El gran carnaval del mundo – Jose Francisco Fernández Bullón
No deja de ser sumamente revelador que ahora que España y la mayoría de países occidentales padecen el desgobierno de socialistas y comunistas, las condiciones laborales del sufrido proletario al que siempre rindieron falso culto sean peores que nunca. Abundan por doquiera los trabajos basura, las pequeñas y medianas empresas se enfrentan a todo tipo de obstáculos y cortapisas mientras que los políticos de izquierda despliegan la alfombra roja frente a las grandes corporaciones de capital apátrida que esconden sus capitales en paraísos fiscales. Los únicos que se benefician a corto plazo del programa de la izquierda son los burócratas, los chupatintas a sueldo de un estado corporativo que asfixia a los ciudadanos con impuestos y gravámenes destinados a alimentar esa inmensa y cautiva burocracia.
Lo única cuestión que preocupa a los socialistas, que es lo mismo que decir globalistas, es la exaltación del feminismo y del transexualismo, especialmente éste último y la razón de este extraño fenómeno la encontraremos si examinamos un poco las doctrinas ocultas que dieron origen al socialismo que no es otra cosa que ingeniería social disfrazada de filantropía. El dios de los verdaderos ingenieros del socialismo no es otro que Baphomet, el dios de los templarios satanistas, una deidad hermafrodita con pechos de mujer y genitales masculinos. El dios de los socialistas son las prostitutas transgénero que hacen la carrera en la Casa de Campo. ¿Acaso existe alguna forma más efectiva de subvertir todas las normas éticas o morales, que es el objetivo de la secta satánica de los illuminati, que elevar a los altares a una zorra?
El travestismo siempre fue una cosa teatral o carnavalesca, yo diría que de carnaval de pueblo especialmente, algo propio de esas celebraciones caóticas donde se subvertían por unos días todas las normas sociales. Con ese travestismo ocasional y festivo muchos se liberaban por unas horas de las tensiones inherentes a la condición de varón, de las responsabilidades que conlleva ser un hombre o al menos de intentarlo, responsabilidades de las que las mujeres estaban exentas y todavía lo están hasta cierto punto; una mujer puede permitir el lujo de fracasar en la vida, un hombre no, para él no hay disculpa posible. A nadie se le ocurriría decirle a una mujer que es una fracasada. Pero ahora el carnaval tiene lugar durante todo el año, estamos viviendo la liquidación de la civilización y del mundo. Aquí y ahora con confeti, pero más tarde lo harán con bombas como sucede en Ucrania.
El travestismo era también como hemos dicho un fenómeno propio de la escena teatral, un espectáculo vodevilesco, y es significativo que fuera igualmente sobre las tablas donde las mujeres se reservaban con frecuencia un rol protagonista. Mientras se mantenga confinado en esos estrechos límites, el travestismo podría considerarse hasta cierto punto “saludable”.
Un hombre travestido resultaba siempre extremadamente cómico (ahora resulta algo más bien siniestro) el público se liberaba a base de carcajadas de los rigores, la obligaciones y las servidumbres de la vida cotidiana. El travestismo en la mujer, por contra, no inducía a la risa. Una mujer vestida de hombre no resultaba risible, resultaba en todo caso una figura un tanto inquietante; aunque la mujer ya se ha apropiado de prácticamente todas las prendas masculinas y no sabemos a que prenda podría recurrir ahora para disfrazarse de hombre como no sea una sotana. Hace mucho que lleva los pantalones tanto en la vida pública, como la privada, en los parlamentos como en los hogares. Una mujer vestida de hombre pasa ya prácticamente desapercibida, pero un hombre vestido de mujer nunca lo hace y esto nos dice mucho de quién está obligado en el fondo a llevar los pantalones. La obsesión, por cierto, de algunas mujeres por convertirse en sacerdotes nos asombra, pueden aspirar a una dignidad mucho mayor, pueden ser profetisas, sólo que esa dignidad la confiere Dios que es también quien elige a los verdaderos sacerdotes. Los que se eligen a sí mismos no nos importan un rábano. Son meramente intrusos que ingresan en los seminarios para torcer sus caminos.
