{"id":9961,"date":"2022-03-11T02:25:16","date_gmt":"2022-03-11T02:25:16","guid":{"rendered":"https:\/\/redinternacional.net\/?p=9961"},"modified":"2022-03-10T21:47:10","modified_gmt":"2022-03-10T21:47:10","slug":"el-punto-de-vista-bizantino-sobre-rusia-y-europa-por-laurent-guyenot","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/redinternacional.net\/2022\/03\/11\/el-punto-de-vista-bizantino-sobre-rusia-y-europa-por-laurent-guyenot\/","title":{"rendered":"El punto de vista bizantino sobre Rusia y Europa – por Laurent Guy\u00e9not"},"content":{"rendered":"
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“Los rusos son la promesa de una cultura venidera en un momento en que las sombras del atardecer se alargan sobre Occidente”, afirmaba Oswald Spengler en Prusianidad y socialismo<\/em> (1919), escrito entre los dos vol\u00famenes de La decadencia de Occidente<\/em> (1918-1922). En este \u00faltimo, predijo que tras el naufragio del “Occidente f\u00e1ustico” y el fracaso de la revoluci\u00f3n bolchevique, surgir\u00eda en Rusia una nueva fuerza civilizadora.<\/p>\n El Imperio fascista, el “Imperio de la Mentira” como lo llama Vladimir Putin, se opone con todas sus fuerzas. Pero pase lo que pase en los pr\u00f3ximos a\u00f1os, para los pueblos de Europa el sol saldr\u00e1 por el Este. El renacimiento de la fe y la moral en Rusia ha llegado para quedarse, gracias a una fuerte alianza entre el Estado y la Iglesia en defensa de los valores familiares tradicionales. Para medir la distancia con Occidente, mencionemos simplemente la ley federal ratificada en 2013 que proh\u00edbe la propaganda homosexual entre menores. S\u00f3lo se puede so\u00f1ar con algo semejante en Occidente. El 4 de diciembre de 2015, Vlad\u00edmir Putin, dirigi\u00e9ndose a la Asamblea Federal rusa como cada a\u00f1o, situ\u00f3 “la familia sana, los valores ancestrales tradicionales, la estabilidad como condici\u00f3n para el progreso, etc.” entre las principales prioridades de Rusia. S\u00f3lo por esta raz\u00f3n, Rusia debe convertirse en nuestro polo de atracci\u00f3n civilizacional.<\/p>\n En primer lugar, Rusia re\u00fane todas las condiciones para un equilibrio fruct\u00edfero entre el nacionalismo y el cristianismo. La ortodoxia rusa es la uni\u00f3n entre una naci\u00f3n y su Iglesia. Esta es la diferencia entre la ortodoxia y el catolicismo. Imag\u00ednese que Putin, en lugar de poder contar con la bendici\u00f3n del Patriarca de Mosc\u00fa, tuviera que ir a Roma a pedir la bendici\u00f3n de un Papa argentino. No podr\u00eda surgir ning\u00fan impulso nacional.<\/p>\n La Iglesia rusa tiene el karma de su lado: un gran n\u00famero de m\u00e1rtires durante la revoluci\u00f3n bolchevique. Aunque no siempre haya estado a la altura de este papel, la Iglesia rusa encarna la resistencia de la fe contra la dictadura comunista y su materialismo ideol\u00f3gico. De forma muy inteligente, algunos dir\u00edan que la Iglesia canoniz\u00f3 a la familia Romanov, que ahora es venerada en la Iglesia de Todos los Santos, construida en el lugar de su ejecuci\u00f3n. Mientras Estados Unidos desacredita las estatuas de sus h\u00e9roes, Rusia descubre otros nuevos y los convierte en semidioses. Habr\u00e1 que esperar mucho tiempo para que los cat\u00f3licos construyan aunque sea una simple capilla en honor a los Kennedy.<\/p>\n <\/p>\n La iglesia de Todos los Santos, dedicada a los Romanov<\/em><\/p>\n <\/p>\n El car\u00e1cter nacional de la Iglesia rusa es evidente en su arquitectura. Las bas\u00edlicas con c\u00fapula derivan del estilo bizantino. Esto es natural, ya que la Rusia moscovita es la hija espiritual de Bizancio. El \u00e1guila bic\u00e9fala del escudo ruso lo recuerda desde que Iv\u00e1n el Grande (1462-1505) se cas\u00f3 con la sobrina del \u00faltimo emperador bizantino. Constantinopla confi\u00f3 as\u00ed su alma a Mosc\u00fa. Desde entonces, Rusia es el \u00fanico reino ortodoxo.<\/p>\n La conversi\u00f3n a la ortodoxia bizantina se remonta a la Rus de Kiev, cuando el rey Vladimir (980-1015) fue bautizado y se cas\u00f3 con una hermana del emperador bizantino Basilio II. Junto con su hijo Yaroslav, hizo que los arquitectos bizantinos construyeran una catedral de Santa Sof\u00eda en Kiev, basada en la de Constantinopla. A partir de esta fecha, explica John Meyendorff en Byzantium and the Rise of Russia<\/em>, “la influencia de la civilizaci\u00f3n bizantina en Rusia se convirti\u00f3 en el factor determinante de la civilizaci\u00f3n rusa”. [1] Durante el cisma de 1054, y a lo largo de las vicisitudes de Constantinopla, Rusia se mantuvo fiel al rito bizantino. Incluso despu\u00e9s de 1261, cuando Constantinopla era s\u00f3lo una sombra de su glorioso pasado, conserv\u00f3 su prestigio e influencia sobre las tierras eslavas, y en particular sobre el gran principado de Mosc\u00fa.