25 cuestiones clave sobre el SIDA – por Xavier Bartlett

Desmontar_sidaHoy se celebra oficialmente el Día Mundial del SIDA. Como complemento y ampliación de la anterior entrada sobre la problemática del SIDA desde el punto de vista humano y científico, adjunto seguidamente un documento con 25 hechos y preguntas fundamentales sobre el SIDA desde un enfoque crítico hacia la versión oficial. El texto incluye en determinadas secciones algunos argumentos técnicos que son de todo necesarios para entender la explicación general, y espero haberlos hecho accesibles a todo el público no especializado, aun a riesgo de simplificación. Yo también tuve que hacer un esfuerzo en su día para meterme en campos que no eran de mi ámbito, pero si se quiere tener una mínima comprensión científica y veraz de los hechos no hay más remedio que abordar los elementos médicos y biólogicos más esenciales de la controversia.

La mayor parte del contenido que presento aquí se deriva de los sólidos trabajos Desmontar el SIDA y El rapto de Higea, obras respectivas de los investigadores españoles Lluís Botinas y Jesús García Blanca, aparte del libro todavía inédito de Botinas. Cabe reseñar que ambos sustentan sus postulados en la investigación previa de docenas de científicos críticos con la versión oficial del SIDA, muchos de ellos de gran reputación y experiencia, entre los cuales podemos citar a Hässig, Kremer, Hamer, Lanka, Margulis, Giraldo, Bauer, Duesberg, Papadopulos-Eleopulos, Chin, Beljanski, etc.

1. ¿Cuál fue el origen del SIDA y su investigación en el ámbito científico?

El origen se sitúa en 1981, cuando el CDC (Centers for Desease Control: organismo de la administración norteamericana dedicado a combatir las amenazas a la salud pública) afirmó que se había detectado una nueva enfermedad entre homosexuales, caracterizada por una inmunodeficiencia celular[1]. En ese momento, y sin prueba científica alguna, se aseguró que tal enfermedad era inevitablemente mortal, y recibió el nombre provisional de GRID (Gay-Related InmumoDeficiency)

Seguidamente, en 1982, el CDC dio otro paso: bautizó la enfermedad como AIDS (SIDA: Síndrome de Inmuno-Deficiencia Adquirida) y la consideró como una epidemia (con sólo 452 casos en todos los EE UU). Dicha epidemia se manifestaba a través de dos enfermedades principales, la PCP (Neumonía por Pneumocystis carinii) y el SK (Sarcoma de Kaposi), más otras 10 enfermedades adicionales. Además, se puso el acento en determinados “grupos de riesgo”, como los homosexuales, los drogadictos, las prostitutas y los hemofílicos. En el verano de ese año tuvo lugar una reunión de los investigadores del CDC sobre el SIDA, en la que su director “decidió” que el SIDA era vírico. A raíz de este enfoque prefijado, los investigadores se pusieron a buscar dicho virus, dando como resultado los descubrimientos del Dr. Luc Montagnier en Francia en 1983 y el del Dr. Robert Gallo en EE UU en 1984, que dijeron haber identificado al virus causante del SIDA.

Gallo
Robert Gallo

El 23 de abril de 1984 el Dr. Gallo dio a conocer su descubrimiento del VIH en una conferencia de prensa organizada por el NIH (National Institutes of Health), sin haber publicado previamente su trabajo en una revista científica reconocida, lo cual es del todo anómalo[2]. Asimismo, en dicho acto Gallo presentó la patente de un test para detectar la infección por VIH. Desde 1984 en adelante las autoridades sanitarias mundiales han cambiado hasta cuatro veces la definición de SIDA y han incluido hasta 29 enfermedades en el ámbito del SIDA, de tal modo que todas las personas que padecen esas enfermedades y han dado positivo al test de VIH han pasado automáticamente a ser enfermos de SIDA y así se contabilizan en las estadísticas.

En 1995 el Dr. Ho incorporó un importante cambio al sustituir el modelo Montagnier-Gallo –basado en el concepto de lentivirus– por otro según el cual se afirma que el VIH se multiplica con muchísima rapidez y muta constantemente. También entonces se introdujo la metodología de la carga viral, un marcador para medir el grado de infección de los pacientes, así como nuevos tratamientos más agresivos –llamados oficialmente HAART[3] y coloquialmente cócteles– que permitían cronificar el SIDA.

2. ¿Existe consenso científico en la interpretación del SIDA y del VIH?

No. Existe una versión oficial mayoritaria impuesta de arriba abajo que se fue construyendo desde 1981 y que se institucionalizó desde 1984 en adelante, con diversos cambios. Pero ya desde el principio aparecieron voces escépticas o críticas que ponían en duda los postulados oficiales a causa de su falta de rigor científico. Entre los críticos había eminentes especialistas en medicina, biología o virología, como el Dr. Peter Duesberg, que ya en los años 80 fue defenestrado de su posición de prestigio por negar que el VIH (Virus de Inmuno-deficiencia Humana) fuera el causante del SIDA. Con el tiempo surgieron más disidentes en todo el mundo, que en algunos casos se fueron organizando en comunidades de profesionales, como el llamado Grupo de Perth.

Actualmente se puede consultar en Internet[4] un largo listado de unos 3.000 científicos que se oponen a la versión oficial del SIDA. De todos modos, cabe recordar que una gran mayoría de opiniones en un determinado sentido no se corresponde con una verdad científica demostrada sino a un acuerdo generalizado de tipo político. En otras palabras, en ciencia lo que vale realmente son los resultados reproducibles, no el “consenso” (según palabras del científico Michael Crichton).

