{"id":5957,"date":"2018-09-30T01:03:56","date_gmt":"2018-09-30T01:03:56","guid":{"rendered":"https:\/\/redinternacional.net\/?p=5957"},"modified":"2019-01-01T20:02:16","modified_gmt":"2019-01-01T20:02:16","slug":"el-irresistible-auge-de-los-egolatras-por-javier-benegas","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/redinternacional.net\/2018\/09\/30\/el-irresistible-auge-de-los-egolatras-por-javier-benegas\/","title":{"rendered":"El irresistible auge de los eg\u00f3latras – por Javier Benegas"},"content":{"rendered":"

\"456745745677\"<\/p>\n

Ana cumpli\u00f3 el mes pasado 42 a\u00f1os. Desde que tuvo su primer empleo, ha gastado todo su dinero en viajar. \u201cAntes de tener una relaci\u00f3n seria o pensar en crear mi propia familia, quiero conocer el mundo\u201d, se hab\u00eda prometido. Y ha cumplido su promesa durante las \u00faltimas dos d\u00e9cadas.<\/ins><\/p>\n

Desde hace tres a\u00f1os tiene una relaci\u00f3n formal con un hombres m\u00e1s joven que ella. Han intentando ser padres, pero sin \u00e9xito. Varios abortos y dificultades de todo tipo se oponen a sus deseos. A Ana le han dicho que sus \u00f3vulos son de mala calidad. Sus 42 a\u00f1os tienen la culpa<\/strong>. Ahora que los viajes son vagos recuerdos, se pregunta si tal vez debi\u00f3 privarse de alguno para haber sido mam\u00e1 cuando a\u00fan estaba a tiempo. Y siempre se responde lo mismo: \u201cOjal\u00e1\u201d. Pero no hay vuelta atr\u00e1s.<\/p>\n

Por su parte, Alberto, otro personaje que comparte generaci\u00f3n con Ana, no ejerce de turista. Su afici\u00f3n, adem\u00e1s de la ropa, son las\u00a0Harley-Davidson<\/strong>. Ha disfrutado de varios modelos, pero la mejor de todas es su \u00faltima adquisici\u00f3n: la\u00a0Softail Slim<\/strong>, cuyo precio, 21.500 euros, pag\u00f3 si rechistar.<\/p>\n

Alberto vive solo en un coqueto apartamento de soltero. Y aunque tiene bastantes amigos, desde que cumpli\u00f3 los 43 siente una inquietante soledad. Cuando le preguntan qu\u00e9 piensa hacer al respecto, responde que lleva tanto tiempo viviendo solo que se siente incapaz de compartir su espacio con alguien que no sea \u00e9l mismo. \u201cAcabar\u00eda fatal. La soledad me ha convertido en un terrible mani\u00e1tico\u201d. Luego, se queda pensativo.<\/p>\n

Un cambio radical<\/h2>\n

La mentalidad del hombre occidental de hace tan s\u00f3lo unas pocas d\u00e9cadas se ha vuelto tan lejana para nosotros como lo era para nuestros abuelos la del hombre guerrero de 2.000 a\u00f1os atr\u00e1s. Hemos asimilado la gran verdad de la posmodernidad: \u201cs\u00f3lo se vive una vez<\/strong>\u201d. Y, por lo tanto, cada segundo de nuestra existencia alcanza un valor incalculable.<\/p>\n

La percepci\u00f3n de que el tiempo transcurre demasiado r\u00e1pido y nada permanece, ha convertido la autosatisfacci\u00f3n en el nuevo tirano que define las decisiones que tomamos<\/p><\/blockquote>\n

Empujadas por esta sensaci\u00f3n de velocidad y provisionalidad, las sociedades desarrolladas han sufrido una profunda transformaci\u00f3n que va m\u00e1s all\u00e1 de la revoluci\u00f3n tecnol\u00f3gica<\/strong> y la globalizaci\u00f3n<\/strong>. En tan s\u00f3lo medio siglo, las l\u00edneas maestras que conforman nuestra mentalidad se han desvinculado casi por completo de las que reg\u00edan en generaciones anteriores.<\/p>\n