<\/p>\n Como escribi\u00f3 Nivolas Berdiaev en La idea rusa<\/em> (1946), “Rusia es todo un continente, un enorme Occidente-Este, conecta dos mundos. Y en el alma rusa siempre han chocado estos dos elementos: el occidental y el oriental” [2]. Tambi\u00e9n en este aspecto, Rusia es heredera del Imperio Bizantino, que estuvo a caballo entre Asia y Europa durante m\u00e1s de mil a\u00f1os.<\/p>\n Rusia nunca ha olvidado Constantinopla. Catalina II, emperatriz de todas las Rusias desde 1762 hasta su muerte en 1796, so\u00f1aba con reconstruir el Imperio Bizantino incluyendo Grecia, Tracia y Bulgaria, para transmitirlo a su nieto Constantino, cuyo nombre de pila estaba predestinado. Si el Imperio Otomano sobrevivi\u00f3, fue principalmente gracias a los brit\u00e1nicos. En la guerra de Crimea (1853-1856), el sult\u00e1n recibi\u00f3 la ayuda del Reino Unido y Francia, que impusieron a Rusia el Tratado de Par\u00eds. Veinte a\u00f1os m\u00e1s tarde, el zar Alejandro II volvi\u00f3 a entrar en guerra contra los otomanos, que acababan de ahogar el levantamiento serbio y b\u00falgaro en un ba\u00f1o de sangre. Los otomanos se rindieron a los rusos a las puertas de Estambul. Pero el Imperio Brit\u00e1nico y Austria-Hungr\u00eda acudieron en su ayuda y, en el Congreso de Berl\u00edn, les devolvieron a los otomanos las naciones cristianas emancipadas por el zar, incluida Armenia, para su gran desgracia.<\/p>\n En este art\u00edculo, me gustar\u00eda situar la geoestrategia estadounidense-brit\u00e1nica del Gran Juego, que pretende mantener a Rusia separada de Europa y que ahora, con suerte, est\u00e1 jugando sus \u00faltimas cartas, en una larga perspectiva y mostrar que es, en cierto modo, una continuaci\u00f3n de la guerra del Occidente medieval contra el Imperio bizantino, mientras que la Rusia ortodoxa ha heredado el papel de Bizancio en su relaci\u00f3n con la Turqu\u00eda musulmana.<\/p>\n Esta perspectiva es parad\u00f3jica si se cree que Constantinopla se llama ahora Estambul, pero no si se entiende la filiaci\u00f3n espiritual entre Constantinopla y Mosc\u00fa. Y si se entiende esta filiaci\u00f3n, entonces aparece de repente un trasfondo de m\u00e1s de mil a\u00f1os detr\u00e1s del conflicto geopol\u00edtico que se concentra actualmente en Ucrania.<\/p>\n Este es el trasfondo que me gustar\u00eda esbozar aqu\u00ed. O m\u00e1s bien redibujar, porque se conoce en una versi\u00f3n invertida que es, por supuesto, la versi\u00f3n del vencedor. Restablecer la verdad hist\u00f3rica sobre la guerra de Occidente contra Constantinopla, cuna y coraz\u00f3n de la Ortodoxia, me parece una condici\u00f3n necesaria para que Europa reclame su destino euroasi\u00e1tico, que ahora se juega con la Rusia ortodoxa. \u00bfC\u00f3mo podr\u00eda Europa reconciliarse con Rusia sin que el catolicismo se reconciliara con la ortodoxia?<\/p>\n En cierto modo, Rusia est\u00e1 habitada por el destino imperial de Bizancio. Lo es a su pesar, porque los rusos no sienten ninguna vocaci\u00f3n imperial, e incluso arriesgan su identidad nacional al preocuparse demasiado por Europa. Nunca ha habido en el alma rusa un deseo de conquistar el mundo. Es Europa la que necesita a Rusia para su salvaci\u00f3n, pues la Europa de las naciones no puede existir sin alguna forma de unidad imperial. Y la elecci\u00f3n es entre Estados Unidos (a trav\u00e9s de la Uni\u00f3n Europea) y Rusia.<\/p>\n En Los or\u00edgenes del nacionalismo<\/em>, el historiador Caspar Hirschi sostiene que el pensamiento pol\u00edtico en Europa a lo largo de la Edad Media sigue dominado por el sue\u00f1o imperial: “la cultura medieval, al menos en sus estratos superiores, puede describirse como una civilizaci\u00f3n romana secundaria”. Las grandes naciones europeas se construyeron tratando de reconstituir el Imperio, en “una intensa e interminable competencia por la supremac\u00eda; todos los grandes reinos aspiraban a la dominaci\u00f3n universal, pero se imped\u00edan mutuamente conseguirla” [3]. Esta tesis me parece muy esclarecedora. Sin embargo, cuando Hirschi escribe que el orden que surgi\u00f3 en el siglo XII era “el producto de un anacronismo duradero y poderoso”, cae v\u00edctima del prejuicio com\u00fan de los historiadores occidentales: el Imperio Romano no era entonces -o no s\u00f3lo- un recuerdo lejano, sino una realidad a\u00fan viva, aunque amenazada. Roma era entonces Constantinopla. Por eso, hasta el Cisma del siglo XI, todos los pretendientes a la herencia romana se lanzaron a formar alianzas matrimoniales con la dinast\u00eda bizantina, empezando por Carlomagno (que quer\u00eda casar a su hija Rotrude con el hijo de la emperatriz Irene), Ot\u00f3n I (que cas\u00f3 a su hijo, el futuro Ot\u00f3n II, con la princesa bizantina Te\u00f3fana, madre y regente de Ot\u00f3n III) y luego Hugo Capeto (que busc\u00f3 una princesa bizantina para \u00e9l, pero sin \u00e9xito) [4]. Recu\u00e9rdese que s\u00f3lo en la medida en que, por rivalidad mim\u00e9tica, asum\u00edan la postura de emperador (Felipe II al llamarse Augusto, por ejemplo), los reyes dejaban de ser grandes terratenientes y jefes de banda, para convertirse en civilizadores. Porque no hay civilizaci\u00f3n sin imperio.