3. ¿Cuáles son las posiciones de los científicos críticos?

Básicamente hay dos tendencias. En la primera están los que aceptan que existe una enfermedad llamada SIDA y que debe tratarse por medios convencionales o alternativos. Sin embargo, no creen que la enfermedad esté causada por el VIH, al que consideran un virus inofensivo, y rechazan los tratamientos agresivos oficiales. La segunda tendencia niega la base científica del VIH y considera que no está probado que el virus haya sido aislado según la metodología y criterios aceptados universalmente. Yendo un paso más allá, algunos opinan que en realidad bajo el paraguas de la falsa enfermedad SIDA se esconde un conjunto de viejas enfermedades ya conocidas, que mal tratadas –con fármacos muy tóxicos– pueden conducir a cronificación de las afecciones y la muerte. Por tanto, ambos enfoques coinciden en que en cualquier caso el tratamiento oficial es erróneo y lesivo para la salud de los pacientes.

4. ¿Cómo ha reaccionado el estamento sanitario y científico oficial ante las posiciones críticas?

Normalmente ignorando por completo tales críticas. Los artículos de los profesionales contrarios a la versión oficial raramente han sido aceptados en las revistas especializadas. Existe una marginación o censura de facto sobre tales opiniones en el ámbito académico, pero también una censura masiva política en los medios de comunicación de masas, impidiendo que los críticos tengan voz en los medios o cancelando reportajes y documentales “peligrosos” a cargo de periodistas. Las escasas ocasiones en que los oficialistas se han referido a los escépticos han sido para calificarlos de “fuerzas del lado oscuro, mala hierba, asesinos de niños, defensores de la Tierra plana, negacionistas del Holocausto”, etc. pero no han entrado al detalle del debate científico.

5. ¿Cómo se vendió el SIDA a la sociedad?

Desde 1981 se fue montando en todo el mundo una creciente campaña de información sobre “la enfermedad que afectaba a los homosexuales” y posteriormente, una vez definida como SIDA, pasó a ser objeto de un efecto masivo de socialización a través de los medios de comunicación y las consignas de las autoridades sanitarias nacionales e internacionales. A ello se sumó el impacto de un cierto “marketing del SIDA”, al vincular el SIDA a personajes famosos que supuestamente habrían muerto de esta enfermedad (Freddie Mercury, Rudolf Nureyev, Rock Hudson, etc.) y a la estrategia altamente emocional que protagonizó el deportista Magic Johnson al presentarse como infectado.

Paralelamente, se difundió el fenómeno a través del cine con películas como Philadelphia, y se insistió en la estigmatización social que comportaba la enfermedad. En particular, desde mediados de los años 80 se lanzó una potente campaña de miedo y amenaza generalizada al extenderse la enfermedad a toda la población (heterosexual), con las consiguientes directrices públicas sobre el contagio por vía sexual y el obligado uso de preservativos, y se sugirió que a la larga el SIDA podría matar en Occidente a más personas que el resto de enfermedades juntas. El mensaje oficial que debía trasmitirse a los seropositivos es que inevitablemente iban a desarrollar la enfermedad en unos pocos años y que iban a morir con seguridad a menos que iniciaran el tratamiento médico antiviral. Por supuesto, la ONU tomó cartas en el asunto instituyendo desde 1988 el día 1 de diciembre como “Día mundial del SIDA”, aparte de la creación de un organismo (ONUSIDA) para afrontar la enfermedad globalmente, pues considera que erradicar el SIDA es “uno de los retos fundamentales de la Humanidad”.

6. ¿Por qué hoy en día se habla de VIH/SIDA[5]?

Porque precisamente debido a las muchas sospechas y críticas de que el VIH podría no tener ninguna relación con la enfermedad SIDA, desde 1987 el estamento oficial sanitario decidió juntar ambas siglas en un solo término como muestra inequívoca de la relación directa entre el VIH y el SIDA, considerando al virus como el único causante de la enfermedad. Esta simple maniobra del lenguaje supuso un refuerzo consciente e inconsciente de la versión oficial entre los médicos y la población en general.

Lo cierto es que la pretensión oficial de que el VIH destruye ciertas defensas humanas (básicamente los linfocitos T4), lo que a su vez facilita la infección por parte de microbios “oportunistas”, no ha sido probada jamás científicamente. Nadie ha explicado –según los aceptados postulados de Koch– los mecanismos por los cuales el supuesto VIH puede destruir determinadas células y desencadenar el SIDA. Las pruebas aportadas por los propios investigadores no cumplen tales postulados y llevan a la triple constatación de que: 1) El VIH no es ni nece­sario ni suficiente para provocar el descenso de T4; 2) El descenso de T4 no es ni nece­sario ni suficiente para desarrollar el SIDA; y 3) No es posible afirmar que todos los pacientes de SIDA están infectados por el VIH.[6] Por otro lado, existen varios estudios, como el del profesor Henry Bauer[7], que desmontan la relación entre VIH y SIDA a partir de la falta de correlación de los datos geográficos y cronológicos entre la detección del VIH y los enfermos de SIDA, aparte de otros factores clínicos que la versión oficial ha ocultado o tergiversado.

7. ¿Qué admitió el Dr. Montagnier sobre su descubrimiento del virus del SIDA?

