¿Patriotismo contra nacionalismo?‎ – por Thierry Meyssan

Ante un público de jefes de Estado y de gobierno, el presidente francés Emmanuel ‎Macron puso en oposición los conceptos de patriotismo y de nacionalismo. Thierry ‎Meyssan nos recuerda que esa retórica traducía en el pasado la voluntad de despojar de ‎su soberanía a los pueblos conquistados, de negarles el derecho a disponer de ‎sí mismos. Ahora se trata de aplicar a todos aquella retórica. ‎

 

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En la ceremonia de homenaje a los combatientes de la Primera Guerra Mundial, el presidente ‎francés Emmanuel Macron glorificó el patriotismo que proclamaban aquellos combatientes, ‎pero condenó el nacionalismo que también proclamaban. El hecho es que aquel conflicto ‎no fue consecuencia del patriotismo ni del nacionalismo sino de las rivalidades entre potencias ‎imperialistas.‎

 

Durante la conmemoración del centenario de la Primera Guerra Mundial, el presidente francés ‎Emmanuel Macron estableció una diferencia entre patriotismo y nacionalismo. ‎

En presencia de 72 jefes de Estado y de gobierno –entre los que se hallaban su homólogo ‎estadounidense Donald Trump y otros que, como Trump, se definen como «nacionalistas»–, ‎el presidente francés declaró que «el patriotismo es exactamente lo contrario del nacionalismo. ‎El nacionalismo es traicionar el patriotismo». [1].‎

Vamos a pasar por alto lo extraño que resulta invitar, en nombre de la paz, a un grupo de ‎aliados, sentarlos en una tribuna –sin posibilidades de irse– e insultarlos. ‎

Los historiadores coinciden en señalar que la Primera Guerra Mundial –de 1914 a 1918– no fue ‎provocada por el nacionalismo de los combatientes sino por las rivalidades existentes entre los ‎diferentes imperios de aquella época. Numerosos sobrevivientes tomaron conciencia con el ‎tiempo de que sus dirigentes los habían manipulado para utilizarlos en función de sus propios ‎intereses. Los sobrevivientes que así lo entendieron no condenaron el concepto de nación sino ‎el uso que la propaganda hizo de ese concepto para llevarlos a la guerra. ‎

El patriotismo

El patriotismo remite al hecho de sentirse parte de una familia común. Cada uno de nosotros es ‎hijo de sus padres, quienes son a su vez hijos de sus propios padres y así sucesivamente. ‎Nos sentimos en deuda con nuestros ancestros, cuyo legado defendemos. Si entendemos como ‎ancestros no sólo a nuestros padres biológicos sino a quienes nos formaron, nos educaron, ese ‎concepto adquiere un carácter universal. La cuestión del género (masculino o femenino) también ‎está fuera de lugar en esta transmisión. En francés, no existe diferencia entre la Patria y la ‎Madre Patria. [2]‎

El nacionalismo

En cambio, el nacionalismo remite al hecho de sentirnos hijos de la misma madre. ‎Etimológicamente, la palabra “nación” viene del latín nascere, o sea “nacer”. Ese término ‎subraya la existencia de caracteres comunes. En la mayoría de las civilizaciones antiguas, ‎la nación se definía por la comunión entre sus miembros a través de un mismo culto. ‎

En la Edad Media, el continente europeo constituía una sola nación: la cristiandad. Con la ‎separación entre protestantes y católicos, y las subsiguientes guerras entre ambos bandos, ‎apareció una distinción entre naciones protestantes y naciones católicas, según el principio ‎‎Cujus regio, ejus regio, o sea «Cada región, su religión» [3]. Posteriormente, ‎el Estado fue tomando el lugar de la religión como carácter común alrededor del cual se une ‎el Pueblo. ‎

Pero una sociedad que acepta la libertad de culto no podía seguir proclamando que su rey ‎gobernaba por orden de Dios. La Revolución Francesa planteó entonces que, para ser legítima, ‎la autoridad política tenía que ser escogida por el Pueblo. ‎

Nación: «Persona jurídica que se compone del conjunto de individuos que forman parte ‎del Estado.‎
Decreto del rey Luis XVI emitido el 23 de julio de 1789.‎

‎«La fuente de toda soberanía reside esencialmente en la Nación. Ninguna corporación ni ningún ‎individuo pueden ejercer autoridad alguna sin que esta emane de ella de forma explícita.»‎
Artículo 3 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano del 26 de agosto ‎de 1789

Esta definición de la Nación es hoy casi universal, con dos excepciones notorias: el pensamiento ‎político anglosajón y la ideología islamista. Pertenecer a una nación es aplicar la ley común, ley ‎cuya legitimidad reside en el hecho de que todos reconozcamos colectivamente la misma ‎autoridad. ‎

Por el contrario, la ideología islamista –la que predican la Hermandad Musulmana y los ‎yihadistas– vuelve a la definición de la Edad Media: la religión es lo único que define la nación. ‎Según ese principio, existe una Nación islámica pero no hay nación que se fragüe alrededor de ‎un Estado. ‎

Los anglosajones, por su parte, mantienen como referencia la definición anterior a la ‎Revolución Francesa. Para ellos, la nación es un grupo políticamente organizado de personas con ‎un origen, una lengua y costumbres comunes. ‎

“Nation: A large group of people having a common origin, language, and tradition ‎and usu, constituting a political entity.”
Black’s Law Dictionary (edición de 2014).

