El “Russiagate” encubre la intromisión israelí y la guerra contra Irán
Un mes después de su impactante victoria y antes de su toma de posesión, uno de los principales miembros del equipo de transición de Trump, el Asesor de Seguridad Nacional Michael Flynn, se puso en contacto directamente con miembros del Consejo de Seguridad de la ONU y les instó a bloquear un proyecto de resolución que condenaba los asentamientos ilegales israelíes en el territorio palestino ocupado. El general Flynn mantuvo correspondencia con diplomáticos de varios gobiernos extranjeros (incluido el de Rusia) para conocer su postura sobre la resolución y trató de persuadirlos de que votaran en contra. Más tarde, Flynn se declaró culpable de hacer declaraciones falsas al FBI sobre sus conversaciones con el embajador ruso en Estados Unidos, Sergey Kislyak. El gobierno israelí admitió con franqueza que buscaba ayuda del equipo de transición de Trump y fue su yerno, Jared Kushner, quien le encargó la tarea a Flynn. Sin embargo, no es inusual que los funcionarios extranjeros se comuniquen con una administración entrante y Flynn presionó a los enviados de otras naciones además de Rusia.
Nada de esto impidió que los medios de comunicación pasaran por alto lo esencial de la declaración de culpabilidad de Flynn ante la investigación del Asesor Especial Robert Mueller, o sea que probablemente dio al FBI información incompleta sobre su comunicación con Kislyak sólo porque la campaña de Trump ya estaba siendo investigada por sus vínculos con el Kremlin. En un frenesí sin sentido, los medios de comunicación han asumido que esta correspondencia entre Flynn y un funcionario ruso era evidencia de un complot diabólico entre Trump y el Kremlin que ocurrió durante las elecciones. El hecho de que el equipo de transición haya coludido con Israel o el contenido real de sus conversaciones con el Embajador de Rusia se redujo a una nota al pie de página. No es que el trato ambivalente entre Israel y Trump no haya sido denunciado, sino que está normalizado y se considera completamente aceptable porque las relaciones con Israel son incuestionables.
Si hay un país extranjero que interfiere rutinariamente en las elecciones estadounidenses, es el estado de Israel a través de sus grupos de presión inconmensurablemente poderosos. Su organización más influyente es el Comité de Asuntos Públicos Estadounidense-Israelí (AIPAC por sus siglas en inglés), el cual no está obligado a registrarse como agente extranjero, mientras que sus tentáculos penetran en todos los aspectos del proceso democrático. El AIPAC sigue de cerca las elecciones estadounidenses en todos los niveles y chantajea al Congreso de Estados Unidos para que ignore deliberadamente la imprudente violación del derecho internacional por parte de Israel, su creciente ocupación ilegal de Palestina y los crímenes de guerra en Gaza y el Líbano. Por la misma razón, los medios de comunicación siguen encubriendo las masacres continuas de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) en la Franja de Gaza. Al tiempo que se cantan el mantra de que “Putin mata a los periodistas”, los francotiradores israelíes asesinan a periodistas palestinos que llevan la palabra “PRENSA” en el pecho frente a las cámaras. A su vez, el lobby sionista manipula el sesgo de los principales medios de comunicación e infiltra los listados de la comunidad de grupos de reflexión de la élite de Washington. Israel perturba las elecciones en Estados Unidos e impacta en los medios de comunicación mucho más que cualquier otro país, pero incluso mencionar este hecho puede hacer que un periodista sea relegado a publicaciones marginales o corra el riesgo de ser calumniado públicamente como antisemita.
Mientras que la culpa de la interferencia electoral se le ha atribuido directamente a Rusia, Israel ha logrado evitar todo tipo de escrutinio a pesar de las revelaciones sobre el PSY-Group. Entretanto, la consultora Cambridge Analytica, fundada por el director ejecutivo de Breitbart y estratega jefe de la Casa Blanca, Stephen K. Bannon, y el multimillonario pro-Trump Robert Mercer, se convirtió en el centro de la controversia cuando fue expuesta por minar ilegalmente los datos de millones de usuarios de Facebook mientras trabajaba para las campañas Trump y el Brexit. Sin embargo, según un informante, la empresa también había contratado a la empresa de seguridad privada israelí Black Cube para hackear unas elecciones en Nigeria. Black Cube es la misma agencia formada por ex agentes del Mossad implicados en el escándalo de Harvey Weinstein que desencadenó el movimiento #MeToo. ¿Por qué esta revelación no ha despertado el interés del equipo de Mueller ni de los medios de comunicación?