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Luc Montagnier

El Dr. Luc Montagnier afirmó en artículo científico publicado en Science en 1983 que había aislado un virus en un enfermo de SIDA y por ello se le considera descubridor del VIH. No obstante, en rigor, sólo obtuvo indicadores indirectos en sus análisis, y no confirmación de aislamiento de un nuevo virus. De hecho, desde los años 80 en adelante fue matizando sus primeras afirmaciones, aceptando que el virus no era suficiente para explicar la enfermedad e introduciendo otros posibles co-factores como causantes del SIDA.

En 1997, durante una entrevista, admitió finalmente que en su investigación sobre el VIH nunca había llegado a purificar; lo que significa que no pudo identificar (aislar) el VIH puesto que el paso de purificación siempre es anterior al del aislamiento. En 2007 afirmó que el VIH sólo era grave si el sistema inmunitario de la persona estaba deprimido, situación que se da en personas con problemas de drogas, alcohol, otros tóxicos, mala nutrición, etc.

8. ¿Aisló el virus VIH el doctor Robert Gallo en 1984?

No. Según la opinión de muchos expertos, sobre todo los que conforman el Grupo de Perth, no hay prueba científica fehaciente de tal hecho. El equipo de laboratorio del Dr. Gallo, conducido por el Dr. Popovic, dejó por escrito literalmente que “pese a los intensos esfuerzos de investigación realizados, el agente causal del SIDA no ha sido aún identificado”. El Dr. Gallo tachó esa frase, manipuló el escrito del Dr. Popovic y lo convirtió en el artículo de referencia de la revista Science que fue tomado como base científica del SIDA y que (casi) nadie discutió en su momento[8]. Por tanto, se puede hablar directamente de un fraude científico, tal como denunció en 2008 un grupo de reputados científicos internacionales, que pidió (sin éxito) al editor de Science que retirara los artículos de Gallo. En suma, es imposible demostrar que algo no existe, pero a día de hoy no se ha presentado prueba indiscutible de la existencia del VIH.

9. ¿Qué aspectos concretos fallan en la prueba de aislamiento del VIH?

Según el biólogo y virólogo alemán Stefan Lanka, especialista en aislamiento de virus[9], en el caso del SIDA fallan los cuatro requisitos esenciales para la confirmación de aislamiento de un virus, a saber:

1) Presentar las cuatro fotografías preceptivas: del virus en el interior de células, del virus sin absolutamente nada más en la foto, de las proteínas de la envoltura del virus y del ácido nucleico del virus.

2) Caracterizar tanto las proteínas como el ácido nucleico entero, y para ello secuenciarlos.

3) Realizar los también preceptivos múltiples ensayos de control.

4) Publicar en revistas científicas adecuadas los resultados que se van obteniendo, a fin de que otros científicos puedan verificar si son correctos.

Ni Gallo ni Montagnier cumplieron con estos requisitos.

10. ¿Se ha fotografiado sin atisbo de duda el supuesto virus VIH?

No. Lo que se muestra habitualmente como VIH son imágenes virtuales, simuladas por ordenador. Las fotos originales mediante microscopio electrónico aportadas por Gallo fueron encargadas al Dr. Gonda, que –en una respuesta por escrito al Dr. Gallo– afirmó que las vesículas [de los cultivos enviados por Gallo] podían ser halladas en cualquier precipitado celular y no podían adscribirse a ningún HTLV (nombre previo del HIV). Según el Dr. Lanka: “Nunca mostraron la foto de un virus aislado sino de partículas celulares (vesículas de transporte) utilizadas por las células para tareas de importación y exportación (ello queda revelado las veces en que escriben en los pies de foto que se trata de secciones ultrafinas). Ni siquiera mostraron nunca una “foto del VIH” en la sangre de personas etiquetadas.”[10]

11. ¿Qué síntomas propios tiene el SIDA?

Ninguno. Según reconoció Montagnier en 1994, el SIDA es una enfermedad que carece de síntomas clínicos propios. Lo que se atribuye a síntomas es en realidad el resultado de hacerse un test y dar positivo y luego someterse a unos marcadores indirectos, que son el recuento de T4 y la carga viral. Las personas que han dado positivo pueden permanecer perfectamente sanas y asintomáticas de todo tipo de dolencia. Cualquier enfermedad tiene síntomas característicos que permiten el diagnóstico y tratamiento, lo que sí ocurre con aquellas que han quedado agrupadas bajo el paraguas de SIDA, pero no el SIDA como tal.

12. ¿Qué causó la muerte de tantas personas etiquetadas de SIDA?

Si no hay virus VIH, lógicamente deben haber otras causas que causaron las millones de muertes atribuidas al SIDA. En primer lugar está el pánico provocado al dar positivo y a las reacciones e influencias por parte del estamento médico y del entorno de la persona. Esto puede provocar una espiral negativa que conduce a un progresivo desequilibrio psicosomático que a su vez puede llevar a la pérdida de la salud y a la muerte. Después están las propias enfermedades que están detrás de la etiqueta SIDA y que sí son un problema real de salud si no se tratan adecuadamente, aparte de los malos hábitos de vida, las drogadicciones, etc. Asimismo, en ciertas personas las transfusiones de sangre, los transplantes y la condición de hemofílico también comportan riesgos graves. No obstante, el factor más letal es el propio tratamiento oficial del SIDA –incluido el preventivo para personas seropositivas– que es pura quimioterapia (disfrazada de “anti-retrovirales”) tremendamente tóxica.