Puede que para algunos individuos adultos sumamente incómodos con el género al que pertenecen, como consecuencia probablemente de profundos traumas infantiles, esa operación cosmética que constituye el cambio “aparente” de sexo, suponga algún tipo de solución o remedio para su condición. Pero quizás deberían platearse mejor viajar al carnaval de Río de Janeiro, o apuntarse a la farándula, el teatro siempre ha sido el refugio de aquellos inconformistas que no encajan en ningún sitio. Es, por así decirlo, su sagrado. Y una de las funciones sociales que cumple ese medio, todas ellas importantes. En cualquier caso ¿no se convierte la existencia de todo aquel o aquella que se somete a dicha intervención quirúrgica en algo completamente teatral? Puede que no debamos impedir que un adulto haga con su cuerpo lo que quiera, pero lo que no se puede tolerar es que algunos políticos globalistas desaprensivos mutilen o jueguen con el bienestar y el futuro de niños inocentes y vulnerables que se hallan en plena fase de desarrollo, que ni siquiera han despertado todavía al sexo o se hallan en la fase más crítica de su crecimiento, (o sea: en la pubertad), cuando acaban de despertar al mismo y se hallan confusos y desorientados antes unos cambios hormonales y unos impulsos desconocidos que aún no han podido asimilar del todo. ¿Hay algo más repulsivo que valerse de su desconcierto para empujarlos a someterse a una intervención que destruirá con toda probabilidad sus vidas y los marcará para siempre? No existe prueba más contundente que esta de que vivimos bajo la égida de un estado satánico y globalista verdaderamente “castrante”.
Es la nuestra una época degradada en extremo o in extremis en la que los hombres “de pelo en pecho” dejan que mutilen y castren a sus hijos. Mañana se los comerán, como sucedió en la Jerusalén sitiada por los ejércitos babilonios, una Jerusalén que hace tiempo que volvió a caer en manos de escitas, hunos o babilonios, me da lo mismo. Resulta significativo que tan pronto como Sadam Hussein pretendió convertir a su país en el nuevo imperio babilónico y se declaro su heredero, rodó su cabeza. Los relatos y admoniciones bíblicas nos muestran así su eterna vigencia.
Uno esperaría que las mujeres “feministas” dieran lección de verdadera hombría y lideraran la insurrección contra la tiranía como sucedía en “Fuenteovejuna”, pero no lo han hecho, lo cual indica que el feminismo no sirve absolutamente para nada, es una doctrina propia de marimachos que se complacen en humillar a los varones sin asumir sus responsabilidades: como la de liderar la batalla por la justicia.
Los globalistas están promoviendo el feminismo justo cuando ya no es necesario y denuncian con frecuencia el machismo, pero no el machismo más nocivo: el de las mujeres. Hace mucho que las mujeres disfrutan de los mismos derechos que los hombres y si no ejercen esta o aquella profesión es simplemente porque no quieren. el feminismo tenía su razón de ser en épocas o lugares donde la mujer estaba excesivamente encorsetada y oprimida, no ahora, no en Occidente al menos. El feminismo actual es un arma en manos de los satanistas para dividir a la sociedad y alterar la convivencia; y lo mismo se puede decir de su supuesta lucha contra el racismo. América o Europa pudieron ser racistas en el pasado, pero ya no lo son. Los racistas son ellos, los globalistas que han emprendido una absurda cruzada contra la raza blanca, es decir contra ellos mismos en gran media, lo que da una idea de lo desequilibrados que están. Los hombres blancos, especialmente si son gentiles, ya no tienen derechos, sólo deberes.
Siempre han existido mujeres excepcionales destinadas a jugar un rol protagonista en la vida pública (podemos citar mucho ejemplos: Juana de Arco, Isabel la Católica, Isabel I de Inglaterra, la princesa de Éboli…) Esas mujeres siempre se abren paso en la sociedad y en la vida, no necesitan ninguna cuota. Un ejemplo actual sería Eva Vlaardingerbroek, la abanderada de los granjeros holandeses que se han rebelado contra la tiranía globalista.
Pero de entre todas las mujeres singulares, Juana de Arco sigue siendo el caso más insólito, es el suyo un misterio que nunca dejará de asombrarnos. Francia necesita ahora más que nunca otra mujer como esa.
Lo que está claro es que esas mujeres excepcionales siempre han sido una minoría, la mayoría de aquellas que no han sido “adoctrinadas” prefieren permanecer en un discreto segundo plano, a no ser que sean artistas.
