“El problema es Alemania, no Italia” – por Sergio Cesaratto
Enemigo del euro, el economista Sergio Cesaratto arroja aquí un poco de luz sobre el conflicto que enfrenta a los mandatarios europeos con el gobierno italiano. Cesaratto (de quien El Viejo Topo publicará en breve su exitoso Seis lecciones de economía) imparte clases en la Universidad de Siena sobre Crecimiento económico y Políticas fiscales de la Unión Europea.
—El Comisario de Asuntos Económicos, Moscovici, y el responsable de Estabilidad Económica de la UE, Dombrovskis, han declarado que el gobierno italiano va abierta y conscientemente en contra sus compromisos consigo mismo y con otros Estados miembros. Le acusan de violar el Pacto de Estabilidad y Crecimiento.
—Pero ese es un pacto absurdo, porque durante la fase de depresión los presupuestos públicos tienen el deber de entrar en déficit y apoyar la economía. Lo que sí es necesario es reducir los intereses de la deuda, y el BCE dispone de los medios para intervenir y facilitarlo.
—Dombrovskis reprocha al gobierno italiano que pretenda resolver el déficit incrementando la deuda, en vez de presentar un presupuesto equilibrado.
—Gastamos 65.000 millones al año en intereses –el mismo dinero que damos a la educación– nos dice Moscovici. Bien, ¿queremos reducir la deuda para reducir los intereses? Hagámoslo, pero con cuidado, porque esta es la receta que en los últimos años ha matado a la economía italiana. En lugar de reducir la deuda, primero reduzcamos el tipo de interés, de modo que liberemos recursos para apoyar la demanda, y así también lograremos reducir la deuda.
—¿Y cómo reducir el interés?
—Los tipos de interés no los deciden los mercados, sino los bancos centrales cuando quieren hacerlo. Si no quieren, dejan que lo hagan los mercados. Y ese es precisamente el problema de nuestra deuda, que ha empeorado desde que los mercados tomaron el relevo del banco central. Si el BCE quiere, puede hacerlo. Ya lo hizo en 2010-2012, comprando bonos del Estado de unos pocos países, valores griegos, irlandeses, portugueses, españoles e italianos… Si el BCE empezara a comprar valores, los mercados recuperarían la confianza en la deuda pública de Italia y los tipos de interés caerían. Y el gobierno podría usar lo que se ahorre en el pago de intereses para implementar su programa electoral.
—¿Cree que el BCE lo hará?
—No, no lo hará. Para empezar, porque Draghi está acabando su mandato. En segundo lugar, porque primero debería convencer a los alemanes. En 2012 pudo pronunciar el famoso discurso de “lo que sea necesario” solo porque convenció a Merkel de que, de lo contrario, el lunes siguiente ya no existiría el euro.
—Japón tiene un ratio deuda/PIB del 250%; Grecia del 180% e Italia del 132%. ¿Por qué se preocupan tanto los inversionistas en el caso italiano?
— Al evaluar la sostenibilidad de la deuda pública hay que tener en cuenta dos factores: 1) Si está denominada en moneda nacional o extranjera; 2) Si está principalmente en manos de acreedores nacionales o extranjeros.
Una deuda denominada en moneda nacional y en manos de residentes se considera generalmente segura. Este es el caso de Japón. En particular, en Japón, los principales tenedores de bonos del Estado son su banco central y el sistema financiero nacional, que no se espera que vayan a especular contra su propio gobierno. El hecho de que la deuda pública japonesa se mantenga a nivel nacional no es sorprendente. Dado que Japón tiene tradicionalmente superávit de comercio exterior, la economía no depende de préstamos externos. Además, su deuda está denominada en yenes y el gobierno puede confiar en el Banco de Japón como comprador final, lo que tranquiliza a los inversores privados. Esto también significa que los tipos de interés –y el rendimiento de los bonos– están bajo control. Este círculo virtuoso mantiene estable la relación deuda/PIB. Si la deuda de Japón estuviera denominada en moneda extranjera y en manos de no residentes, la economía estaría expuesta a oleadas de pánico financiero. En el caso de Grecia, España e Italia, no existe ningún banco central que pueda actuar como comprador de último recurso.