13. ¿En qué consisten los tratamientos oficiales para el SIDA?

Los fármacos anti-retrovirales (ARV), no precisamente baratos, fueron establecidos desde 1987 y los propios fabricantes no aseguran en sus prospectos que curen la infección por VIH ni que mejoren la calidad de vida. Una vez que una persona es etiquetada como seropositiva a través de los tests, puede estar sometida a dos tratamientos: el preventivo y el contingente. El primero se administra para aquellos que aún no han contraído la enfermedad y consiste esencialmente en antibióticos e inmunodepresores, los cuales ya han demostrado una alta toxicidad, como en el caso particular del Septrin. Para las personas que ya padecen oficialmente el SIDA, al haber sucumbido a alguna enfermedad oportunista, se les prescribe un cóctel de medicamentos instaurado desde 1995 bajo la filosofía Hit fast, Hit hard (“Golpea rápido, golpea duro”), que se basa en administrar de inmediato grandes dosis de fármacos, cuyo elemento principal es el AZT (Azidotimidina), un reconocido veneno[11] que se comercializó como Retrovir por parte de la farmacéutica Wellcome (luego GlaxoSmithKlein).

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Envasado original del AZT antes de convertirse en un ARV contra el VIH

Cabe señalar que el AZT fue aprobado por la FDA (organismo regulador de fármacos en los EE UU) sin que se hubiesen implementado las prácticas habituales de los grupos de control y el doble ciego. Además, todo el proceso fue llevado a cabo en tiempo récord, pese a que los ensayos clínicos mostraron a las claras que perjudicaba a los pacientes. Lynn Gannett, la persona que gestionó los resultados de los ensayos, optó por dimitir de su puesto cuando se le pidió que cambiara los datos. Una vez aprobado, el AZT fue recetado masivamente, incluyendo a seropositivos asintomáticos, niños y mujeres embarazadas.

Todos estos fármacos ARV son calificados como análogos de nucleósidos (elementos de las cadenas de ADN) y supuestamente actúan contra una enzima específica del VIH. Asimismo, existen otros productos –inhibidores– que tendrían efecto sobre otros ciertos componentes del VIH como la proteasa, la integrasa, etc. En todo caso, los fármacos no han podido demostrar que eliminen el VIH (de hecho, se acepta la cronificación de la enfermedad como un mal menor) ni que produzcan más beneficio que daño, lo que debe esperarse en todo medicamento. La administración del AZT y el resto de la familia de fármacos ha dado como resultado diversos males que afectan gravemente a la salud de la persona –hasta llevarla a la muerte– dado que impiden la división de las células, dañan las mitocondrias celulares (que producen energía), frenan la síntesis del ADN, y producen oxidación (de los grupos sulfidrilos), lo que a su vez puede repercutir en cáncer, inmunodeficiencia, anemia, daños en el hígado y el riñón, atrofia muscular, etc.

14. ¿Qué ocurrió con la gran epidemia de SIDA en África?

Nunca ha existido epidemia de SIDA en ningún continente. Lo que ocurrió en África a finales del siglo XX fue una masiva maniobra institucional internacional –con la colaboración de las ONG– para presentar los problemas de salud de los africanos como epidemia de SIDA. En realidad, allí se han vendido muchísimas muertes como infección por VIH cuando en rigor deberían haberse atribuido a la pobreza y la precariedad de las condiciones higiénicas y sanitarias de amplias capas de la población. Así, muchas personas han fallecido a causa de la malnutrición, la tuberculosis, el tifus, la hepatitis, la diarrea, etc. pero en las estadísticas se los ha etiquetado como enfermos de SIDA. Lo que se hizo para dar cobertura a esta maniobra fue imponer arbitrariamente –bajo los criterios del CDC y la OMS para el Tercer Mundo– ciertos indicadores (pérdida de peso de un 10%, diarrea o fiebre durante un mes, aparición de herpes zóster, candidiasis, meningitis, etc.) como muestras inequívocas de SIDA.

Además, en África se ha usado tramposamente el término “epidemia” para meter más miedo y forzar el tratamiento farmacológico a gran escala[12], cuando convencionalmente se admite que una epidemia afecta a un enorme número de personas y actúa de forma virulenta en poco tiempo (unos pocos años, como mucho), con una fuerte curva ascendente y un pico de gran mortalidad, tras el cual las muertes descienden vertiginosamente y la epidemia acaba por desaparecer. Sin embargo, en el caso del SIDA no existe tal gráfica típica ni hubo una mortandad gravísima ni generalizada. Lo que sucedió es que se hincharon artificialmente las cifras de afectados –mientras la población seguía creciendo a un ritmo elevado– y se insistió en que era una epidemia crónica, lo que no tiene sentido.

15. ¿Están probadas científicamente las vías de transmisión del SIDA?