Israel también ha determinado gran parte de las otras medidas de política exterior de Trump, especialmente las relativas a su enemigo jurado, la República Islámica de Irán. El primer ministro Benjamin Netanyahu se opuso firmemente al marco del acuerdo nuclear a pesar de que los cables de espionaje revelaron que su propia agencia de inteligencia contradice sus afirmaciones sobre las capacidades nucleares de Irán. El motivo por el que Irán aceptó el acuerdo nuclear fue principalmente para aliviar el daño ocasionado por décadas de sanciones económicas por parte de Estados Unidos. La crisis en sí fue diseñada. En realidad, Irán puso fin a su programa nuclear hace mucho tiempo, pero su economía dañada lo obligó a aceptar los términos del ahora abandonado Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC). Como si esto fuera poco, se hizo público un fragmento filtrado recientemente donde Benjamín Netanyahu alardeaba de convencer a Trump de que se retirara del acuerdo con Irán, pero éste quedó enterrado entre las noticias durante la cumbre de Helsinki con Putin. Esta colusión no molestó ni un poquito a los demócratas, ya que ambos partidos aprobaron por unanimidad un paquete de ayuda de 38.000 millones de dólares a Israel para los próximos diez años.
Fue la opositora de Trump en las elecciones de 2016, Hillary Clinton, quien como Secretaria de Estado retiró a los Mojahedin-e-Khalq (Mujahidines del Pueblo de Irán) de la lista de organizaciones terroristas del Departamento de Estado en 2012. La organización militante (abreviada MEK, MKO o PMOI) es un grupo sectario en exilio que aboga por el derrocamiento violento del gobierno iraní y fue oficialmente designada como un grupo terrorista durante 15 años por EE.UU. Fue removida por la administración Obama después de un agresivo cabildeo de su rama política con sede en Francia, el Consejo Nacional de Resistencia de Irán (NCRI). Dos de los principales asociados de Trump (el halcón de guerra y Asesor de Seguridad Nacional John Bolton y su abogado que lo representa en la investigación Mueller, el ex alcalde de Nueva York Rudy Giuliani) se han reunido repetidamente con el MEK en los últimos años y han ofrecido discursos muy bien pagados en sus eventos a favor del cambio de régimen en Irán.
Comentario: Sí, la administración Trump está promoviendo activamente los intereses de la secta del MEK, pero como podemos ver, ésa es una política que trasciende a los administradores de la Casa Blanca y a las capitales occidentales.
Fundado en 1965, el MEK perpetró ataques terroristas durante todo el reinado del Sha que mataron a miles de iraníes y también incluyeron varios complots que costaron vidas del personal estadounidense. El grupo afirma hoy que los ataques que mataron a estadounidenses fueron cometidos por una facción marxista disidente del grupo durante un período en el que el Sha encarceló a su fundador, Massoud Rajavi, pero la evidencia de su violento pasado (y presente) es abrumadora. Éste es otro ejemplo de cómo Estados Unidos rebautiza el terrorismo cuando se ajusta a sus intereses al tiempo que conduce una guerra vagamente definida contra el mismo. La decisión de eliminar al grupo de la lista negra fue un movimiento politizado, ya que la actividad criminal del MEK nunca ha cesado. Otra motivación ha consistido en los estrechos vínculos del grupo con Israel, cuya agencia de inteligencia, el Mossad, ha entrenado a operativos del MEK para cometer asesinatos contra científicos nucleares iraníes.
En 1979, el MEK participó en la Revolución Islámica que derrocó al Sha respaldado por Estados Unidos. La realeza persa había estado en el poder por más de 2.000 años, pero la monarquía Pahlavi había sido reinstalada como una marioneta de EE.UU. después de un golpe de estado de la CIA/MI6 en 1953, con la aprobación de Winston Churchill y la administración de Eisenhower. El golpe de estado ilegal derrocó al primer presidente de Irán elegido democráticamente, Mohammad Mosaddegh, quien había nacionalizado la industria petrolera iraní y expulsado a compañías petroleras extranjeras como la Anglo-Persian Oil Company, más tarde conocida como British Petroleum (BP), famosa en la actualidad por el derrame de petróleo de Deepwater Horizon. El Sha gobernó brutalmente sobre Irán sirviendo a los intereses petroleros occidentales hasta la Revolución Islámica, que fue una gran pérdida para la hegemonía estadounidense la cual desde entonces ha tratado de revertir. Después del levantamiento popular, el ayatolá Jomeini consolidó el poder y expulsó a los elementos izquierdistas, liberales e islamistas rivales como el MEK. El grupo fue entonces proscrito y se exilió después de una insurrección fallida.