El problema de la deuda pública italiana es su denominación en moneda extranjera (el euro) y la falta de un banco central nacional, cosas que van de la mano con la ausencia de control de los flujos de capital. Pero, a diferencia de España, Italia no tiene una exposición significativa con países extranjeros.
—¿Cómo llegó Italia a este nivel de endeudamiento? ¿Es por despilfarro o es un asunto más sistémico?
—El gran salto de la deuda pública italiana tuvo lugar en los años ochenta. Los setenta fueron un período de conflicto social que condujo a la inestabilidad de los precios. Sin embargo, un tipo de cambio flexible mantuvo la competitividad exterior, mientras que la política del Banco de Italia impidió el aumento de la deuda pública. A finales de la década, la élite italiana eligió un nuevo régimen de política económica basado en el tipo de cambio fijo y un banco central independiente.
Sin embargo, la pérdida de competitividad exterior provocó problemas de demanda agregada y, como dijo Stiglitz, los países con déficit por cuenta corriente persistentes o en expansión a menudo se ven obligados a contraer déficit fiscales para apoyar la demanda agregada. “Sin déficit fiscal, tendrían un alto nivel de desempleo”, escribió Stiglitz en 2010. Estos déficits fiscales y los elevados tipos de interés necesarios para mantener la paridad de los tipos de cambio en el SME provocaron la explosión del ratio deuda pública/PIB. El intento de imponer una “restricción externa” está en la base del problema de la deuda italiana.
Aunque Italia ha recuperado el aliento desde que dejó el SME en 1992, ha repetido el error de atarse las manos con su participación en la Unión Monetaria Europea. En la primera década del euro, Italia utilizó los tipos de interés más bajos y una política fiscal restrictiva para reducir el ratio deuda/PIB de alrededor del 125% al 100%, al precio del estancamiento de la demanda interna, que ha frenado la inversión y el crecimiento de la productividad.
La pérdida de competitividad externa –también debido a las políticas neomercantilistas alemanas– no ha ayudado. Como consecuencia de la crisis financiera y, sobre todo, del retraso en la intervención del Banco Central Europeo y de la imposición de la austeridad, el ratio deuda/PIB volvió a aumentar hasta el 130%.
Italia necesita desesperadamente una reactivación de la demanda interna a través de una política presupuestaria expansiva. Esto requiere que los tipos de interés se mantengan comparables a los niveles franceses. Italia ha sido rigurosa en sus cuentas públicas desde 1991, mucho más que Alemania, por lo que merece un apoyo. Por supuesto, se debe firmar un pacto de sangre para estabilizar la relación deuda/PIB, o para reducirla lentamente de manera compatible con el crecimiento.
—Sin embargo las agencias de calificación y los mercados internacionales están ejerciendo cada vez más presión. Y la Comisión Europea pide más disciplina fiscal.
—El problema de la economía europea es Alemania, no Italia. Es la mentalidad de la élite alemana, caracterizada por un modelo mercantilista que insiste en la moderación fiscal y salarial. Sostengo que la disciplina europea (o alemana) es la principal responsable del aumento de la deuda pública, el estancamiento económico y el declive. Los mercados financieros están asustados porque los inversores temen que Italia pueda descarrilar como resultado de la expansión fiscal sin el apoyo europeo.
—Usted reprocha a Alemania haber violado las reglas del juego, no solo las que recogen los Tratados, sino también las no escritas pero reconocidas por la disciplina económica como necesarias para el funcionamiento de un sistema de tipo de cambio fijo como el euro. ¿Qué reglas viola Alemania?
— Una economía excedentaria necesita llevar a cabo políticas económicas expansivas; exactamente lo contrario de lo que está ocurriendo ahora con Alemania y sus políticas mercantilistas, que dan como resultado un superávit desproporcionado y adopta una política fiscal restrictiva con superávit presupuestario. En concreto, Alemania viola dos reglas básicas: durante años ha tenido un superávit comercial muy superior al 6% establecido por el Six Pack, un reglamento europeo; se niega a abandonar la moderación salarial para impulsar la demanda interna y, por lo tanto aumentar las importaciones, y al hacerlo también viola dos reglas que de hecho no están escritas: la de la convergencia, en la zona euro, de las tasas de inflación cercanas al 2%, y la de mantener el crecimiento de los salarios nominales en línea con la productividad.
