Bolsonaro, el falso nacionalista

ELECCIONES EN BRASIL

Todos los medios masivos de comunicación, sin excepción, han clasificado y clasifican a Bosonaro como un hombre de extrema derecha y su triunfo lo explican por el apoyo que recibió de los grandes medios masivos de comunicación. Esto es, una contradicción en sí misma.

Primera cuestión: ¿si Bolsonaro es de ultra derecha dónde se ubican, entonces, los candidatos neo nazis o filo fascistas que están surgiendo por todos lados? ¿En la estratófera, fuera del mundo?

Esto muestra, una vez más, que el esquema izquierda-derecha para analizar los fenómenos políticos es insuficiente, cuando no falso. Este esquema viene siendo denunciado desde la época de Ortega y Gasset, de Perón, de de Gaulle y de cientos de pensadores y analistas políticos. Pero, los satisfechos del sistema, esto es, “el progresismo” es ciego para comprenderlo. O, a lo mejor, se hace el ciego porque le conviene.

Segunda cuestión: Bolsonaro debe ser calificado como un conservador en política y un liberal en economía. En este campo tiene a Paulo Gedes, un Chicago boy, como su mano derecha. Si esto es así, su nacionalismo brasilero será algo larvado y no sustantivo.

Tercera cuestión: Bolsonaro, como Macri y Macrón no son hombres de un partido político sino que provienen de una coalición o alianza que se termina el día que asumen. Así lo hizo Macrón de inmediato con En marche; Macri no escucha a sus aliados, y seguramente Bolsonaro hará lo mismo. Al no ser hombre de un partido y carecer de formación política lo más que puede esperarse de él, es que administre la cosa pública.

Cuarta cuestión: Bolsonaro, como Macri y Macrón ganó por el hartazgo del pueblo ante la corrupción explícita del gobierno que lo precedió, pero al ceder el manejo de la economía a un Chicago boy, será preso del imperialismo internacional del dinero como lo están hoy Macrón y Macri.

Quinta y última cuestión: Bolsonaro afirmó: “voy a gobernar para las mayorías y no para las minorías”. Este ha sido su mayor atrevimiento, pero no pasa de un flatus voci, pues poderoso caballero es don dinero. Y aquellos que lo manejan no tienen piedad con las mayorías populares.

Como provisoria conclusión, vemos que Bolsonaro es un conservador liberal, autor de múltiples frases políticamente incorrectas que han espantado a los analistas políticos superficiales, pero que al no tener el manejo de la economía quedará limitado a administrar los conflictos y no a resolverlos. Tarea, esta última, estrictamente política, pues aquel que resuelve los conflictos construye la concordia interior en las naciones-estados. Objetivo primero del buen gobierno.

Sobre este tema viene como anillo al dedo contar una anécdota de Perón que siendo presidente convocó a los concejales peronistas de la Capital Federal porque sacaron un comunicado criticando el golpe de Estado de Pinochet, y le dijo: “Señores, yo como jefe del Estado tengo dos funciones, tareas y objetivos: la representación exterior y la concordia interior. En cambio Uds. tienen tres: ABL (alumbrado, barrido y limpieza), vayan y hagan su tarea y déjeme a mi la mía”.

Alberto Buela, 11 octubre 2018

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Bolsonaro: ¿más Pinochet que Trump? – por Alfredo Jalife-Rahme

 

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Existe un asombroso parecido entre los militares Bolsonaro y Pinochet debido a su común denominador neoliberal monetarista que encarna Paulo Guedes, un ‘Chicago boy’ pupilo de Milton Friedman y candidato a secretario de Economía con el puntero a la presidencia de Brasil.

Un problema grave: Guedes tiene ya su primer escándalo de corrupción a cuestas.

No todo está dicho y falta mucho a tres semanas de la segunda vuelta de las elecciones. La revista ‘Veja realizó la primera encuesta en la que Bolsonaro, de 63 años, aventaja con 54% a Haddad que ostenta 46%. No es mucho.

A como estuvieron los apabullantes resultados en la primera vuelta, ocho puntos no son tan determinantes y se pueden operar vuelcos espectaculares.

Han empezado los realineamientos y el PSDB, uno de los partidos más tradicionales que gobernó entre 1995 y 2002 con el polémico Fernando Henrique Cardoso, anunció que no apoyará a Bolsonaro: “Ninguno de los dos es de mi agrado, pero Bolsonaro está excluido”.

No se elimina la probabilidad de que Cardoso negocie tras bambalinas con Haddad.

Ciro Gomes, quien obtuvo un nada despreciable 12,5%, se pronunció por Haddad.

Encuestas van y vienen y es evidente que cada una exhibirá sus intereses corporativos, pero, a como apuntan las cosas, la diferencia entre Bolsonaro y Haddad se estrechará mucho más de lo que fue la primera vuelta cuando la diferencia fue de un aplastante 18%, mientras que ahora un 8% de amplitud no es nada desdeñable y aquí operarán las maquinarias electorales a todo lo que dan, en donde tampoco hay que subestimar la experiencia del PT frente al exiguo Partido Social Liberal de Bolsonaro que apenas tenía 9 asientos en el Parlamento.

El militar de reserva Bolsonaro es un fenómeno real del momento inédito y catastrófico por el que atraviesa Brasil, mientras que Haddad, un académico marxista de 55 años, es el clásico ‘apparatchik’ de un partido desprestigiado por el Gólgota de la carga del poder.

Haddad se ha desviado al centro y su secreto radicará en alejarse lo más posible de la anticarismática Dilma Rousseff —que no solamente perdió el escaño senatorial en Minas Gerais, sino que fue humillada en un cuarto lugar— y acercarse cada vez más a su mentor Lula, quien sigue siendo el político más popular de Brasil, aún detrás de las rejas.