<\/p>\n Nos guste o no, Europa nunca ha sido una Europa de naciones sin unidad imperial, al menos en su naturaleza m\u00e1s profunda y en su ideal. Nunca lo ser\u00e1. Desde la Segunda Guerra Mundial, Europa forma parte de facto del imperio estadounidense. S\u00f3lo hay una manera de salir de este imperio: situarse en el campo civilizatorio de Rusia, que, como Bizancio, es menos un “imperio” que una “oecumene”, una comunidad de pueblos.<\/p>\n <\/p>\n En Occidente no sabemos qu\u00e9 es Rusia porque no sabemos qu\u00e9 es Bizancio. La civilizaci\u00f3n bizantina estuvo en el centro del mundo conocido durante los mil a\u00f1os de la Edad Media, y sin embargo se pueden pasar varios a\u00f1os estudiando “la Edad Media” en la universidad sin haber o\u00eddo hablar de ella. Nada ha cambiado realmente desde que el profesor Paul Stephenson denunciara, en 1972, la “imperdonable ofensa al esp\u00edritu mismo de la historia” que constituye “la excisi\u00f3n de la historia bizantina de los estudios medievales europeos” [5].<\/p>\n Seg\u00fan el paradigma de la translatio imperii<\/em> elaborado por la historiograf\u00eda cat\u00f3lica, el Imperio Romano de Oriente no fue m\u00e1s que el traslado del Imperio Romano del Lacio al B\u00f3sforo, que pronto volver\u00eda a trasladarse a Aquisgr\u00e1n. Pero esta representaci\u00f3n es enga\u00f1osa. Cuando Constantino estableci\u00f3 su capital en Bizancio, que luego se convirti\u00f3 en Constantinopla, Roma hab\u00eda dejado de ser la capital del Imperio durante medio siglo, habiendo sido sustituida por Mil\u00e1n tras la “crisis del siglo III”. Al igual que su padre Constancio Cloro, Constantino proced\u00eda de los Balcanes, al igual que su predecesor Diocleciano, que aparece como “duque de Moesia” en las cr\u00f3nicas bizantinas [6]. Diocleciano y Constantino s\u00f3lo visitaron Roma una vez, seg\u00fan el consenso hist\u00f3rico.<\/p>\n Si Rusia es la heredera de Bizancio, Bizancio es la heredera de Grecia, de la que deriva su civilizaci\u00f3n, con aportaciones de Persia y Siria. Fundada inicialmente en el siglo V a.C. por colonos de la ciudad griega de M\u00e9gara, fue lo suficientemente poderosa como para escapar de la conquista de Alejandro y de la dominaci\u00f3n sel\u00e9ucida, gracias a una alianza con otras dos colonias megas: Calcedonia y Heraclea (la Liga del Norte).<\/p>\n La idea popular de que Constantinopla era una copia o un fantasma de Roma carece por tanto de perspectiva hist\u00f3rica. Constantinopla es hija de Atenas, no de Roma. Fue Constantinopla la que transmiti\u00f3 la herencia literaria, filos\u00f3fica y cient\u00edfica de Grecia a Roma, y no al rev\u00e9s. Sin la labor de conservaci\u00f3n de la biblioteca imperial de Constantinopla, no conocer\u00edamos a Plat\u00f3n, Arist\u00f3teles, Tuc\u00eddides, Her\u00f3doto, Esquilo, S\u00f3focles, Eur\u00edpides, Euclides y muchos otros. Porque en Constantinopla, la luz de la Grecia cl\u00e1sica nunca se ha eclipsado. Aunque Constantinopla vivi\u00f3 la lucha entre el cristianismo y el humanismo, la cultura dual nunca se puso en duda [7], y fue Fotios, patriarca de Constantinopla de 858 a 867, el principal art\u00edfice del “Renacimiento macedonio” por su empe\u00f1o en preservar y difundir el saber griego.<\/p>\n A partir de entonces, la cultura griega se extendi\u00f3 desde Constantinopla hasta los confines del mundo conocido, desde Persia hasta Egipto y desde Irlanda hasta Espa\u00f1a. En Arist\u00f3teles en el Monte Saint-Michel. Les racines grecques de l’Europe chr\u00e9tienne<\/em>, el historiador Sylvain Gouguenheim desmiente la creencia com\u00fan de que la difusi\u00f3n de la filosof\u00eda y la ciencia griegas en los siglos XI y XII debe atribuirse a los musulmanes. Esta herencia se transmiti\u00f3 a las ciudades italianas directamente desde Constantinopla [8]. Su libro ha provocado fuertes reacciones, pero Gouguenheim se ha consolidado como el medievalista franc\u00e9s que sacude nuestro paradigma al situar a Constantinopla en el lugar que le corresponde, es decir, en el centro del mundo indoeuropeo (v\u00e9ase, por ejemplo, La Gloire des Grecs<\/em> ). Del siglo V al XIII, Europa gravit\u00f3 hacia Constantinopla, cuyo tama\u00f1o y esplendor impresionaron tanto a los visitantes occidentales que, en una de las primeras novelas francesas, Partonopeus de Blois<\/em>, Constantinopla es el nombre del cielo. Si esto se nos escapa hoy, es por ese incurable etnocentrismo occidental que ya denunciaba, pero en vano, Oswald Spengler:<\/p>\n “Aqu\u00ed el paisaje de Europa Occidental forma el polo inm\u00f3vil -matem\u00e1ticamente hablando, un \u00fanico punto en una superficie circular- y \u00bfpor qu\u00e9, si no es porque nosotros mismos, los autores de esta imagen hist\u00f3rica, tenemos all\u00ed nuestra casa? – Un polo en torno