La retórica de Trump ha sido muy crítica con la OTAN y los medios de comunicación la han utilizado como una “prueba” más de su lealtad secreta al Kremlin, pero un análisis de sus acciones reales demuestra lo contrario. La OTAN ya se ha ampliado para incluir a Montenegro entre sus miembros y Trump está enviando armas a Ucrania para su guerra contra los separatistas pro-rusos. El Consejo de Seguridad Nacional añadió otros 200 millones de dólares de apoyo inmediatamente después de la cumbre de Helsinki, una medida que la administración Obama había rechazado. Incluso un alto miembro del Consejo Atlántico, un grupo de expertos financiado por la OTAN, evaluó que Trump ha adoptado una postura muy dura con respecto a Rusia a pesar de la sesión de fotos con Putin. Después de todo, la cumbre no resultó en el levantamiento de las sanciones ni en el reconocimiento de Crimea como territorio ruso, como algunos predijeron. Aparte de su retórica, ¿qué políticas ha promulgado Trump para apaciguar los intereses rusos?
Comentario: Ninguna, a menos que la retórica y las fotografías que son “favorables” a Rusia signifiquen algo. Lo cual, en el ámbito tan importante de “modelar la percepción pública”, aún podría tener algún valor.
Debemos aclarar el anterior “curso de acción real” recordando a los lectores que la administración del presidente de EE.UU. es sólo un elemento de la hidra del “gobierno de EE.UU.”
En cuanto a las diferencias entre sus declaraciones y políticas, lo que sigue siendo un misterio es la intención detrás de su diálogo con Rusia. Muchos especulan que es un esfuerzo por realinear a Washington con Moscú para detener el ascenso de China mientras crean una brecha entre Irán y Rusia. Si bien Putin pudo haber reconstruido la economía rusa, la afirmación de que Moscú se ha convertido en una “superpotencia” rival es muy exagerada; el principal rival geopolítico de Washington es China. El “giro de Obama hacia Asia” resultó ser un fracaso catastrófico, al igual que el intento de expulsar a Assad en Siria y el intento desesperado de respaldar encubiertamente el golpe de Estado gulenista fallido en Turquía. Independientemente de si la motivación de Trump es reajustar la política exterior de EE.UU. o la improbable posibilidad de que Putin accediera alguna vez a una alianza contra China, la narrativa imaginaria de la colusión rusa es un subterfugio que beneficia a Israel. Está ocultando involuntaria o intencionalmente al principal culpable de inmiscuirse en las elecciones estadounidenses: Benjamín Netanyahu e Israel.
La elección de 2016 fue un concurso sobre la mejor manera de acomodar los asientos del Titanic: de cualquier manera el imperio ha excedido su juego y el barco se estaba hundiendo sin importar el resultado. Se nos dice que los votantes estadounidenses, específicamente la “clase obrera blanca”, son demasiado estúpidos para pensar por sí mismos. No siguieron las órdenes de las “encuestas” que predijeron una probabilidad del 90% para una victoria de Clinton, que realmente menospreciaron las instrucciones sobre cómo votar. Se nos hace creer que optaron por elegir a un demagogo populista en lugar de la favorita de Wall Street porque la ”interferencia rusa” les lavó el cerebro, no debido a la colusión por parte del Comité Nacional Demócrata para amañar las primarias a favor de Clinton. Aparentemente, esta misma lógica no se aplica cuando Israel interfiere en las elecciones estadounidenses; su interferencia no priva a los estadounidenses de su autoridad en el proceso de votación.
Israel también está apoyando directamente el ascenso de la extrema derecha en Occidente por el que los mismos liberales han hecho sonar la alarma mientras acusan a Moscú. En la UE, Israel mantiene estrechos lazos con el presidente húngaro, Viktor Orban, y con las demás naciones del Grupo Visegrád 4 que están en el centro de la hostilidad contra los inmigrantes. Incluso está proporcionando ayuda militar al batallón neonazi Azov en Ucrania, que lucha contra los separatistas pro-rusos. Los vínculos entre la extrema derecha de Estados Unidos y las organizaciones sionistas tampoco son un secreto, ya que Steve Bannon habló en las galas de la Organización Sionista Estadounidense (ZOA, por sus siglas en inglés) a pesar de ser un supuesto antisemita. Israel acaba de aprobar polémicamente la ley del “Estado-nación judío” que refleja las leyes raciales de Nuremberg de la Alemania nazi e incorpora el etnonacionalismo y la exclusión total de los árabes en su propia definición como estado. Al mismo tiempo, la definición de antisemitismo se ha convertido en sinónimo de crítica a Israel, que es precisamente lo que está haciendo que los medios de comunicación hagan caso omiso de la colusión de Trump con Netanyahu con respecto al Russiagate. Es también la misma lógica esquizofrénica que permite que Israel se alinee con la extrema derecha.
Sobre el autor
Max Parry es periodista independiente y analista geopolítico. Su trabajo ha aparecido en medios como The Greanville Post, OffGuardian, CounterPunch y otros. Se puede leer su trabajo en Medium y se lo puede contactar en maxrparry@live.com