“Cállense y márchense” – Un desliz freudiano del establishment occidental

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“Francamente, Rusia debería marcharse y callarse”. A primera vista, estas palabras del ministro de Defensa del Reino Unido, Gavin Williamson, en una declaración pública formal sobre la respuesta de Rusia a las asombrosas acusaciones de envenenamiento por espionaje del gobierno británico, son simplemente groserías.

Pero en realidad revelan mucho más que rudeza y falta de civismo, que son impropios de cualquier funcionario, incluso si es el servidor de Su Majestad, la Reina de Inglaterra.

¿A dónde puede marcharse el país más grande del mundo? ¿Dónde estaría lo suficientemente lejos Rusia, país que se extiende desde Europa hasta el final de Asia? Pero, además de la mala educación, estas palabras también revelan algo más que lo absurdo.

Considerada en mayor detalle, la declaración de Williamson es una especie de desliz diplomático o geopolítico freudiano. Sus palabras expusieron exactamente lo que el establishment occidental en su conjunto desea para la Rusia posterior a Yeltsin, pero hasta ahora había sido un tanto tímido a la hora de expresarlo públicamente de forma tan franca.

De hecho, las palabras de Williamson resuenan a lo largo de la historia, pronunciadas por los poderosos cada vez que enfrentan oposición o desafío a su gobierno. Víctimas, disidentes, rebeldes: a todos se les ha dicho que “se callen y se marchen” durante siglos de opresión.

¡Ustedes! Les declaramos culpable; serán exiliado, vuestras tierras arrebatadas y vuestros hijos vendidos como esclavos. ¿Se declaran inocentes? ¿Por qué no se callan y se marchan?

¡Ustedes! Bruno, Galileo, Martín Lutero, Martin Luther King (¡ya tuvimos suficiente de sus ideas extravagantes! ¡Confiesen sus mentiras o serán quemados en la hoguera! ¿Esto te parece injusto? ¿Por qué no se callan y se marchan?

¡Ustedes! Disidentes políticos que piden responsabilidad, transparencia e igualdad: si no quieren ser exiliados a Siberia, cállense y márchense.

No hay nada nuevo en esa actitud. Los alemanes y gran parte de la Europa “civilizada” querían que los judíos se callaran y se marcharan; ahora los judíos israelíes quieren que los palestinos se callen y se marchen.

Después del colapso de la Unión Soviética, Occidente se rebautizó a sí mismo con base en el mito de su propia propaganda. La unipolaridad es el único modelo, no hay alternativas, la historia ha terminado y cualquiera que piense lo contrario debería simplemente callarse y marcharse. Sigan el programa, o ya verán. Ya que el futuro está aquí, vamos a introducirlo mediante la fuerza. ¿Serbia, Irak y Libia tienen problemas con nosotros? Podemos bombardearlos hasta que se callen y se marchen.

El “poder hace lo correcto” funcionó espléndidamente durante un tiempo, y los éxitos de esta beligerancia miope habían confirmado a sus autores que tenían razón. No son los primeros dogmáticos que creyeron en su propia propaganda. El Imperio Romano, la Iglesia Católica y la ortodoxia soviética tenían la misma actitud hacia los puntos de vista disidentes.

Por supuesto, con el tiempo, la realidad llama a la puerta con tal fuerza que el establishment se da cuenta de que es mejor acomodarse a ella. Después de torturar a los cristianos y entregarlos como alimento a los animales, los bárbaros romanos adoptaron el cristianismo; después de quemar a sus oponentes en la hoguera, la Iglesia Católica se acomodó a otras religiones; después de encarcelar a los disidentes, los soviéticos se pasaron de la raya aceptando nuevas ideas, frecuentemente en detrimento de millones de rusos.

Pero la clase dirigente occidental aún no ha llegado a ese punto. Todavía están en la primera etapa de resistencia, en lo que podríamos llamar “la etapa Williamson”, en honor al burócrata que la ha formulado. El ascenso de Rusia y China significa que esos países están llamando a la puerta, anunciando:”Estamos aquí para quedarnos, no nos vamos a ir. De hecho, deben abrir paso. Ustedes son regímenes tiránicos y opresivos que encarcelan a periodistas y artistas. Son semicomunistas o criptocomunistas. No comparten nuestra opinión sobre la moralidad y la legalidad. Por lo tanto, será mejor que se callen y se marchen”.
El establishment occidental dirige la mayor parte de su ira hacia Rusia porque es el más ruidoso al articular la nueva realidad. El juego ha terminado: hay un nuevo alguacil en la ciudad, y su nombre es multipolaridad. Ustedes ya no son el poder hegemónico que controla todo, tanto la política como la ideología y la cultura.

Mientras una de las partes siga siendo implacablemente antagónica, el actual diálogo desequilibrado entre Rusia y Occidente está destinado a continuar. Occidente se está pasando de la raya en su intento de negar la realidad cambiante. Occidente deberá defender su derecho excepcional a la hegemonía y apaciguar la creciente oleada de quejas dentro de su reino, de modo que sin duda habrá más provocaciones e incidentes desafortunados por venir, y estos también se verán exacerbados de manera desproporcionada.

Para “poner a Rusia en su lugar” y “contrarrestar su agresión”, podemos esperar más declaraciones unificadas de los miopes servidores del Imperio, más llamamientos para rodearla de más bases de la OTAN y más millones de dólares de los contribuyentes destinados al armamento y la propaganda. Putin puede seguir probando y demostrando el nuevo armamento de Rusia para respaldar su legítima pretensión de que se le tome en serio, anunciando alto y claro que ha llegado el momento de hablar, y que Rusia ya no está dispuesta a desempeñar el papel del malo, el chivo expiatorio y el Estado paria. Pero es en vano: Occidente responderá con la fórmula Williamson.

Desgraciadamente, la historia nos dice que sólo hay dos maneras de salir de este atolladero: los líderes occidentales podrían algún día despertar, mirar por la ventana y darse cuenta de que el mundo ha cambiado, y que ya es hora de conducir la seguridad, la diplomacia y el comercio como los adultos, en lugar de decirles a los demás que se larguen.

Pero también pueden elegir persistir en su miopía. En la actualidad se nos presentan las opiniones de maníacos que declaran que Occidente no tiene que preocuparse por la confrontación con Rusia porque “ganaría” una guerra nuclear. Es cierto que todas las principales ciudades de Estados Unidos serían destruidas, pero las zonas rurales de Estados Unidos sobrevivirían, mientras que Rusia sería aniquilada por completo. ¿Qué tan idiota hay que ser para reclamar la “victoria” en el caso de que Moscú, San Petersburgo, Nueva York, San Francisco, Londres, Roma y París fueran borrados del mapa; mientras que la pequeña villa pueblerina permaneciera erguida, a diferencia de la pequeña Leninovka, que habría sido reducida a escombros?

Pues bien, todavía se espera que prevalezca el sentido común, que este aferramiento espasmódico a viejas realidades, viejos clichés, viejas y cómodas mentiras, sea algo temporal, un mecanismo de defensa psicológica con el que se retrasa la aceptación de lo inevitable. Tal vez uno de estos días, los pueblos occidentales intervendrán para decirles a sus líderes corruptos y psicológicamente perturbados:”Ya hemos oído bastante de ustedes, y ya no les creemos. Así que, ¿por qué no se callan y se marchan a sus paraísos fiscales caribeños?”

 

 

Vladimir Golstein
Sott.net
lun, 02 abr 2018

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