No. A la población se le vendió desde el principio que el contagio de SIDA se debía a la transmisión del VIH a través de la sangre u otros fluidos corporales, incluida la simple transmisión por concepción de las madres (e indirectamente los padres) a sus hijos. Es decir, que el compartir jeringuillas, exponerse a trasfusiones sanguíneas o tener relaciones homosexuales o heterosexuales –sin preservativo– eran las vías habituales de contagio del VIH. A este respecto, el profesor H. Bauer demostró que el VIH no se podía transmitir por relación sexual y que el uso de preservativo, de hecho, no disminuía en absoluto los positivos por VIH. Lo que ocurre en la práctica es que la “trasmisión” nace a partir de los resultados de los tests. Así, se relaciona el positivo de una persona A con el de una persona próxima B (pareja, relación fugaz, donante-receptor de sangre, etc.) dentro de un margen cronológico. Aparte de esta suposición lógica, el estamento académico no ha publicado nunca estudios científicos rigurosos sobre las vías de trasmisión del VIH.

Ahora bien, dejando a un lado la falta de prueba de la existencia del VIH, lo que ha sucedido en muchísimos casos en todo el mundo es que parejas de toda la vida, homosexuales u heterosexuales indistintamente, uno daba positivo y el otro no, sin que hubieran existido relaciones promiscuas u otras fuentes típicas de contagio. Incluso ha habido casos de progenitores (padre y madre) seronegativos con hijos recién nacidos seropositivos. Lo mismo se puede aplicar a drogadictos o a otros colectivos. Pero el mantra oficial sigue en su falacia de que, en caso de no hallar ninguna conexión, por algún otro lado debe existir una práctica de riesgo causante del contagio.

16. ¿Cómo se diagnosticaba el SIDA hasta 1984?

Dado que no había tests ni ninguna otra prueba objetiva, simplemente se diagnosticaba según el ojo clínico de cada médico y en función de ciertos prejuicios establecidos (centrando la atención en hemofílicos, homosexuales y drogadictos). Por ejemplo, un grupo de diez homosexuales se hizo visitar cada uno por un médico distinto y una vez explicada exactamente la misma historia, a nueve se les ofreció diversos tratamientos; sólo un caso se “etiquetó” de SIDA. Más tarde, el mismo grupo repitió la misma historia con los mismos diez médicos pero cambiando de interlocutor, y en esta ocasión todos declararon ser homosexuales, tras lo cual se diagnosticaron ocho casos de SIDA y dos de otros problemas.

17. ¿Cuáles son los tests que permiten el diagnóstico del SIDA?

En 1985 se instauró en el sistema sanitario el test ELISA para probar la infección por VIH. En realidad no había sido diseñado para tal fin, pues en origen sólo se había implementado para realizar un cribado de las muestras de sangre. En 1987, dado que el ELISA estaba dando un gran número de positivos en las donaciones de sangre, se incorporó un segundo test (de confirmación), el Western Blot (WB), un filtro más estricto que reducía en gran medida la cantidad de positivos. De este modo, un positivo con ELISA quedaba anulado por un negativo de WB.

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Nota del folleto del test Abbot Axsym System

Sin embargo, la población que se somete a estos tests ignora que los fabricantes de los tests no afirman que dichos tests sirvan para detectar el VIH, tal como consta en los prospectos de sus productos. Por ejemplo, en el test Abbot Axsym System podemos leer en letra pequeña (traducción del inglés): “Sensibilidad y especificidad: actualmente no hay patrón reconocido para establecer presencia o ausencia de anticuerpos del VIH-1 y VIH-2 en sangre humana.” Otro caso, en el test WB fabricado por los laboratorios BIORAD se lee lo siguiente: “El test de la existencia de anticuerpos contra el virus asociado al SIDA no es un diagnóstico de enfermedades del SIDA o parecidas al SIDA.”

18. ¿Cómo funcionan los tests que identifican (supuestamente) la presencia del HIV?

Según la versión oficial, el test –que emplea en su composición ciertas proteínas presentadas como del VIH pero que son propiamente humanas– tiene la capacidad de detectar ciertos anticuerpos en la sangre que han sido generados como defensa ante la presencia del VIH. Por tanto, en primer lugar, el test no es prueba directa sino indirecta, con el agravante de que no hay prueba científica de que tengamos anticuerpos específicamente generados por el VIH. Pero, además, los tests no son cualitativos (sí-no), sino cuantitativos (más-menos). Esto es, no hay una detección propia del VIH, sino que en función de un determinado umbral o cantidad de anticuerpos se marca el positivo por infección de VIH. Si da por encima, se clasifica a la persona como seropositiva, y por debajo, como seronegativa. En cuanto a los casos en que el resultado se sitúa en la frontera, se ha ido aplicando el criterio de dar positivo o negativo en función de si la persona forma parte de algún grupo de riesgo (drogadictos, homosexuales, etc.).

Es importante remarcar que los tests reaccionan ante los anticuerpos que todos tenemos de forma natural en nuestra sangre, con lo cual en la práctica pueden englobar a casi cualquier persona como seropositiva en un momento dado, excepto a los que sufren de una grave inmunodeficiencia, pues ellos carecen de la cantidad suficiente de anticuerpos para hacer saltar la trampa. Ante esta evidencia (y el enorme número de positivos que podrían surgir de las donaciones de sangre), desde 1987 se procedió a realizar una modificación consistente en diluir la muestra de suero sometida al test, a fin de que sólo los que tienen una cantidad apreciable de anticuerpos den positivo en el test. Por tanto, dar positivo no implica de ninguna manera ser inmunodeficiente, sino todo lo contrario. Ese “exceso” de anticuerpos detectado puede deberse a factores coyunturales de enfermedad o a una situación de estrés crónico de carácter psico-emotivo, tóxico, infeccioso, nutritivo o traumático[13].

19. ¿Qué fiabilidad o validez científica tienen los tests?