En una entrevista a Jornal Nacional, Haddad prometió en forma demagógica disminuir los impuestos “para que quien sustente el Estado no sean los pobres”, mientras  favorece la creación de nuevos bancos para disminuir los intereses estrafalarios de la plutocrática y usurera banca brasileña”.

Muchos medios en forma poco rigorista se han precipitado en comparar el fenómeno Bolsonaro con un  ‘Trump tropical’.

Otros más imaginativos, como el ‘think tank’ estadunidense Foreign Policy lo comparan con Goebbels más que con Berlusconi (quien es más mafioso que militar): “El líder brasileño de extrema derecha no es otro populista conservador. Su campaña de propaganda ha tomado una página directamente del manual nazi”.

Guste o disguste, existe un gran sector en el electorado brasileño que acepta la idea de Bolsonaro de aniquilar a los criminales en forma sumaria sin tener que ser enjuiciados.

Bolsonaro ha llegado a proponer la militarización de la pobreza y tilda a los refugiados de Haití, África y Oriente Medio como la ‘escoria (sic) de la humanidad’, mientras califica a los indígenas brasileños de ‘parásitos’.

Foreign Policy comenta que Bolsonaro bendice implícitamente la posibilidad de un golpe de Estado: “Apoya el legado de las dictaduras de Latinoamérica y sus guerras sucias, y es un admirador del general chileno Augusto Pinochet”.

Para Bolsonaro, la izquierda en general y, en particular, el Partido del Trabajo, inmerso en escándalos sulfurosos, representan la ‘venezolanización’ de la política.

En forma impactante, Foreign Policy informa que Bolsonaro es aconsejado nada menos que por Steve Bannon, el legendario ideólogo del Trumpismo.

El anuncio de que Bannon apoya a Bolsonaro fue hecho por su hijo y congresista Eduardo.

En estos momentos, Bannon promueve el surgimiento de los movimientos de extrema derecha en Europa y Ha definido a Italia como el centro de su renacimiento.

Bolsonaro es un connotado sinófobo, lo cual fascina a Bannon, quien es el halcón de la ‘guerra comercial’ con China.

Sea lo que fuere, los debates entre Bolsonaro y Haddad serán electrificantes.

Hasta ahora Bolsonaro ha evitado, en forma hábil, el debate con su contrincante con el pretexto, justificado, de haber sufrido un atentado, que curiosamente lo victimizó y lo catapultó a la estratósfera encontrándose a un paso de arrancar la presidencia salvo que se de el milagro de una sinergia de Haddad con Lula.

A todas luces, en términos políticos racionales —por los que justamente no pasa para nada Brasil—, el programa de Haddad y el PT son más coherentes y congruentes.

El problema del académico marxista Haddad es que no ha alcanzado los niveles de carisma volcánico a los que llegó en la primera vuelta el militar Bolsonaro.

En efecto, en un estricto análisis, el programa electoral de Bolsonaro es doblemente fascista y neoliberal monetarista en el más depurado estilo de Pinochet cuando no se pueden soslayar sus dos principales apoyos: por un lado, su exsuperior, el general retirado Hamilton Murao, quien no oculta su nostalgia por la dictadura generacional de 1964 a 1985 y que, con la mano en la cintura, aboga tanto por un insólito ‘autogolpe’ de Estado desde el mismo Gobierno como por dejar gran parte del Gobierno en manos de militares, mientras que su política económica es un vulgar neoliberalismo caduco que practica el superministro de economía de Bolsonaro: Paulo Guedes, de 69 años y ‘Chicago boy’ quien fuera pupilo de Milton Friedman.

Según Financial Times (10.10.18), los fiscales brasileños investigan a Paulo Guedes por sus malos manejos en los fondos de pensiones estatales de 266 millones de dólares  invertidos hace una década, lo cual puede ser muy costoso para las aspiraciones del casi presidente Bolsonaro, lo cual puede dar un vuelco dramático a la elección.

Los fondos de pensiones dislocados provienen de Petrobras, Banco do Brasil, del Banco estatal Caixa y del Servicio de Correos Postales: ¡una bomba nuclear fiscal!

Se pudiera tratar del rugido electoral de un ratón o, en caso de crecer, de una bola de nieve imparable.

Se puede tratar simplemente de un golpe bajo clásico del periodo electoral.

El problema de las definiciones con Bolsonaro es que todas tienden a ser esquizofrénicas. Ante todo no es un ‘Trump tropical’ pese a que Steve Bannon lo apuntala —ya que su programa económico es todo lo contrario del ‘nacionalismo económico’ de Trump— cuando favorece las privatizaciones de las joyas estratégicas de Brasil: EletroBras y Petrobras.

¿Por qué se parece Bolsonaro más al general Pinochet y a su neoliberalismo militarista?

Las comparaciones en este caso son fulgurantes. Ante todo porque Bolsonaro y Pinochet provienen de las fuerzas armadas aunque hay que reconocer que Bolsonaro es probable que sea ungido como presidente por la vía democrática, cosa que no sucedió con el golpista Pinochet quien derrocó a Salvador Allende.

Pero las coincidencias son notables cuando cotejamos que Pinochet y su grupo de los ‘Chicago boys’ son los que iniciaron el nefario neoliberalismo financierista/monetarista en 1973 y que sin tapujos ostenta y pregona Paulo Guedes, el gurú financierista de Bolsonaro que hoy se encuentra en el ojo del huracán debido a sus escándalos con los desvíos de los fondos de pensiones estatales.

Quizá el próximo presidente de Brasil sea el menos corrupto de los dos. O el menos expuesto en sus corrupciones.

Alfredo Jalife-Rahme,

Fuente: teleSur, 12 octubre 2018

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