La antigua\u00a0\u00e9tica del trabajo<\/strong>, donde lo importante era cumplir con las obligaciones familiares, sacrificarse por los hijos y, acaso, aspirar al Para\u00edso y ser considerados \u201cciudadanos ejemplares\u201d, ha sido reemplazada por otra donde la autosatisfacci\u00f3n<\/strong> se ha convertido en el nuevo tirano de nuestras decisiones.<\/p>\n

La cultura de la autosatisfacci\u00f3n<\/h2>\n

No se trata de que haya deca\u00eddo el amor por el dinero. Hoy, igual que antes, las personas aspiran a mejorar su situaci\u00f3n econ\u00f3mica siempre que sea posible, incluso cuando no lo es. Pero esa necesidad de mejora material ya no tiene como principal objeto cumplir con pesadas obligaciones, sino que todos nuestros esfuerzos se han reorientado hacia la autorrealizaci\u00f3n<\/strong>.<\/p>\n

Los individuos ya no se conforman con realizar una actividad que les permita vivir, a ser posible, holgadamente; mucho menos entregar el fruto de su esfuerzo a terceros. Ahora buscan satisfacer sus propios deseos, renunciando a todo compromiso. Tampoco se trata sencillamente de realizar una actividad af\u00edn a sus gustos, lo que antes se entend\u00eda como vocaci\u00f3n<\/strong>. Es diferente. All\u00ed donde est\u00e9 y haga lo que haga, el hombre posmoderno exige poder desarrollar su propio yo. Ya no hace cosas sino que quiere ser cosas<\/strong>. Es la cultura de la autosatisfacci\u00f3n<\/strong>.<\/p>\n

Amar lo que se hace<\/h2>\n

Cuando Soichiro Honda<\/strong>, fundador de Honda Motors, afirmaba que la clave del \u00e9xito es amar lo que se hace<\/strong>, estaba expresando una mentalidad muy distinta a la que hoy parece dominar al hombre occidental. La suya era una visi\u00f3n donde el protagonista no era en realidad el individuo sino lo que hac\u00eda; donde el reconocimiento personal no era una fatua finalidad, sino que se obten\u00eda en base a lo que se legaba a los dem\u00e1s.<\/p>\n

Soichiro, que vivi\u00f3 intensamente la posguerra de un Jap\u00f3n arrasado, estaba obsesionado con la movilidad. Aspiraba a crear veh\u00edculos muy asequibles que, sin embargo, proporcionar\u00e1n al modesto comprador experiencias propias de productos m\u00e1s caros. Quer\u00eda que sus utilitarios fueran confortables, tuvieran motores econ\u00f3micos pero briosos y proporcionaran satisfacciones que no se correspond\u00edan con un utilitario convencional. Pero lo que le animaba en este empe\u00f1o no era su imagen ocupando el Sal\u00f3n de la Fama, sino que sus logros resultaran en alguna medida \u00fatiles. Esa era su finalidad.<\/p>\n

Como otros personajes de su tiempo, Soichiro no quer\u00eda Ser<\/em> sino Hacer<\/em><\/strong>. Hoy, sin embargo, queremos ser, incluso sin hacer nada.<\/p>\n

La ley del deseo<\/h2>\n

En efecto, en la actualidad prima la ley del deseo, el culto al Yo<\/strong>. Lo importante no es ya lo que el individuo hace, sus logros y sus m\u00e9ritos, sino sus aspiraciones, que se sienta satisfecho, a gusto consigo mismo.<\/p>\n

Esta promoci\u00f3n de la satisfacci\u00f3n personal, que se inicia en las m\u00e1s altas instancias, se derrama de arriba abajo, afectando a infinidad de sujetos que, a su vez, desarrollan una percepci\u00f3n de s\u00ed mismos que no se corresponde con sus logros sino con supuestos derechos. As\u00ed, qui\u00e9n m\u00e1s, qui\u00e9n menos, todos exigen que el entorno sea un espejo m\u00e1gico que les devuelva, lo merezcan o no, una imagen idealizada de s\u00ed mismos.<\/p>\n

Qui\u00e9n m\u00e1s, qui\u00e9n menos, todos exigen que el entorno sea un espejo m\u00e1gico que les devuelva, lo merezcan o no, una imagen idealizada de s\u00ed mismos<\/p><\/blockquote>\n