Los tests ELISA y WB son presentados como absolutamente fiables –prácticamente al 100%– por el estamento oficial (lo cual es del todo exagerado en términos médicos), pero en rigor carecen de toda fiabilidad científica, empezando por el hecho de que no cumplen con el gold standard (“patrón oro”), que obliga a comprobar el aislamiento del virus en los resultados positivos y a la inversa, esto es, a ratificar que está ausente en los casos de negativo. En realidad, los tests no son universales ni reproducibles, pues el citado umbral no es el mismo en todos los países, con el problema añadido de que los criterios de los fabricantes de los tests varían, así como su interpretación por parte de los especialistas. Y por si fuera poco, los resultados de una misma muestra de sangre pueden oscilar en función de los laboratorios o del momento en que se analiza la muestra. Una misma persona puede dar resultados (“diagnósticos”) diferentes según estas circunstancias y en un país puede ser considerado enfermo de SIDA y en otro no. Por ejemplo, unas determinadas reacciones apreciadas en unos genes pueden ser consideradas positivo en unos países pero no en otros. Tampoco hay un criterio único en cuanto a la supuesta eficacia de los tests, pues mientras en la mayoría de países se da al WB como más fiable, en el Reino Unido se lo descartó en 1992 y desde entonces sólo se aplica el ELISA.

Además, desde 1997 se ha demostrado que hay casi 70 factores que pueden desencadenar un positivo, desde un resfriado hasta varias enfermedades comunes como la gripe, la malaria, la hepatitis, etc. pasando por diversas situaciones específicas como vacunaciones, partos, transfusiones, transplantes, etc.

20. ¿Qué es la serorreversión (o seroconversión)?

Dada la arbitrariedad y falta de fiabilidad de los tests, se han dado múltiples casos de serorreversión, esto es, personas que han dado positivo en un primer test pero que en un tiempo diferido dan negativo en un segundo test. Dicho de otro modo, estas personas pasan “mágicamente” de estar infectadas por el VIH a no tener el VIH en su sangre, sin que haya mediado ninguna intervención médica. Por este motivo, el protocolo de las autoridades sanitarias es realizar una única vez los tests de infección por VIH a cada individuo, incluso cuando hayan pasado más de 15 ó 20 años desde la realización del primer test.

21. ¿Qué es el recuento de T4?

Una vez etiquetado un individuo como seropositivo por los tests, el siguiente paso es el control o seguimiento de la evolución de la enfermedad. Desde 1995 esto se hace mediante la medición o recuento de T4 y de la carga viral. El recuento de los T4 (una variante de un tipo de células llamadas linfocitos, que forman parte de los glóbulos blancos), es un sistema que consiste en comprobar cómo están las “defensas” del organismo frente a la amenaza del VIH. Existe pues un protocolo sanitario por el que cada cierto periodo el paciente debe someterse a un recuento de estos T4 (o CD4) en sangre, que para simplificar se califican de “defensas” aunque no son exactamente eso, y que según el resultado permiten calificar la situación del paciente de 1 a 4, siendo 1 la situación mejor y 4 la situación ya irreversible.

Lymphocytosis
Imagen de linfocitos

En realidad, este recuento un marcador indirecto y está tomado de forma muy parcial pues sólo una pequeña porción de estos linfocitos (un mínimo 3%) está en la sangre, mientras el resto está en la médula ósea, los ganglios, etc. Lo que se mide es el número de T4 por mililitro de sangre y la cifra total procede de la multiplicación de tres elementos: el total de glóbulos blancos, el porcentaje de linfocitos en esos glóbulos y el porcentaje de linfocitos específicos T4. Sin embargo, resulta que el error aceptado en este cálculo oscila entre el 30% y el 50%, por lo cual el resultado que se transmite al paciente puede ser totalmente engañoso. Pero por la propia naturaleza de estos linfocitos, éstos se repliegan a la médula o los tejidos básicos de sostén en caso de estrés o emergencia, y en ese contexto hasta un corredor de maratón al acabar una carrera podría tener el mismo cuadro de SIDA –“bajas defensas”– que una persona que se somete a los recuentos de T4.

Para finalizar, es destacable la trampa que supone este recuento, pues ante la presencia de elementos tóxicos en la sangre (los fármacos ARV) los linfocitos T dejan sus lugares “de repliegue” y hacen mayor acto de presencia en la sangre, con lo cual arrojan un resultado más alto. De este modo, los médicos pueden afirmar que su paciente mejora, sus defensas se fortalecen y, en suma, reacciona estupendamente a la medicación[14].

22. ¿Qué es la carga viral?

La carga viral, un marcador indirecto de tipo bio-tecnológico, es un número que oficialmente se corresponde con “la cantidad de copias de ARN del VIH que tiene en sangre la persona infectada” y se calcula mediante una técnica llamada PCR (Reacción en Cadena de la Polimerasa) inventada por el Dr. Kary Mullis. Esta técnica teóricamente mide la cantidad de ejemplares de VIH que tiene el infectado en el cuerpo, dando resultados que permiten apreciar mejorías o empeoramientos según el nivel que se obtiene en cada medición periódica. Pero en realidad, y el propio impulsor de la PCR así lo admitía, la técnica no mide la presencia del VIH ni permite calcular ninguna “carga viral”. Simplemente multiplica porciones de información genética existentes, pero no puede amplificar virus ni genomas completos, y además, como el VIH no ha sido aislado, es imposible preparar iniciadores específicos para fomentar esa multiplicación.

