{"id":5976,"date":"2018-10-06T19:27:04","date_gmt":"2018-10-06T19:27:04","guid":{"rendered":"https:\/\/redinternacional.net\/?p=5976"},"modified":"2019-01-01T20:02:06","modified_gmt":"2019-01-01T20:02:06","slug":"el-cuarto-poder-contra-la-democracia-historia-de-una-traicion","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/redinternacional.net\/2018\/10\/06\/el-cuarto-poder-contra-la-democracia-historia-de-una-traicion\/","title":{"rendered":"El Cuarto Poder contra la Democracia: historia de una traici\u00f3n – por Javier Benegas"},"content":{"rendered":"
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Hay quien afirma que le pol\u00edtica no es m\u00e1s que el ejercicio descarnado del poder, y seguramente tenga raz\u00f3n. Sin embargo, el creciente uso de filtraciones interesadas, que son presentadas como periodismo de investigaci\u00f3n<\/strong>, pone de relieve la existencia de un poder extremadamente degradado, un poder que se ha convertido en mero medio de subsistencia para las facciones que tratan de acapararlo.<\/ins><\/p>\n Vestir las filtraciones interesadas que emanan de estas facciones en investigaciones period\u00edsticas no es pr\u00e1ctica exclusiva de un s\u00f3lo pa\u00eds,\u00a0sucede en los Estados Unidos, los pa\u00edses latinoamericanos, en Espa\u00f1a\u2026 en todas partes. Y en todas partes este uso y abuso del esc\u00e1ndalo como arma pol\u00edtica genera, por un lado, un peligroso descreimiento en la Democracia<\/strong>, y por otro, un hooliganismo acr\u00edtico apto s\u00f3lo para ciudadanos sectarios y necios<\/p>\n Que el periodismo se traicionara a s\u00ed mismo, renunciando a su credibilidad, para terminar entreg\u00e1ndose por completo al fraudulento\u00a0juego de las filtraciones interesadas<\/strong>\u00a0no es algo que haya sucedido de un d\u00eda para otro, es un proceso largo. Sin embargo, si existiera un hito que marcara un punto de inflexi\u00f3n posiblemente ese ser\u00eda el \u201ccaso Watergate<\/strong>\u201d.<\/p>\n Durante mucho tiempo, el caso Watergate (en realidad,\u00a0la primera gran filtraci\u00f3n de la historia<\/strong>)\u00a0ha sido el estandarte de una prensa erigida inmerecidamente en la principal salvaguarda de la democracia. Antes de este suceso, las sociedades democr\u00e1ticas aceptaban que la prensa fuera un mecanismo de control adicional, pero de ning\u00fan modo un verdadero poder. Con el Watergate esta limitaci\u00f3n desapareci\u00f3. La prensa alcanz\u00f3 el estatus de Cuarto Poder<\/strong> y se sumi\u00f3 definitivamente dentro del poder que deb\u00eda fiscalizar.<\/p>\n Como suele suceder en los hitos hist\u00f3ricos que son elevados inmediatamente a la categor\u00eda de logros incuestionables, el caso Watergate tiene muchos claroscuros. Es cierto que las informaciones filtradas por el agente del FBI William Mark Felt<\/strong> a los periodistas Bob Woodward<\/strong> y Carl Bernstein<\/strong> eran lo suficientemente graves como para forzar la dimisi\u00f3n del presidente Richard Nixon<\/strong>. Pero esa no es la discusi\u00f3n. La cuesti\u00f3n de fondo es por qu\u00e9, hasta ese momento, los presidentes que comet\u00edan graves abusos de poder se hab\u00edan librado de la acci\u00f3n justiciera de la prensa.<\/p>\n En realidad, la Segunda Guerra Mundial<\/strong>, la posterior Guerra de Corea<\/strong> y la din\u00e1mica de la Guerra Fr\u00eda<\/strong> hab\u00edan permitido a sucesivas administraciones mantener a los Estados Unidos en un permanente estado de excepci\u00f3n. Circunstancia que diferentes presidentes utilizaron para incrementar sus atribuciones. As\u00ed, los abusos de poder se convirtieron no ya en habituales, sino en algo t\u00e1citamente aceptado<\/strong>, una regla no escrita que nadie contraven\u00eda.