al cual giran milenios de la m\u00e1s grandiosa historia y gigantescas culturas establecidas lejos en toda modestia. \u00a1Un sistema planetario de la m\u00e1s original invenci\u00f3n, ciertamente! Se elige un \u00fanico paisaje y se decreta que es el centro de un sistema hist\u00f3rico. Aqu\u00ed est\u00e1 el sol central. Desde aqu\u00ed se difunde la verdadera luz que ilumina todos los acontecimientos hist\u00f3ricos. Desde aqu\u00ed, como desde un punto de vista perspectivo, se puede medir la importancia de cualquier hecho. Pero en realidad, es el orgullo el que habla aqu\u00ed, el orgullo del europeo occidental al que ning\u00fan escepticismo detiene y que desenrolla en su mente este fantasma que \u00e9l llama la “Historia Universal”.” [9]<\/p>\n Para entender lo que separa a Bizancio de la antigua Roma, tengamos en cuenta primero que Constantinopla naci\u00f3 cristiana, mientras que en Roma el cristianismo es un culto oriental importado tard\u00edamente. Fue Constantinopla la que dio el cristianismo a Roma, no al rev\u00e9s. En efecto, fue en torno a Constantinopla donde se desarroll\u00f3 la unidad doctrinal de la Iglesia, a trav\u00e9s de los llamados concilios “ecum\u00e9nicos” (que reun\u00edan a la Oikoumene, es decir, al mundo puesto bajo la autoridad del emperador), cuyos participantes eran casi exclusivamente orientales. Christopher Dawson recuerda esta evidencia en Religion and the Rise of Western Culture<\/em> (1950), y afirma:<\/p>\n “As\u00ed, a diferencia de la Bizancio cristiana, la Roma cristiana s\u00f3lo representa un breve interludio entre el paganismo y la barbarie. Entre el cierre de los templos por parte de Teodosio y el primer saqueo de la Ciudad Eterna por parte de los b\u00e1rbaros s\u00f3lo transcurrieron dieciocho a\u00f1os. La gran \u00e9poca de los Padres occidentales, desde Ambrosio hasta Agust\u00edn, se concentr\u00f3 en una sola generaci\u00f3n, y San Agust\u00edn muri\u00f3 con los v\u00e1ndalos en la puerta.” [10]<\/p>\n La estructura pol\u00edtica de Constantinopla tambi\u00e9n era muy diferente a la de Roma. Los t\u00e9rminos militares latinos imperium<\/em> e imperator<\/em> son inadecuados para describir el mundo bizantino. Lo que llamamos el Imperio bizantino se refer\u00eda a s\u00ed mismo como una basiliea, un reino, encabezado por un basileus, un rey, un “rey de reyes” al estilo persa, por as\u00ed decirlo. Los bizantinistas describen el mundo bizantino como una “Mancomunidad”, que, seg\u00fan Dimitri Obolensky, es “la idea supranacional de una asociaci\u00f3n de pueblos cristianos, a los que el emperador y el ‘Patriarca Ecum\u00e9nico’ de Constantinopla proporcionaban el liderazgo simb\u00f3lico, aunque cada uno de estos pueblos era completamente independiente pol\u00edtica y econ\u00f3micamente” [11]. A diferencia de los romanos, se\u00f1ala Anthony Kaldellis, “los bizantinos no eran un pueblo guerrero. [La plata, la seda y los t\u00edtulos eran los instrumentos de gobierno y de pol\u00edtica exterior preferidos por el Imperio, m\u00e1s que las espadas y los ej\u00e9rcitos” [12].<\/p>\n El poder bizantino ten\u00eda una estructura bic\u00e9fala, denominada peyorativamente por los historiadores occidentales como “cesaropapismo”; la autoridad suprema reca\u00eda en el basileus<\/em>, pero s\u00f3lo con la bendici\u00f3n del patriarca de Constantinopla. El patriarca es el garante de la ortodoxia, pero el emperador es el protector de todas las comunidades cristianas. As\u00ed, al margen de la Iglesia Ortodoxa universal coexisten diversas iglesias independientes que mantienen una relaci\u00f3n relativamente aut\u00f3noma con la Iglesia Ortodoxa. Algunos tienen una fuerte identidad nacional, como la Iglesia armenia o los maronitas del L\u00edbano. Aunque hay una historia de persecuci\u00f3n de herejes en Constantinopla, no hay nada comparable a la Inquisici\u00f3n, y ning\u00fan patriarca ha llamado nunca a la guerra santa.<\/p>\n <\/p>\n Del Gran Cisma a las Cruzadas<\/strong><\/p>\n Nuestra amnesia sobre la civilizaci\u00f3n bizantina no es casual. La desaparici\u00f3n de Bizancio, expulsada de la memoria europea, es un acto deliberado de los destructores de esa civilizaci\u00f3n: los \u201cfrancos\u201d y los \u201clatinos\u201d (nombres utilizados indistintamente en las cr\u00f3nicas bizantinas). Restaurar la versi\u00f3n de los vencidos es lo que naturalmente tratan de hacer los bizantinistas. Resumamos lo que nos ense\u00f1an, y aprenderemos algo sobre lo que puede llamarse el karma hist\u00f3rico de Europa.<\/p>\n Durante el periodo del llamado “papado bizantino” (537-752), Roma no era m\u00e1s que una peque\u00f1a ciudad, mientras que R\u00e1vena, arrebatada a los ostrogodos por Justiniano (527-565), era la capital occidental del Imperio, donde se sentaba un “exarca”, representante del emperador. R\u00e1vena es una ciudad bizantina, como atestiguan su bas\u00edlica de San Vito y sus mosaicos.