Ahora bien, la medición de la carga viral va paralela a la administración de los fármacos tóxicos, y como estos fármacos reducen la actividad biológica, los resultados de la carga viral van progresivamente a la baja y se muestra al paciente “que está mejorando de SIDA” gracias a los fármacos cuando en realidad su cuerpo está cada vez más dañado. Por el contrario, al dejar de tomar los cócteles, el metabolismo se recupera y la sangre transporta más fragmentos de ARN y ADN (los captados y multiplicados por la PCR) lo cual arroja un resultado peor: “más carga viral, más SIDA”. La consecuencia perversa de esto es que los pacientes entran en pánico y vuelven a su medicación para que siga bajando la carga viral. Como consecuencia, acaban muriendo a los pocos años de fallo hepático, fallo de páncreas, fallo renal, fallo de corazón, etc., prácticamente con carga viral nula (esto es, “sin SIDA”).

23. ¿Qué ha reconocido discretamente el estamento oficial sobre sus tratamientos?

Desde la implantación de los cócteles ARV se vendió el concepto de “cronificación” de la enfermedad, esto es, que los pacientes infectados de VIH podrían vivir muchos años (“de por vida”) si tomaban puntualmente su medicación completa. No obstante, los propios fabricantes de medicamentos, como ya se ha citado, han expresado en la letra pequeña que sus productos no curan el SIDA y que pueden causar serios efectos secundarios. Aparte de la ya conocida alta toxicidad del AZT, los propios expertos académicos advirtieron desde 1997 en varias publicaciones prestigiosas de los efectos nocivos de los inhibidores de proteasa, un producto habitual de los cócteles. En años sucesivos fueron apareciendo artículos en los que se reconocía que la mayor parte de supervivientes de infectados por VIH no se había sometido al tratamiento habitual de ARV.

Más adelante, ya en este siglo XXI, se produjeron intentos fallidos de introducir nuevos tratamientos y de crear una vacuna[15] contra el VIH, reconociendo implícitamente que la investigación en curso estaba del todo desorientada. En este sentido, cabe destacar un estudio demoledor publicado en 2006 en la revista The Lancet en el que se ponía de manifiesto que en una muestra de más de 22.000 pacientes infectados de VIH que habían recibido la terapia de cócteles entre 1995 y 2003 no se habían producido sustanciales mejoras en la respuesta inmunológica ni ninguna reducción en las causas de muerte. De hecho, se admite que el tratamiento ARV tiene limitaciones, que no es posible eliminar el VIH y que el 40% de los pacientes fracasan al tratamiento. Y a pesar de todo esto, no se han cambiado los protocolos sanitarios ni las directrices sobre la administración de fármacos.

24. ¿Qué tienen en común las personas que han sobrevivido al SIDA?

Entre las personas que han superado el SIDA existe una enorme proporción de éstas que abandonaron completamente los tratamientos oficiales o que nunca los tomaron, si bien el primer paso obligado fue dejar atrás la obsesión, el miedo y la angustia. Los científicos oficialistas no han podido explicar por qué muchos infectados de VIH jamás contrajeron el SIDA durante el periodo de latencia –que no sería superior a 10 años– y consideran a esas personas como “rarezas”. A su vez, muchas mujeres embarazadas a las que se les diagnosticó de SIDA no abortaron (como se les había recomendado). En el caso de los niños que habían dado positivo, muchos padres optaron por no darles la medicación oficial o suspenderla, pese a la persecución a la que fueron sometidos por las autoridades.

Entre las personas que sí tenían problemas de salud previos existe un alto porcentaje que, aparte de dejar los ARV, optó por terapias alternativas o convencionales y que se recuperaron. Incluso ha habido bastantes recuperaciones de personas que los médicos del SIDA dieron por terminales. Muchos pacientes superaron el SIDA cambiando su nutrición y sus malos hábitos de vida, depurando su cuerpo, dejando las drogas u otros tóxicos, eliminando los factores de estrés, etc. Lo que está demostrado es que el envenenamiento por administración constante de quimioterapia (los ARV) conduce más pronto o más tarde a la muerte, aunque se maquille oficialmente como cronificación.

25. ¿Qué teorías alternativas hay que expliquen el origen del SIDA y su impacto social?

Si se acepta que el VIH no existe (por falta de prueba de su aislamiento) o que no es capaz de generar el SIDA, entonces, ¿qué queda? Algunas opiniones fueron al terreno de la conspiración y hablaron de experimentos biológicos militares controlados o incontrolados, pero sin aportar pruebas fehacientes, empezando por no poder demostrar la propia existencia del virus. El resto de opiniones apunta más bien a un montaje artificioso construido sobre un cúmulo de oscuros intereses.

CDC
Sede del CDC (Atlanta, EE UU)

Lluís Botinas considera que el SIDA –como montaje made in USA– tuvo su origen en el CDC, si bien presenta una doble interpretación, una suave y otra dura. Según la versión suave, las propias dinámicas perversas de la sociedad moderna provocaron todo el engranaje, en un efecto de tipo “bola de nieve”. A partir de un trabajo científico sobre una supuesta enfermedad que afectaba a los homosexuales se desencadenó una investigación del CDC para ver qué estaba sucediendo y si podía convertirse en una grave epidemia. De ahí saltaría a la sociedad, con todos sus prejuicios y fobias, y los medios de comunicación se harían eco del problema, llegando finalmente a escena el imperio farmacéutico para poner “remedio” y sacar buena tajada, etc.