Prefieren descollar en el ámbito privado (siempre fueron el alma de los salones). Prefieren ejercer su poder, por así decirlo entre bastidores, y es que en el fondo, siempre gozaron de un poder equiparable al del hombre sólo que era un poder secreto, solapado, inconsciente en gran medida. Un poder que no tenía por que ser malévolo, podía ser inmensamente beneficioso, pero un gobernante secreto o en la sombra, no lo es nunca. Es un hipócrita. Un gobernante está obligado siempre a dar la cara. Ahora que tantas mujeres han decidido pasar a un primer plano y llevar la voz cantante aunque sea en falsete, el machismo de los hombres se ha exasperado, los hombres se han vuelto brutales y se dedican entre otras cosas al tráfico de mujeres. Y los que no lo hacen se convierten en bragazas. El bruto y el calzonazos son los dos polos en torno a los cuales gravitan ahora mismo los varones.
Aquellos que se niegan a convertirse en matones o en mafiosos no tienen otra opción que cambiar de sexo y convertirse, no en mujeres, sino en arpías; a los transgénero globalistas sólo les faltan las alas de murciélago que los doctores satanistas deben de estar ya pensando en implantarles de alguna forma. Con la emergencia creciente del estado en la sombra, del estado secreto, los hombres de mérito se han visto condenados la mayoría a vivir en la sombra. A llevar una existencia anodina. La banca globalista y masónica siempre se apoyó en las mafias para ejercer su imperio. Fue ella quien las fundó. Si el masón Mazzini creo la mafia en Italia, más tarde desmantelada por Mussolini, serían los altos mandos del ejército estadounidense los que restaurarían el poder de los mafiosos en Sicilia y otras partes de Italia, y ahora las mafias mejicanas amparadas por la CIA han cruzado la frontera de Estados Unidos y los cárteles de la droga mejicana tiranizan a los granjeros norte americanos. Y es que en esta vida más tarde o más temprano todo se paga.
Probablemente al hecho de que haya tantas mujeres que no tienen nada de excepcional en política se debe que las naciones se hayan convertido en siervas del estado profundo, de una minoría luciferina. Este protagonismo va de la mano de la exaltación de la bruja, propia de nuestro tiempo convulso, y que no se ha dado en ningún otro período que yo sepa. Proliferan las sectas satánicas por todas partes y se ha llegado a legalizar el satanismo y la práctica de la hechicería algo que habría horrorizado a un Nerón o a un Calígula.
Es preciso subrayar por otra parte que lo que se entendía por derechas ya no existe, la derecha es la comparsa de la izquierda porque la derecha se ha vuelto tan gnóstica como la izquierda y lo único que defiende en España son los toros y las procesiones de Semana Santa tan, por así decirlo, carnavalescas. Defienden no la soberanía de las naciones sino su folklore pintoresco. Es una derecha pues meramente folklórica. En vano pretenden algunas organizaciones conservadoras que Isabel Díaz Ayudo derogue la ley trans o se comprometa a ello, nunca la hará a menos que se vea obligada por una presión popular abrumadora. La derecha no es ya más que la comparsa como hemos dicho de la izquierda y está ahí para hacer creer a los votantes que existe una alternativa a la tiranía gnóstica globalista . Cuando el socialismo se presentó como lo que no era: el defensor de los desamparados, una tarea sagrada, religiosa, que sólo podía y debía ejercer el clero o un cristiano, la derecha nacionalista se atrincheró en los salones de los grandes magnates y le dio la espalda al pueblo a quien temía y del cual desconfiaba.
Los términos izquierdista o derechista siempre fueron en cualquier caso, equívocos, coyunturales, propios de un periodo histórico que está llegando a su fin.
La secta maquiavélica de Jacob Frank fue quien desencadenó la revolución francesa que dio lugar al concepto de la izquierda política, es decir la facción de aquellos que se sentaban a la izquierda del monarca francés y que luego le cortarían la cabeza. Porque lo que se entiende por la izquierda o el socialismo y el comunismo nunca fueron una doctrina política sino religiosa; la doctrina religiosa gnóstica de los seguidores de Sabbatai Zevi y su sucesor Jacob Frank los fundadores de la secta de los Illuminati, y que era prácticamente una copia exacta de la doctrina del nihilista gnóstico Carpócrates del siglo II de nuestra era
Como señala Gershom Scholem en un libro que detenta el significativo nombre de “La Santidad del Pecado”:
Ambas doctrinas comparten no sólo la línea general de pensamiento, sino que algunos de los símbolos y términos son exactamente los mismos.