Esta definición etnicista de la nación justifica la continuación de la estrategia colonial de «divide y ‎vencerás» (Divide ut regnes [4]), como puede verse en el mapa del «Medio Oriente ‎ampliado» (o «Gran Medio Oriente») del estado mayor estadounidense, mapa publicado por el ‎coronel Ralph Peters, y en la posterior actualización de ese mapa, publicada por la periodista ‎estadounidense Robin Wright. ‎

En resumen, si bien el patriotismo es visto como un valor universal, no sucede lo mismo con el ‎nacionalismo ya que, como acabamos de ver, los anglosajones y la Hermandad Musulmana ‎todavía no lo comparten como valor con el resto de la humanidad. ‎

Las guerras, desde el punto de vista de quienes deciden iniciarlas

Después de haber planteado y fundamentado esas definiciones –y sabiendo que los combatientes ‎de la Primera Guerra Mundial se definían a la vez como patriotas y nacionalistas– volvamos ‎ahora a lo que sentenció el presidente francés Emmanuel Macron: «el patriotismo es ‎exactamente lo contrario del nacionalismo. El nacionalismo es traicionar el patriotismo.»‎

En el sentido estricto del término, esa frase no tiene sentido ya que no existe oposición entre el ‎patriotismo (asumir la defensa del legado de nuestros ancestros) y el nacionalismo (escoger a ‎nuestros dirigentes y respetar la aplicación de la ley común). ‎

No hace aún mucho tiempo, los sectores franceses partidarios de la colonización ‎también estimulaban ‎el patriotismo y condenaban selectivamente el nacionalismo. Veían con agrado que los ‎‎“tonkineses” estuviesen orgullosos de sus ancestros… pero no les gustaba ver que se consideraban ‎vietnamitas, ni mucho menos que no se viesen a sí mismos como franceses. Condenar el ‎nacionalismo de los demás era una manera de prohibirles decidir su destino por sí mismos. ‎

Cuando Romain Gary, participante en la resistencia francesa contra la ocupación nazi y ‎diplomático, establecía una oposición entre patriotismo y nacionalismo, tomaba la precaución de ‎separarse de sus predecesores precisando que no veía el nacionalismo bajo su acepción común ‎sino como chovinismo, como un «odio hacia los otros». ‎

Durante su campaña electoral, Emmanuel Macron afirmaba que no existía la cultura francesa sino ‎la cultura en Francia. Así condenaba el patriotismo. Desde que está en la presidencia de la ‎República su retórica ha cambiado en ese aspecto. ‎

Hace varias semanas, el presidente de Francia hablaba de la «lepra nacionalista». Si hoy condena ‎el nacionalismo con mucha más virulencia que antes, no es en nombre del patriotismo –que ‎supuestamente sería lo contrario del nacionalismo– sino de un cambio de escala. ‎

Hace años, el presidente francés Francois Mitterrand ya afirmaba ante el Parlamento Europeo que ‎‎«¡El nacionalismo es la guerra!». Lo que quería era denunciar las incesantes guerras entre ‎naciones europeas (a lo largo de su historia Francia ha librado guerras contra todos los demás ‎países de Europa, exceptuando Dinamarca) y magnificar la importancia de un gobierno federal ‎europeo. ‎

Se trata de un proyecto redactado por Walter Hallstein, consejero especial de Adolf Hitler y ‎posteriormente primer presidente de la Comisión Europea, pero ese proyecto nunca llegó a ver ‎la luz. Parecía imposible erradicar los nacionalismos europeos para imponer uno nuevo, a mayor ‎escala. ‎

Jacques Attali, escriba de Francois Mitterrand y mentor de Emmanuel Macron, preferiría un ‎‎«gobierno federal». En el fondo, la idea es la misma: uniéndonos cada vez más eliminaremos ‎las guerras. Sólo que ahora no sólo se pretende aplicar esa idea a los europeos sino a ‎todos los pueblos… incluso a los que no están interesados en ella. ‎

No podemos olvidar que las guerras existieron antes que las naciones y que las naciones son el ‎único marco que puede, hoy en día, permitir a los pueblos decidir su propio destino. El problema ‎de los pueblos no es a qué escala ejercen su soberanía sino el hecho mismo de poder ejercerla. ‎

Fue precisamente esa la principal causa de la Primera Guerra Mundial. Hasta podemos afirmar ‎sobre esa guerra, como hoy podemos decirlo sobre las guerras de Corea –incluso desde el alto ‎al fuego–, de Irak o de Siria, que «la guerra es un antinacionalismo». ‎

 

Thierry Meyssan, 23 noviembre 2018
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REFERENCIAS

[1] Ver «Discours d’Emmanuel Macron en hommage ‎aux victimes de la Grande Guerre», por Emmanuel Macron, Réseau ‎Voltaire, 11 de noviembre de 2018.

[2] Lo mismo sucede en español. Nota del Traductor.

[3] El autor refiere aquí la ‎interpretación que hacen los francófonos de esa expresión latina. Los hispanohablantes dan a esa ‎misma expresión una interpretación diferente, que sería «a tal rey, tal religión», para indicar ‎que los gobernados adoptan la religión de su gobernante. NdT.

[4] La interpretación literal de esa frase latina expresa más bien ‎un principio: “dividir para vencer”. NdT.

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