Según la versión dura, el CDC “generó” el SIDA como respuesta al problema de la creciente resistencia microbiana a los antibióticos. Para Botinas, el CDC habría estado experimentando con antibióticos en comunidades gay, administrándolos masivamente de modo preventivo para combatir las posibles infecciones por vía sexual. Sin embargo, la situación empeoró porque –presuntamente– los antibióticos desmontaron las defensas de los homosexuales, que sucumbieron sobre todo al abuso de drogas (en particular, los poppers). Entonces, al comprobar que se iban produciendo cada vez más muertes de homosexuales, el CDC se sacó de la manga el SIDA como enfermedad mortal y posteriormente lo extendió a toda la población para no centrar la atención en los homosexuales.

Finalmente, para Jesús García Blanca, el SIDA debe definirse como “una construcción planificada conscientemente [por los mecanismos de poder globales] con consecuencias criminales directas”. En su opinión, el impacto del SIDA a escala global ha sido grande pues “ha reforzado la dependencia de la industria farmacológica, ha castigado a los marginados y ha movilizado a los ingenuos, ha disparado la intromisión de lo sanitario en el terreno de lo sexual-emotivo, ha permitido controlar ciertos grupos humanos inconvenientes, ha contribuido a camuflar los efectos devastadores de la quimioterapia, se ha impuesto como un eficaz mecanismo de control de la autonomía y la salud reproductiva y se ha desvelado como un arma contra la infancia”.

Xavier Bartlett, 1diciembre 2018

Fuente

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REFERENCIAS

[1] Concretamente, el primer artículo sobre SIDA (de 6 de junio de 1981, en la revista Morbility & Mortality Weekly Report) recogía una investigación realizada por el Dr. Michael Gottlieb durante seis meses en tres hospitales generales de Los Angeles; en dicha investigación había probado un aparato para realizar lo que se llama “recuentos de T4” y encontró cinco casos de neumonía PCP (Pneumocystis carinii pneumonia) en homosexuales jóvenes; dos de estas personas murieron en el hospital a pesar de haber sido tratados con todo tipo de antibióticos y fármacos.

[2] La publicación de un artículo principal y tres adicionales tuvo lugar once días tarde en la revista Science.

[3] Iniciales de un acrónimo en inglés, que traducido es: “Terapia Antiretroviral de Gran Actividad”.

[4] http://aras.ab.ca/rethinkers.php

[5] En terminología anglosajona, HIV/AIDS.

[6] Conclusiones extraídas por la biofísica crítica Eleni Papadopulos‑Eleopulos, del grupo de Perth.

[7] Es altamente recomendable la lectura de su artículo (en inglés) “HIV does not cause AIDS”, en la revista Edgescience, n.º 3 (april-june 2010).

[8] Este hecho fue probado por la periodista Jeanine Roberts, que publicó en 2008 un libro (Fear of the invisible) sobre el fraude del SIDA, adjuntando el documento de Popovic modificado por Gallo.

[9] Debo hacer notar, empero, que según varios científicos no es tan fácil identificar o definir lo que es exactamente un virus y algunos incluso ponen en duda su existencia.

[10] BOTINAS, L. Desmontar el SIDA. Ed. Cauac. Barcelona, 2011. p. 76

[11] Dicho producto ni siquiera pasó previamente las pruebas clínicas para aplicarse como quimioterapia a causa de su terrible toxicidad.

[12] Cabe resaltar que establishment SIDA internacional topó en Sudáfrica con la oposición del presidente Mbeki y su ministra de Sanidad a aplicar masivamente los tratamientos farmacológicos a la población “enferma de SIDA” (casi toda negra). Sin embargo, el propio partido de Mbeki forzó su destitución y puso en su lugar a un presidente y a una nueva ministra que impulsaron dichos tratamientos. La ministra dijo que por fin “se había acabado con la era del negacionismo del SIDA en Sudáfrica”.

[13] Cabe señalar que existe un sector de población con un historial médico enfermizo y cierta debilidad congénita (y que ha recibido varias transfusiones, constante medicación, etc.) que puede dar fácilmente positivo a los tests y que en su caso debe cuidarse de por vida, pero al margen de los tratamientos SIDA.

[14] Véase al respecto el siguiente comentario de un veterano médico argentino, el Dr. Fiol: “Muchas promociones de médicos hemos ejercido nuestra profesión sabiendo que si una persona estuviera perfectamente sana y aislada de contactos con gérmenes y antígenos, debiera tener un conteo de T4 en sangre muy bajo y que, por lo contrario, una persona con altos niveles de T4 en sangre está muy contaminada e infectada. Pero de repente llegaron los especialistas de SIDA afirmando lo contrario. E incomprensiblemente se les ha permitido que maltraten a millones de personas con tamaña aberración.”

[15] Véase el problema de crear una vacuna específica contra un virus fantasma que muta constantemente (según la ortodoxia actual) y que en caso de ser administrada produciría anticuerpos del VIH, lo que convertiría de facto a los vacunados en seropositivos y futuros enfermos de SIDA, a los que presuntamente habría que aplicar la “solución habitual”. Entonces, ¿sería bueno o malo tener anticuerpos del VIH en la sangre? La filosofía del SIDA y la de las vacunas son aparentemente contrarias.

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