Ocurre, sin embargo, que cuando no cumplimos nuestros deseos y no nos vemos reflejados en los dem\u00e1s como esperamos, sentimos una profunda frustraci\u00f3n. Las vivencias, desacuerdos, conflictos, adversidades\u2026, todas las contingencias que nuestros ancestros asum\u00edan como cotidianas y normales, las interiorizamos como traumas existenciales<\/strong>, incluso como agresiones que necesitan de un culpable al que responsabilizar y con quien ajustar cuentas.<\/p>\n

La omnipresente infantilizaci\u00f3n<\/h2>\n

Esta sustituci\u00f3n del \u201chacer\u201d por la necesidad de \u201cser\u201d, de la que proceden muchos conflictos actuales y tambi\u00e9n el surgimiento del Estado terap\u00e9utico<\/a><\/strong>, es la gran paradoja de la modernidad.<\/p>\n

Resulta que el progreso ha catapultado a las sociedades hacia una era de bienestar y seguridad como nunca antes hab\u00edamos conocido, pero no nos ha hecho mejores y m\u00e1s resistentes, sino que ha supuesto la regresi\u00f3n a un yo primitivo<\/strong>, la emergencia de un ser infantilizado que, como un ni\u00f1o, no puede racionalizar lo que le sucede porque carece de la madurez suficiente para aceptar que, contrariamente a lo que hoy le ense\u00f1an pedagogos y pol\u00edticos, el mundo no empieza y termina en \u00e9l<\/strong>.<\/p>\n

El progreso ha catapultado a las sociedades hacia una era de bienestar y seguridad como nunca antes hab\u00edamos conocido, pero tambi\u00e9n ha supuesto la regresi\u00f3n a un yo primitivo<\/p><\/blockquote>\n

Con todo, lo peor es que la renuncia al yo adulto, al que se construye mediante la autosuperaci\u00f3n, la conciliaci\u00f3n y el compromiso, en favor de ese yo infantil, intransigente y rencoroso, no s\u00f3lo convierte la pol\u00edtica, que deber\u00eda ser algo elevado, en una actividad ruin destinada a satisfacer necesidades igualmente ruines, tambi\u00e9n transforma las m\u00e1s elevadas causas en medios para la consecuci\u00f3n de fines particulares y hace inviables los proyectos que necesiten de altas dosis de altruismo y de la renuncia al reconocimiento individual.<\/p>\n

Elegir, despu\u00e9s de todo<\/h2>\n

Nadie se libra de la infantilizaci\u00f3n<\/strong>. Todos, en alguna medida, estamos contaminados.\u00a0El infantilismo ha calado tan profundamente que, incluso, esa b\u00fasqueda desesperada de reconocimiento muchas veces se traviste de denuncia. Y no s\u00f3lo afecta a quienes viven ignorantes, tambi\u00e9n termina por apoderarse de los que parecen advertirnos del problema.<\/p>\n

As\u00ed, quienes se erigen en sabios no nos salvaguardan del peligro, sino que, en realidad, sus denuncias son fuegos fatuos para que se les reconozca como es debido. Y es que en estos tiempos locos, hasta los \u201chombres justos\u201d se rinden a las exigencias del ego con bastante facilidad.<\/p>\n

El problema del erudito que cae en el mismo vicio que denuncia es f\u00e1cil de entender: tambi\u00e9n \u00e9l es hijo de la posmodernidad<\/strong>. Y una cosa es teorizar sobre la autosuperaci\u00f3n y el altruismo, y otra muy distinta practicarlos hasta la extenuaci\u00f3n cuando nunca se ha adquirido la costumbre<\/strong>.<\/p>\n

Sea como fuere, siempre se puede elegir. Amar lo que se hace y amarse a uno mismo por encima de todas las cosas son opciones incompatibles<\/strong>. Debemos, pues, optar entre una de las dos. Porque de esa elecci\u00f3n, y no del reflejo idealizado de nuestro yo, depender\u00e1 qu\u00e9 tipo de personas seamos realmente\u2026 y, sobre todo, si haremos en esta vida, que s\u00f3lo se vive una vez, algo que valga la pena.<\/p>\n