—En su último libro se habla de “doble moral”, un concepto, el de moral, que generalmente tiene muy poco que ver con la economía. A menos que se esté refiriendo al ordoliberalismo, un pensamiento económico germano vinculado a la economía social de mercado…
—Sí, por supuesto me refiero al ordoliberalismo, una ideología –me resulta difícil llamar a esta mezcolanza de palabras una economía– que impregna la forma de pensar de las élites alemanas. El pensamiento ordoliberal se ha convertido en portador de un juicio moral en la economía a través del “principio de responsabilidad” y el consiguiente concepto de “culpa”, y todo lo que no es un presupuesto equilibrado se ha convertido en inmoral: la deuda es inmoral, etc… Pero como suele suceder, el moralista es el mayor pecador. El Estado alemán ha ayudado a los bancos alemanes con cientos de miles de millones, y eran bancos especulativos que estaban en crisis porque fueron los protagonistas de la crisis financiera estadounidense. La deuda de guerra alemana fue en parte perdonada y en parte aplazada, pero la benévola Berlín no tuvo la misma actitud con Grecia. Y con la crisis, Alemania se ha sobreequipado: el euro débil ha favorecido aún más sus exportaciones, la fuga de capitales de los países periféricos a sus bonos del Estado ha conllevado enormes ahorros en los gastos de intereses. Se ha calculado que entre 2010 y 2015 el Estado alemán ha tenido un ahorro de intereses de 100.000 millones de euros, ¡equivalente al 3% del PIB!
—La Lega Norte parece estar empujando a la economía hacia un modelo orientado a dar facilidades a las empresas, fomentando una generosa reducción de los costes empresariales: un impuesto fijo con dos niveles (15-20%) y ningún aumento del IVA. El Movimiento 5 Estrellas piensa en un estímulo impulsado por la demanda, con un ingreso mínimo garantizado (780 euros) y una revisión de las reformas de las pensiones. ¿Puede Italia hacer todo eso y mantener un déficit presupuestario inferior al 3%, o incluso al 1,6%, como afirma el Ministro de Economía Giovanni Tria?
— Si Italia tuviera que hacer frente a las mismas tasas de interés que Francia en la deuda pública, podría permitirse una política fiscal expansiva moderada, consistente con la estabilización de la relación deuda/PIB.
En mi opinión, la posición del Gobierno italiano debería ser la siguiente: Italia ha mantenido un buen nivel de disciplina fiscal desde 1991 (superávit primario); si no fuera por las políticas equivocadas de la UE y del BCE, el ratio deuda/PIB se situaría en el nivel francés (100%). En cualquier caso, un 130% no es muy diferente. ¿Por qué Italia no debería obtener apoyo europeo a cambio de un compromiso para estabilizar el ratio deuda/PIB al nivel actual? Eso es razonable.
Desafortunadamente, Berlín dirá nein. Con el cambio en la gestión del BCE y un gobierno alemán más a la derecha, las cosas podrían incluso empeorar. Italia debería entonces prepararse para la salida. El principal problema de una salida sería la posible represalia franco-alemana. Demasiado para los sueños europeos del presidente Mattarella.
—Como economista, ¿qué políticas cree que ayudarían más al crecimiento italiano?
— Italia no necesita un impuesto fijo, sino una campaña contra la evasión fiscal. Por supuesto, siempre que sea posible, sería deseable que los impuestos fueran más bajos, pero esa no es la prioridad. La economía debe dar prioridad a las familias que se encuentran por debajo del umbral de pobreza. Sin embargo, preferiría un plan de empleo en lugar de una renta básica generalizada. La infraestructura y la educación también son prioridades.
—Los bancos italianos, griegos y españoles tienen una gran cantidad de préstamos morosos. Esto se debe en parte a las personas que no pueden pagar sus préstamos y en parte a que las pequeñas y medianas empresas ya no son rentables. ¿La disciplina fiscal está ayudando a los bancos a reducir sus préstamos en mora?