<\/p>\n <\/p>\n <\/p>\n Justiniano y sus dignatarios, mosaico de la bas\u00edlica de San Vital de R\u00e1vena<\/em><\/p>\n Si te preguntas qu\u00e9 hace el icono del emperador en una iglesia, una bas\u00edlica era originalmente un edificio “real” (basilikos) dise\u00f1ado para albergar todo tipo de asambleas p\u00fablicas bajo la autoridad del basileus. La etimolog\u00eda aqu\u00ed delata lo que la historia esconde. Hasta el siglo VIII, pues, el obispo de Roma (que comparte con todos los obispos el cari\u00f1oso t\u00edtulo griego de pappas) era nombrado directamente por el emperador bizantino o su exarca, normalmente de entre los “apocrisarios” (embajadores en Constantinopla) de su predecesor.<\/p>\n La primera crisis fue provocada por el papa Gregorio I (590-604), notoriamente helen\u00f3fobo como su maestro Agust\u00edn. Desafi\u00f3 al Patriarca de Constantinopla por el uso del t\u00edtulo “ecum\u00e9nico”, y luego, cuando el emperador Mauricio fue asesinado con toda su familia por un general faccioso llamado Focas, felicit\u00f3 al usurpador. Este \u00faltimo, rechazado por el patriarca, aprovech\u00f3 la mano tendida por Roma y emiti\u00f3 una proclama imperial que colocaba oficialmente a la Iglesia de Roma a la “cabeza de todas las iglesias” [13].<\/p>\n En el siglo VIII, los lombardos se apoderaron de R\u00e1vena y luego marcharon hacia Roma. Carlomagno los someti\u00f3 y explot\u00f3 las reivindicaciones del obispo de Roma para su propia ambici\u00f3n imperial. Inicia una disputa lit\u00fargica defendiendo una versi\u00f3n del credo que difiere del Credo Niceno; seg\u00fan \u00e9ste, el Esp\u00edritu Santo “procede del Padre” (ex Patre procedit), pero una f\u00f3rmula diferente, que apareci\u00f3 por primera vez entre los visigodos, afirma que el Esp\u00edritu Santo “procede del Padre y del Hijo” (ex Patre Filioque procedit): la variante, aunque incuestionablemente heterodoxa, no dio lugar a serias controversias hasta que Carlomagno decidi\u00f3 que ser\u00eda la \u00fanica permitida. El Filioque<\/em> sirvi\u00f3 de pretexto para el cisma de 1054.<\/p>\n En 1048, el emperador alem\u00e1n Enrique III (1017-1056) nombr\u00f3 papa a su primo Bruno de Eguisheim-Dagsbourg. Sin embargo, tras la muerte de Enrique III, se produjo un tira y afloja entre el poder pontificio y el imperial. Se trata de la reforma gregoriana, que lleva el nombre de Gregorio VII, cuyo proyecto era hacer del papado el coraz\u00f3n del nuevo poder imperial. Se autoproclam\u00f3 jefe absoluto de la cristiandad y postul\u00f3, en su Dictatus Papae<\/em> unas 27 proposiciones, entre las cuales estas:<\/p>\n “S\u00f3lo el pont\u00edfice romano tiene derecho a ser llamado universal. […] S\u00f3lo \u00e9l puede tener la insignia imperial. El Papa es el \u00fanico al que todos los pr\u00edncipes deben besar los pies. […] Puede deponer a los emperadores. […] No puede ser juzgado por nadie. […] La Iglesia romana nunca ha estado en el error y nunca lo estar\u00e1.<\/p>\n <\/p>\n Enrique IV humill\u00e1ndose ante Gregorio VII en Canossa (1077)<\/em><\/p>\n A medida que su ascendencia sobre los emperadores y reyes occidentales se fortalec\u00eda, los papas atacaban cada vez m\u00e1s el centro hist\u00f3rico del Imperio, Constantinopla, con armas no s\u00f3lo teol\u00f3gicas sino militares, movilizando a la formidable clase guerrera franca en interminables guerras santas. A este respecto, remito al lector a mi art\u00edculo “Las Cruzadas explicadas a los mayores”. Me limitar\u00e9 a recordar que la primera cruzada condujo a la creaci\u00f3n de cuatro estados latinos en Siria y Palestina. En 1198, tras la reconquista de Jerusal\u00e9n por Saladino, Inocencio III lanz\u00f3 la cuarta cruzada. El temor de los bizantinos a un doble juego result\u00f3 estar plenamente justificado. En lugar de ir a Jerusal\u00e9n v\u00eda Alejandr\u00eda, como se hab\u00eda anunciado, los francos se dirigieron a Constantinopla y saquearon la ciudad durante tres d\u00edas. Palacios, iglesias, monasterios y bibliotecas fueron saqueados y la ciudad devastada. Merece la pena recordar el juicio del historiador brit\u00e1nico de las cruzadas Steven Runciman:<\/p>\n “Nunca hubo un crimen mayor contra la humanidad que la Cuarta Cruzada. No s\u00f3lo caus\u00f3 la destrucci\u00f3n o dispersi\u00f3n de todos los tesoros del pasado que atesoraba Bizancio, y la herida mortal a una civilizaci\u00f3n que segu\u00eda siendo soberbia y viva; tambi\u00e9n fue un acto de gigantesca locura pol\u00edtica. No hizo nada por los cristianos de Palestina. M\u00e1s bien, les priv\u00f3 de una ayuda potencial. Y desbarat\u00f3 toda la defensa del cristianismo. [14]<\/p>\n El nuevo imperio latino oriental, construido sobre las ruinas humeantes de Constantinopla, dur\u00f3 s\u00f3lo medio siglo. Los bizantinos, atrincherados en Nicea, recuperaron lentamente parte de su antiguo territorio y en 1261, bajo el mando de Miguel VIII Pale\u00f3logo, expulsaron a los francos y a los latinos de Constantinopla. El Papa Urbano IV orden\u00f3 inmediatamente una nueva cruzada, esta vez expl\u00edcitamente contra los bizantinos. Su llamado no atrajo muchas vocaciones, pero en 1281, el Papa Mart\u00edn IV apoy\u00f3 el plan de Carlos de Anjou (hermano de Luis IX) para retomar Constantinopla y fundar un nuevo imperio cat\u00f3lico. Al final, estos asaltos s\u00f3lo beneficiaron a los turcos otomanos, que se apoderaron de la ciudad en 1453.