<\/p>\n Esta an\u00f3mala situaci\u00f3n lleg\u00f3 a su fin de forma sospechosamente tard\u00eda cuando la prensa, esta vez s\u00ed, cumpli\u00f3 su papel de vigilancia con el presidente Richard Nixon<\/strong>, forzando la investigaci\u00f3n del Congreso que llev\u00f3 a su merecida dimisi\u00f3n. Pero la pregunta qued\u00f3 en el aire: \u00bfpor qu\u00e9 la prensa, que hasta entonces hab\u00eda hecho la vista gorda, se mostr\u00f3 tan diligente con Nixon?<\/p>\n Una de las claves es sin duda el odio que desde siempre domin\u00f3 las relaciones entre Nixon y los diarios de la Costa Este, un odio que hund\u00eda sus ra\u00edces en profundas desavenencias ideol\u00f3gicas, incluso en antagonismos de clase<\/strong>.<\/p>\n Esto explica en parte por qu\u00e9, inmediatamente despu\u00e9s de que Lyndon B. Johnson<\/strong> traspasara la Casa Blanca a Richard Nixon en 1969, los diarios de la Costa Este se dedicaron a ejercer una oposici\u00f3n irrestricta, mostrando tal hostilidad hacia el nuevo presidente que el analista David Broder<\/strong> lleg\u00f3 a afirmar en Safire que parec\u00edan dispuestos a cualquier cosa, a cruzar todas las l\u00edneas con tal de quebrar a Nixon.<\/p>\n Sin embargo, la verdadera motivaci\u00f3n contra Nixon iba m\u00e1s all\u00e1 de desavenencias ideol\u00f3gicas, incluso de animadversiones personales. La actitud inquietantemente retadora de Nixon y su irreductible aversi\u00f3n hacia las \u00e9lites del Este anticipaba que su acci\u00f3n de gobierno estaba determinada a socavarlas y a minar su creciente poder<\/strong>. Un poder que no hab\u00eda dejado de aumentar ininterrumpidamente desde Franklin D. Roosevelt<\/strong> hasta Lyndon B. Johnson. Esto fue lo que realmente dispar\u00f3 todas las alarmas. No la lealtad al sistema democr\u00e1tico, ni la devoci\u00f3n por el periodismo de investigaci\u00f3n.<\/p>\n Despu\u00e9s de Richar Nixon, ha habido otros dos presidentes con los que estas mismas \u00e9lites se han mostrado descarnadamente hostiles. Y en ambos casos por el mismo motivo: el miedo a la p\u00e9rdida de privilegios y de estatus<\/strong>.<\/p>\n El primero fue Ronal Reagan<\/strong>. Y el segundo, Donald Trump<\/strong>. Contra Reagan la bomba empleada fue el \u201ccaso Irangate<\/strong>\u201d, del que contra todo pron\u00f3stico sali\u00f3 indemne. Si bien inicialmente su popularidad pas\u00f3 del 67% al 46%, dos meses m\u00e1s tarde hab\u00eda remontado al 64%. En el caso de actual presidente, Donald Trump, tras varios intentos frustrados, algunos bastante esperp\u00e9nticos, se sigue trabajando denodadamente para encontrar la manera de echarle a puntapi\u00e9s de la Casa Blanca.<\/p>\n Como nota curiosa, sorprende que Barack Obama<\/strong>, el presidente que m\u00e1s guerras encubiertas ha librado a lo largo de la historia de los Estados Unidos<\/strong>, saliera indemne, sin un solo rasgu\u00f1o, de la acci\u00f3n fiscalizadora de una prensa tan escrupulosa y vigilante. Al fin y al cabo, a Reagan, por bastante menos, a punto estuvieron de cortarle la cabeza.<\/p>\n Volviendo al Watergate, m\u00e1s all\u00e1 de cuestionarse las verdaderas motivaciones del agente William Mark Felt, manifiestamente af\u00edn al partido Dem\u00f3crata, o si \u00e9ste act\u00fao s\u00f3lo o por encargo de terceros, cabe preguntarse si fue realmente un hito positivo o s\u00ed, por el contrario, a la larga supuso para la democracia y el periodismo graves perjuicios que han pasado desapercibidos<\/strong>.<\/p>\nEl hito del Watergate<\/h2>\n
Presidentes marcados<\/h2>\n
Ni periodismo ni ideales<\/h2>\n