisjordania (sobre todo para los miles de personas nacidas en Gaza pero habían estado residiendo en Cisjordania durante muchos años), mientras que estaba aprobando los cambios de domicilio producidos dentro de Cisjordania o dentro de la Franja de Gaza. Estas aparentemente menores medidas burocráticas tenían una significación tremenda: demostraban que Israel continuaba considerando que la Franja de Gaza era una entidad separada de Cisjordania. Para Israel, Gaza es un enclave aparte.
* También en 1997, Israel prohibió a quienes vivían en la Franja de Gaza que entraran en Cisjordania desde Jordania utilizando el paso fronterizo del puente de Allenby. Desde que en enero de 1991 se impuso la obligación del permiso personal para viajar, los palestinos que no tenían un permiso de tránsito por Israel en su camino hacia Cisjordania descubrieron que podían llegar a destino haciendo un largo rodeo. Entraban en Egipto por el paso de Rafah y desde allí se dirigían a Jordania y entraban a Cisjordania por el paso de Allenby. En general, se trataba de estudiantes matriculados en las universidades cisjordanas, integrantes de familias deshechas, comerciantes, funcionarios de la Autoridad Palestina y otras personas cuya solicitud de tránsito a través de Israel había sido rechazada. Desde 1997, a quienes vivían en la Franja de Gaza se les exigió que solicitaran un permiso para entrar por el puente de Allenby (permisos que eran concedidos solo en casos excepcionales); una prueba más de que Israel consideraba como entidades separadas las dos partes del territorio palestino, en contravención de la Declaración de Principios.
* La disposición del Acuerdo Provisional concerniente al agua es una muestra especialmente cínica de la actitud israelí una Gaza considerada como enclave separado. Aparte de unos pocos millones de metros cúbicos de agua que llegan a la Franja de Gaza desde Israel (como compensación por el agua dulce de la mejor calidad que bombean en su territorio en beneficio de los asentamientos israelíes), se exigió a la Franja –y continúa exigiéndosele hoy– que se las arregle con el agua disponible dentro de sus fronteras. El mismo acuífero que aseguraba la provisión de agua a los aproximadamente 80.000 palestinos que vivían allí antes de 1948 continuó dando agua a los refugiados que se agregaron (unas 200.000 personas) en 1949 y a la población que ha ido creciendo hasta cerca de las 900.000 personas hacia 1994 y llega a los dos millones hoy en día. Desde finales de los ochenta del siglo pasado, Gaza ha estado sufriendo la contaminación del acuífero con agua de mar debido a la exagerada extracción de agua en los pozos. En lugar de la sencilla solución de enviar agua por una tubería a Gaza desde el territorio israelí (lo que habría estado compensado por la enorme cantidad de agua que Israel extrae en Cisjordania para beneficio de los israelíes que viven en Israel y en los asentamientos), Israel ha obligado a la franja de Gaza a mantener una economía autárquica del agua. De este modo, el 97 por ciento de su agua no es apto para ser bebida.
* La masacre de Goldstein: no solo los violentos colonos de Hebron no fueron evacuados de la ciudad; además fueron recompensados. El gobierno de Rabin castigó a los palestinos por la matanza que un ciudadano judío israelí cometió allí y fueron obligados a soportar un prolongado toque de queda. Después se impusieron varias restricciones de movimiento a los palestinos para implementar el principio de separación entre ellos y los colonos, mientras se privilegiaba la comodidad y el bienestar de unos pocos judíos a costa de la mayoría palestina.
* Pese a la imagen de “reciprocidad” y “simetría” entre palestinos e israelíes que trató de mostrar la Declaración de Principios, durante todo el proceso de negociación la situación de los prisioneros palestinos nunca fue equivalente a la de los soldados israelíes a pesar del hecho de que sus comandantes –que en ese momento se encontraban con la otra parte y negociaban con ella– los habían mandado a combatir y matar. Los prisioneros palestinos fueron pintados como criminales cuyo nombre y lugar de residencia era conocido por todo el mundo, y los israelíes como héroes. La liberación de los prisioneros ni siquiera se mencionó en la Declaración de Principios. Más tarde, las liberaciones parciales estuvieron siempre acompañadas de humillaciones y postergaciones, y no incluyeron a palestinos que habían matado a israelíes antes de la firma de los acuerdos de Oslo.
* En los años noventa del siglo pasado, Israel continuó demoliendo edificios en Cisjordania; es basaban en que habían sido construidos sin tener un permiso para ello, cuando todo el mundo sabía que desde los setenta Israel había sido muy mezquino a la hora de conceder un permiso de construcción a los palestinos y de elaborar un plan general para ellos.
* En julio de 1994, durante las reuniones en Oslo y bajo un gobierno laborista-Meretz, se expidieron órdenes de desalojo a los beduinos de la tribu Jahalin para permitir la expansión del asentamiento de Ma’aleh Adumim. En mayo de 1995, el Tribunal Supremo de Justicia rechazó unas apelaciones contra el desalojo. Órdenes de desalojo similares se enviaron a otras pequeñas comunidades de pastores y agricultores, gente que tradicionalmente –y para ganarse la vida– pasaban un tiempo considerable en tierras alejadas de su aldea de origen, por ejemplo junto a lo que sería la carretera 443 (que va de Jerusalén a Modi’in) y en el bloque Etzion.