<\/p>\n <\/p>\n Aunque la Cuarta Cruzada contra Constantinopla provoc\u00f3 la destrucci\u00f3n de tesoros de incalculable valor (dos tercios de los libros mencionados por Fotios en su Bibliotheca<\/em> se perdieron para siempre), fue el punto de partida de una transferencia cultural que culmin\u00f3 en el Concilio de Florencia de 1438, donde el emperador y el patriarca bizantinos iban acompa\u00f1ados de un s\u00e9quito de 700 griegos que tra\u00edan consigo una extraordinaria colecci\u00f3n de libros cl\u00e1sicos a\u00fan desconocidos en Occidente, entre ellos manuscritos de Plat\u00f3n, Arist\u00f3teles, Plutarco, Euclides y Ptolomeo. Culturalmente”, escribe Jerry Brotton, “la transmisi\u00f3n de textos, ideas y artefactos cl\u00e1sicos de Oriente a Occidente que tuvo lugar en el concilio iba a tener un efecto decisivo en el arte y la erudici\u00f3n de la Italia de finales del siglo XV”. [15] Y cuando, despu\u00e9s de 1453, los \u00faltimos poseedores de la alta cultura bizantina huyeron del dominio otomano, muchos vinieron a contribuir al Renacimiento italiano.<\/p>\n Pero al mismo tiempo que se apropiaban de la herencia griega, los humanistas y cl\u00e9rigos italianos ignoraban su deuda con Constantinopla, hasta el punto de que, seg\u00fan Sylvain Gouguenheim, “el filiste\u00edsmo estaba al servicio de la lucha antibizantina”. De este modo, Bizancio muri\u00f3 dos veces: tras haberla saqueado en 1204, el Occidente latino la borr\u00f3 de su memoria colectiva. Citemos de nuevo a Steven Runciman:<\/p>\n “Europa occidental, con sus ancestrales recuerdos de celos de la civilizaci\u00f3n bizantina, con sus consejeros espirituales denunciando a los ortodoxos como cism\u00e1ticos en pecado, y con un inquietante sentimiento de culpa por haber traicionado a Bizancio, eligi\u00f3 olvidar todo aquello. No pod\u00eda olvidar la deuda que ten\u00eda con los griegos; pero consideraba que esta deuda s\u00f3lo se refer\u00eda a la \u00e9poca cl\u00e1sica”. [17]<\/p>\n La deuda con Constantinopla no s\u00f3lo se ocult\u00f3, sino que se falsific\u00f3 sistem\u00e1ticamente la historia. Todav\u00eda hoy, para explicar el saqueo de Constantinopla en 1204, se suele afirmar que una serie de acontecimientos desafortunados e imprevistos condujeron a los cruzados contra Constantinopla a su pesar, o que los banqueros venecianos, acreedores de los cruzados, fueron los \u00fanicos instigadores de esta desviaci\u00f3n. Aplicada a la historia contempor\u00e1nea, la primera teor\u00eda equivaldr\u00eda, por ejemplo, a afirmar que Estados Unidos destruy\u00f3 inadvertidamente Irak, Libia y Siria cuando quer\u00eda liberarlos. La segunda teor\u00eda olvida que fueron principalmente los francos quienes destruyeron Constantinopla, y que el papado invit\u00f3 a toda la cristiandad latina a alegrarse de su victoria. “Se cantaron himnos para celebrar la ca\u00edda de la gran ciudad imp\u00eda”. [18]<\/p>\n En cuanto a la Primera Cruzada, se sigue ense\u00f1ando que fue la respuesta generosa de la Iglesia romana a un llamamiento desesperado del emperador bizantino Alexis Comnenus en su lucha contra los turcos sely\u00facidas. As\u00ed lo expresan los cronistas latinos, citando una carta de Alexis al Conde de Flandes en la que el primero implora humildemente la ayuda del segundo. Esta carta se considera ahora una falsificaci\u00f3n [19]. 19] Sin embargo, un libro reciente para el p\u00fablico en general sigue afirmando:<\/p>\n “La primera cruzada no ten\u00eda como objetivo inicial la constituci\u00f3n de estados organizados en Tierra Santa, a miles de kil\u00f3metros y meses de distancia de los reinos cristianos de Occidente. El objetivo original era s\u00f3lo entregar los Santos Lugares a la cristiandad. S\u00f3lo en el transcurso de la expedici\u00f3n, a medida que las victorias francas avanzaban y los lazos con el emperador bizantino se volv\u00edan m\u00e1s tenues, se plante\u00f3 la cuesti\u00f3n del futuro de los territorios conquistados.” [20]<\/p>\n Esta tesis es extraordinariamente ingenua y no resiste ni siquiera un examen superficial. La verdad es que Jerusal\u00e9n era un pretexto, y que el objetivo principal era ya Constantinopla. Por poner un ejemplo: uno de los principales l\u00edderes de los cruzados, Bohemundo de Tarento, era hijo del normando Roberto Guiscard, quien, con la bendici\u00f3n del Papa, ya hab\u00eda intentado tomar Constantinopla en 1081. Durante una gira diplom\u00e1tica por Europa en 1105-1107, Bohemundo recaud\u00f3 fondos y tropas para una