—La morosidad es claramente el resultado de la austeridad. Por tanto, continuar con las mismas políticas no ayuda. La ausencia de un banco central que cubra la deuda pública y el aumento de los tipos de interés también afectan al coste del crédito para las empresas y los hogares italianos. Los bancos italianos cumplen con su trabajo de apoyar la economía. Los grandes bancos alemanes son instituciones especulativas, y están entre los protagonistas de la crisis financiera estadounidense. Todavía están repletos de activos tóxicos. La opinión pública alemana debería estar mejor informada al respecto. Como señala Adalbert Winkler, los economistas alemanes se quejaron cuando Draghi se movilizó para apoyar la deuda pública italiana, pero no dijeron nada cuando el gobierno alemán salvó a sus bancos atrapados en la crisis estadounidense. La actual caída del valor de los títulos del Estado italiano también ha tenido un impacto negativo en los balances de los bancos italianos. Por supuesto, forzarlos a deshacerse de ella sería un suicidio.
—El Banco Central Europeo pondrá fin a su programa de adquisición de valores en diciembre de 2018. ¿Cómo afectará esto a la economía italiana?
— No cambiará mucho, los bonos del Tesoro italiano ya están fuertemente penalizados, injustificadamente. Por supuesto, si se produjera un ataque especulativo a la deuda italiana, tener un Draghi o un Trichet marcaría una diferencia. En este sentido, parece que Alemania también quiere evitar un nuevo presidente polémico como Weidmann. Sin embargo, las reformas de la gobernanza económica europea propuestas por Berlín son desestabilizadoras. La intención es privar a la Comisión Europea del poder de controlar y sancionar el cumplimiento de las normas fiscales, entregándolas a un Fondo Monetario Europeo y finalmente a los mercados. Esto deja poco espacio para la negociación política, y en última instancia es suicida. Ningún gobierno italiano puede sumarse a estas reformas.
—¿Italia destruirá la zona euro?
— Mi respuesta espontánea sería: “Eso espero”. Creo que la zona euro es una jaula antidemocrática. Hasta cierto punto, esto también se aplica a la UE, que es una institución neoliberal. Por ejemplo, la UE ha prohibido las políticas industriales patrocinadas por el Estado y ha obligado a Italia a privatizar sus empresas públicas, principalmente vendiéndolas a empresas extranjeras, que a menudo las han desmantelado.
Italia destruirá la zona euro si Bruselas empuja al país a su destrucción a través de la especulación del mercado y las políticas de austeridad. ¿Quién está destruyendo la Eurozona y el comercio mundial, Italia o los superávits fiscales y exteriores de Alemania? Mi temor es que, aunque se vea expuesta a un ataque financiero y a una troika, Italia no se rebelará contra los dictados y permitirá que un nuevo Mario Monti masacre el país en nombre de Europa. Desafortunadamente, la tragedia griega nos enseña que la resiliencia de la gente ante las dificultades económicas (y a la estupidez) es infinita.
—En cualquier caso, el hecho de que no existan normas para la salida del euro pone a todos los países ante un salto en el vacío en el caso del eurexit o de la ruptura del sistema del euro, una posibilidad que no debe excluirse en caso de que se produzca una nueva crisis financiera. ¿Qué significaría la salida del euro para Italia?
— La perspectiva de una reforma progresiva de la zona euro es más bien negra. La lógica alemana impulsa a que nos alimentemos en los mercados hasta que seamos disciplinados (¡como si realmente fuéramos indisciplinados!). En el caso de una crisis financiera y un ataque de los mercados a la deuda pública italiana, las hipótesis son: a) Troika más un nuevo Monti (ya hace tiempo que está preparado: Enrico Letta, con quizás Draghi como Presidente de la República). b) Salida. La salida implica problemas formidables tanto a corto como a largo plazo. Mucho depende de si hay o no represalias europeas. En resumen, a corto plazo, los “amigos” europeos pueden desconectar Target 2, el sistema de pago electrónico en el que viajan nuestras operaciones bancarias. Sería una parálisis, pero también un acto de guerra contra nosotros. A medio plazo, existe el problema de la deuda externa no renegociable. Se trata de abrir negociaciones. Menos preocupante es el frente devaluación/inflación, sobre el que se están pronosticando los catastrofismos más tontos. La devaluación de la lira sería limitada. La inflación debe ser controlada por una política de ingresos estricta. Los salarios aumentarán a medida que aumente la productividad. Sería importante que con el espacio que nos diera la devaluación se pudiera proceder a una expansión fiscal para que el empleo y la productividad se reanuden de inmediato. Pero el punto clave sería la actitud de Francia y Alemania.