Todo esto no le resulta en absoluto sorprendente a dicho autor pues al igual que los seguidores de Jacob Frank, los gnósticos de la antigüedad desarrollaron su pensamiento dentro de un marco bíblico, pero eso sí, invirtiendo por completo los valores bíblicos.
En ambas doctrinas se declara que Esau y Balaam eran los adoradores del “Buen Dios” y las dos convirtieron a la serpiente del Jardín del Edén en el símbolo de la Gnosis y la salvación, la auténtica “Sabiduría Divina” que libera a los hombres del imperio maléfico del Demiurgo induciéndoles a desobedecer todas sus leyes e instituciones.
Ésta doctrina aberrante de cuyo carácter satánico no cabe ya dudar es la que profesaban los arquitectos de la revolución francesa, los que incubaron más tarde en las logias al socialismo y al comunismo y los grandes banqueros como los Rothschild que financian a los políticos títeres globalistas.
No me cabe la menor duda que el término jacobino fue elegido por los conspiradores illuminati para homenajear a su verdadero líder “Jacob” Frank, y no porque se reunieran en el antiguo monasterio de los frailes dominicos conocidos también popularmente como los frailes jacobinos. Si eligieron precisamente ese enclave como lugar de encuentro fue probablemente por esa coincidencia en cuanto al nombre que les permitía rendir tributo a su líder sin revelar su identidad. Y es que a los conspiradores masónicos illuminati les divierten y encantan ese tipo de suplantaciones. Los jacobinos no eran otra cosa, ya lo supieran o no, que los seguidores de Jacob Frank.
Scholem señala que el sueño o la pesadilla de los Sabateos de abolir todas las leyes y convenciones se hizo realidad con el triunfo de la revolución francesa, lo que no hace por razones obvias es sacar la conclusión más simple y es que fueron ellos los discípulos de Jabob Frank, los que desencadenaron dicha revolución con sus intrigas. No en balde el mismo autor nos recuerda que los sobrinos de Jacob Frank jugaron un papel fundamental en los círculos revolucionarios de Strasburgo y París.
¿Quién le iba a decir a Carpócrates que su disparatada doctrina se iba a convertir en la religión de los líderes mundiales en la sombra 18 siglos después de su muerte?
Hubo intentos, desde luego, dentro de la Iglesia de crear movimientos que lucharan por la justicia social, uno de los deberes fundamentales de la misma, pero fueron estrangulados por la campaña propagandística de los banqueros gnósticos sabateos que utilizaron las injusticias sociales y la explotación de los hombres durante la revolución industrial para responsabilizar falsamente al cristianismo de todas las desigualdades e injusticias que ellos habían provocado y acabar así con el mismo.
Es ahora que las desigualdades sociales se han acentuado de forma inaudita y sin precedentes en la historia gracias a las políticas de “izquierda” globalistas, cuando podemos comprobar que nunca se propusieron realmente reconstruir la sociedad sobre bases más justas, sino poner bajo el yugo de su culto satánico a toda la humanidad.
Con el triunfo de la gnosis, socialistas y comunistas, gnósticos en muchos casos sin saberlo, han abandonado ya toda pretensión de ser los abanderados de las clases bajas, las maniobras de sus financiadores los han dejado con el culo al aire y ya sólo pueden dedicarse a hacer aspavientos y presentarse como los defensores de los inmigrantes arrancados de sus países por las guerras provocadas por la CIA o por la OTAN, el supra ejército del estado independiente de City de Londres y facilitar su entrada en los países occidentales para acabar con la identidad de los mismos.
¿Cabe lugar para la esperanza? Sin duda. Como se indica en el libro de las mutaciones chino, el principio del mal no puede subsistir por sí mismo, sólo se sostiene parasitando a los hombre bienintencionados; una vez que ha corrompido completamente la sociedad, como ahora sucede, se desintegra y desmorona hasta que la civilización se reconstruye.
Jose Francisco Fernández Bullón, 25 de narzo de 2023
Publicado originalmente en Red Internacional