nueva expedici\u00f3n espec\u00edficamente contra Constantinopla, distribuyendo copias de la Gesta Francorum, una narraci\u00f3n de la cruzada escrita a su gloria, que presenta al “abominable emperador” Alexis como un traidor cuyo \u00fanico motivo era destruir el ej\u00e9rcito cruzado [21]. Esta narraci\u00f3n fundacional de la historiograf\u00eda de la Primera Cruzada, que contribuy\u00f3 m\u00e1s que ninguna otra a la imagen negativa de los bizantinos afeminados y enga\u00f1osos y a la imagen heroica de los francos, es una historia de propaganda. Por desgracia, la mayor\u00eda de los historiadores occidentales de las Cruzadas son singularmente poco cr\u00edticos con sus fuentes y no comprenden su verdadera funci\u00f3n. Este sesgo se ve agravado por el hecho de que “pr\u00e1cticamente todos los registros de las canciller\u00edas imperiales y patriarcales de Bizancio perecieron en 1204, cuando la ciudad fue saqueada por los cruzados, o en 1453, cuando cay\u00f3 en manos de los turcos” [22].<\/p>\n El imaginario franc\u00e9s de las Cruzadas est\u00e1 lleno de valientes caballeros dispuestos a morir por una causa noble. No en vano, el domingo 16 de septiembre de 2001, tras asistir a misa, George W. Bush calific\u00f3 su nueva guerra contra el terrorismo de “cruzada”. Al igual que la guerra contra el terrorismo isl\u00e1mico de hoy, la guerra santa de los cruzados contra el Islam escond\u00eda un proyecto de desestabilizaci\u00f3n y conquista de Oriente Medio.<\/p>\n La falsificaci\u00f3n de la historia medieval va mucho m\u00e1s all\u00e1 de las Cruzadas. La versi\u00f3n cat\u00f3lica del “Gran Cisma de Oriente” que les precede es singularmente tendenciosa. Se construy\u00f3 sobre una verdadera industria de la falsificaci\u00f3n. El Liber Pontificalis<\/em>, en gran parte ficticio, se utiliz\u00f3 para justificar la pretensi\u00f3n del papa de ocupar el “trono de San Pedro”. Del mismo modo, los Acta Petri trasladaron a Roma la lucha de Pedro con Sim\u00f3n el Mago, que tiene lugar en Samaria en Hechos<\/em> 8:9-23. As\u00ed, la leyenda de Pedro como primer obispo de Roma no nos habla de hechos reales, sino de la propaganda desplegada por el papado para usurpar la primogenitura de la Iglesia de Oriente. (Constantinopla respondi\u00f3 reclamando al hermano de Pedro, Andr\u00e9s, como su obispo fundador, san Andr\u00e9s a quien el relato evang\u00e9lico nombra como el primero en responder a la llamada de Cristo.<\/p>\n La falsificaci\u00f3n papal m\u00e1s famosa es la donaci\u00f3n de Constantino el Grande, por la que se dice que concedi\u00f3 al “Papa del Universo”, “representante del imperio celestial”, todas “las provincias occidentales”, y que lo puso a la cabeza de “todas las iglesias de Dios en el mundo entero”. [24]. Esta falsificaci\u00f3n fue la pieza central de un centenar de otros decretos o actas sinodales falsificados, conocidos hoy como decretos pseudoisidorianos. Tambi\u00e9n hay que mencionar los simmachians falsos, precedentes legales ficticios utilizados para inmunizar al Papa en caso de cualquier proceso legal. El padre de Carlomagno tambi\u00e9n estuvo involucrado en la falsa donaci\u00f3n de Pepin. Ahora se acepta que la gran mayor\u00eda de los documentos legales supuestamente emitidos antes del siglo IX son falsificaciones producidas en los talleres papales de los papas reformadores. Y no son las \u00fanicas falsificaciones: seg\u00fan el historiador franc\u00e9s Laurent Morelle, “las dos terceras partes de las actas tituladas en nombre de los reyes merovingios (481-751) han sido reconocidas como falsificaciones o adulteraciones” [25].<\/p>\n No fue hasta 1440, cuando Bizancio estaba asediada por los otomanos y acababa de firmar su rendici\u00f3n en el Concilio de Florencia, cuando se reconoci\u00f3 el car\u00e1cter fraudulento de la donaci\u00f3n de Constantino<\/strong>. Pero nada cambi\u00f3 fundamentalmente en la narrativa occidental, marcada por una amnesia casi total sobre Bizancio, por un eurocentrismo incurable y por una ceguera voluntaria ante el alcance del fraude romano.<\/p>\n Repit\u00e1moslo: el hecho de haber borrado casi por completo a Constantinopla de los libros de historia europeos es, sin duda, el mayor fraude de toda la historia europea. Las razones de esta ocultaci\u00f3n han cambiado, pero no han desaparecido. Porque, como he dicho, nuestra ignorancia y prejuicios sobre Constantinopla alimentan nuestra ignorancia, prejuicios y hostilidad hacia su heredera espiritual: la Rusia ortodoxa.<\/p>\n La fantas\u00eda del Obispo de Roma como cabeza de la cristiandad sentado en “el trono de San Pedro” merece una seria revisi\u00f3n. Este es un trabajo que los historiadores de la ortodoxia est\u00e1n haciendo naturalmente. As\u00ed, Jean Meyendorff y Aristeides Papadakis recuerdan que, antes del siglo XII, “el fr\u00e1gil dominio del Papa sobre la cristiandad occidental era en gran medida imaginario. El peque\u00f1o mundo de la pol\u00edtica romana era, de hecho, el \u00fanico dominio del papado antes del siglo XI” [26].