* El Acuerdo Provisional estableció una ostensiblemente desigual división de los recursos de agua en Cisjordania y determinó un cupo de la cantidad de agua que los palestinos podían consumir (mientras que a los colonos no se les impuso cupo alguno). Los pozos de agua perforados en el valle del Jordán abastecían –y continúan haciéndolo– a los aproximadamente 6.000 colonos que viven allí con una cantidad de agua equivalente a un cuarto de la asignada a los palestinos –entre 1,5 y 2 millones de personas–. En las reuniones de la comisión conjunta del agua, a los palestinos se les hizo evidente muy pronto que para ellos era mejor pedir que se aprobaran un conducto de agua de un diámetro menor del que habían pensado inicialmente; de otro modo, los israelíes no aprobarían el proyecto propuesto.
* A pesar de que en el acuerdo hay una disposición para que ninguna de las partes hiciera algún cambio que pudiera afectar los resultados del acuerdo permanente, a fines de 1995 el ministerio del Interior israelí encabezado por Haim Ramon empezó a revocar la situación de residente de miles de palestinos de Jerusalén, sobre la base de de que su centro vital ya no era esa ciudad. Esta fue la señal de lo que se ha llamado “traslado silencioso”, la expulsión de la ciudad de muchas personas, el despojo de su situación legal y la confiscación de su documento de identidad, y el avance de un sistema de vigilancia y espionaje contra decenas de miles de palestinos llevado a cabo por el ministerio del Interior y el Instituto Nacional de Protección. Las restricciones de edificación en Jerusalén también siguieron en vigor y el régimen de permisos de viaje cortó la conexión natural que los palestinos tenían con este centro económico, social y cultural.
* Otra señal fue la división de Cisjordania en tres zonas de control –A, B y C– que serían adaptadas a una relocalización de de las Fuerzas de Defensa de Israel (equívocamente llamada retirada). Al principio, esto se hizo en las ciudades, después en las aldeas y finalmente en las zonas menos pobladas que son las reservas de tierra y espacio para una futura entidad palestina. Aunque ignoremos el hecho de que Israel resolvió el ritmo del redespliegue y cuándo y dónde se detendría, el acuerdo no estableció el tamaño de la zona que finalmente dejarían sus fuerzas. Cada parte interpretó esto según sus propios deseos; una vez más, la imprecisión funcionó en beneficio de la parte más fuerte: Israel. Veinticinco años más tarde, la Zona C –totalmente controlada por Israel– cubre más del 60 por ciento de Cisjordania. Había una lógica de seguridad para la relocalización gradual del ejército pero –la retención por parte de Israel– de las responsabilidades civiles y administrativas en el Zona C le permitió apoderarse de más tierra. Israel se ha quedado con la mayor parte de Cisjordania, y en ese territorio limita la construcción y el desarrollo palestinos a lo estrictamente esencial; además, se reserva para sí la interminable expansión de los asentamientos.
* Los israelíes han construido desvíos en las carreteras –variantes– para que los colonos no deban atravesar las ciudades y pueblos palestinos cuando quieren ir a su casa. Han despedazado Cisjordania sin consideración alguna por la relación entre los centros urbanos palestinos y sus zonas circundantes, con sus respectivos pueblos y aldeas, y cortado los caminos históricos. Las variantes han sido una herramienta de perpetuación de un arreglo que supuestamente era temporal. La organización del espacio territorial y las construcciones fueron hechas a la medida de las necesidades de los actuales colonos, pero también de las de los futuros proyectos de asentamientos: así, por ejemplo, las “carreteras en túnel” allanaron el camino al bloque Etzion convirtiéndolo –en la práctica– en un prestigioso suburbio del sur de Jerusalén. Las garantías dadas a los colonos en el Acuerdo Provisional obviaron la necesidad de un arreglo permanente que habría requerido su evacuación; de ese modo, más israelíes se habrían sentido tentados a ir a vivir en esos asentamientos y a solicitar que les permitieran quedarse en ese lugar.
* Israel no parecía estar preparado para la búsqueda de “medidas de construcción de confianza” relacionadas con la cuestión de la tierra y el territorio. Por ejemplo, la parte israelí podría haber compensado a los palestinos por la confiscación de tierras para construir las variantes mediante la devolución de cientos de miles dunam* que en los ochenta, en un malicioso proceso que incumplía la ley internacional, fueron declaradas “tierras fiscales”. Esto no se sucedió debido a que desde el principio Israel no abandonó su mantra de “tanto territorio como sea posible y tan pocos árabes como sea posible”. Así, el control de la Zona C, la prohibición de construcción y de acceso a la tierra a los palestinos, la construcción de los asentamientos y la red de carreteras de uso exclusivo de los israelíes, todo ello condujo a la creación de numerosos enclaves palestinos desconectados unos de otros que acabaron devorados por la expansión israelí. En un proceso que reprodujo en Cisjordania la realidad que caracteriza al enclave de Gaza. En el curso de las negociaciones de Oslo se ha invertido mucho pensamiento, no para avanzar hacia la paz sino para la creación de enclaves palestinos.
Amira Hass, 15 septiembre 2018
Fuente traducción (por Carlos Riba García)