<\/p>\n El papado ha vuelto a su punto de partida. El catolicismo europeo, como sistema de creencias y pr\u00e1ctica de culto, est\u00e1 a punto de exhalar su \u00faltimo aliento. Sin embargo, no puede haber civilizaci\u00f3n sin religi\u00f3n. Por lo tanto, Francia, as\u00ed como Europa Occidental en general, se encuentra en un callej\u00f3n sin salida, y es poco probable que se produzca un milagro. La ortodoxia rusa, en cambio, est\u00e1 en buena forma y est\u00e1 insuflando un alma vigorosa a la civilizaci\u00f3n rusa. Por lo tanto, los cat\u00f3licos deben trabajar humildemente en su reconciliaci\u00f3n con la ortodoxia, con o sin el Papa. Para ello, necesitan una lecci\u00f3n de historia, que me he tomado la libertad de darles. Si despellejo la novela clerical romana, y por tanto indirectamente la novela nacional francesa, no es para menospreciar a mi pa\u00eds, sino al contrario para invitar a los patriotas a cuestionar esta narraci\u00f3n que roza la falsificaci\u00f3n, que constituye a los ojos de los ortodoxos el signo de una arrogancia diab\u00f3lica, y que nos encierra en una ilusi\u00f3n est\u00e9ril y peligrosa.<\/p>\n Laurent Guy\u00e9not, 4 marzo 2022<\/p>\n <\/p>\n <\/p>\n Notas<\/strong><\/p>\n [1] John Meyendorff, Byzantium and the Rise of Russia<\/em>, Cambridge UP, 1981, p. 10.<\/p>\n [2] Nivolas Berdiaev, L’Id\u00e9e russe : Probl\u00e8mes essentiels de la pens\u00e9e russe au XIXe et d\u00e9but du XXe si\u00e8cle<\/em>, Editions Crois\u00e9e, 2020, p. 6.<\/p>\n [3] Caspar Hirschi, The Origins of Nationalism: An Alternative History from Ancient Rome to Early Modern Germany<\/em>, Cambridge UP, 2012, p. 14.<\/p>\n [4] George Duby, El caballero, la mujer y el sacerdote. <\/em>Le mariage dans la France f\u00e9odale<\/em>, Hachette, 1981, p. 87.<\/p>\n [5] John Meyendorff, Byzantium and the Rise of Russia<\/em>, Cambridge UP, 1981, p. 2.<\/p>\n [6] https:\/\/en.wikipedia.org\/wiki\/Diocl<\/a>…<\/p>\n [7] Jonathan Harris, Byzantium and the Crusades<\/em>, 2\u00aa ed, Bloomsbury, 2014, edici\u00f3n kindle, e. 465-94.<\/p>\n [8] Sylvain Gouguenheim, Arist\u00f3teles en el Monte Saint-Michel. Les racines grecques de l’Europe chr\u00e9tienn<\/em>e, Seuil, 2008.<\/p>\n [9] Oswald Spengler, La decadencia de Occidente. Esbozo de una morfolog\u00eda de la historia universal<\/em>, tomo 1, NRF Gallimard, 1976, p. 28-29.<\/p>\n [10] Christopher Dawson, Religion and the Rise of Western Culture<\/em>, Doubleday, 1950, en archive.org, p. 29-30.<\/p>\n [11] Citado en John Meyendorff, Byzantium and the Rise of Russia<\/em>, Cambridge UP, 1981, p. 2.<\/p>\n [12] Anthony Kaldellis, Streams of Gold, Rivers of Blood: The Rise and Fall of Byzantium<\/em>, 955 A.D. to the First Crusade, Oxford UP, 2019, p. xxvii.<\/p>\n [13] Andrew Ekonomou, Byzantine Rome and the Greek Popes: Eastern Influences on Rome and the Papacy from Gregory the Great to Zacharias<\/em>, A.D. 590-752, Lexington Books, 2007, kindle, e. 1322-31.<\/p>\n [14] Steven Runciman, Historia de las Cruzadas<\/em> (1951), vol. I, p. 1. 2: 1188-1464, Tallandier, 2013, pp. 110-111.<\/p>\n [15] Jerry Brotton, The Renaissance Bazaar: From the Silk Road to Michelangelo<\/em>, Oxford UP, 2010, p. 103.<\/p>\n [16] Sylvain Gouguenheim, La Gloire des Grecs<\/em>, \u00c9ditions du Cerf, 2017, p. 62.<\/p>\n [17] Steven Runciman, The Fall of Constantinople in 1453<\/em>, Cambridge UP, 1965, p. 190.<\/p>\n [18] Steven Runciman, Historia de las Cruzadas<\/em>, op. cit. 2, p. 115.<\/p>\n [19] Einar Joranson, “The Problem of the Spurious Letter of Emperor Alexis to the count of Flanders”, The American Historical Review<\/em>, vol. 55 n\u00ba 4 (julio de 1950), pp. 811-832, en www.jstor.org<\/a> .<\/p>\n [20] Thierry Delcourt, Les Croisades. La plus grande aventure du Moyen \u00c2ge<\/em>, Nouveau Monde \u00c9ditions, 2007, p. 60.<\/p>\n [21] Jonathan Harris, Byzantium and the Crusades<\/em>, op. cit. e. 2091-2113.<\/p>\n [22] John Meyendorff, Byzantium and the Rise of Russia<\/em>, Cambridge UP, 1981, p. 2.<\/p>\n [23] Heinrich Fichtenau, Vivir en el siglo X: mentalidades y \u00f3rdenes sociales<\/em>, trans. Patrick Geary, University of Chicago Press, 1991 (edici\u00f3n alemana de 1984), p. 13.<\/p>\n [24] Sylvain Gouguenheim, La R\u00e9forme gr\u00e9gorienne : De la lutte pour le sacr\u00e9 \u00e0 la s\u00e9cularisation du monde<\/em>, Temps Pr\u00e9sent, 2010, kindle, e. 457-66.<\/p>\n [25] Laurent Morelle, “Des faux par milliers” L’Histoire<\/em>, n\u00b0 372, febrero de 2012.<\/p>\n [26] Jean Meyendorff y Aristeides Papadakis, L’Orient chr\u00e9tien et l’essor de la papau<\/em>t\u00e9, Cerf, 2001, p. 41.<\/p>\n *<\/p>\n Original<\/strong>\u00a0: https:\/\/www.egaliteetreconciliation.fr\/Une-vision-byzantine-de-la-Russie-et-de-l-Europe-67437.html<\/a><\/p>\nDesconocido Bizancio<\/strong><\/h4>\n
La falsificaci\u00f3n de la historia<\/strong><\/h4>\n