La derecha boliviana alista a sus ‘guarimbas’

Desde la llegada de Evo Morales al poder en 2006, momento en el que rescató la soberanía y la dignidad de Bolivia, Estados Unidos y sus incondicionales aliados criollos de la ultraderecha vienen desatado una lucha sin descanso para hacer caer al incipiente Estado plurinacional y su democracia multicultural participativa.
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“Mirando atrás y adelante hay que caminar”
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Los intentos de poner fin al Gobierno de Morales, propiciando jornadas de violencia en 2008 y posteriormente sus planes de asesinar al presidente en 2009 fracasaron rotundamente. Ahora la oposición decidió que llegó el momento de rescatar el Plan Estratégico para Bolivia, elaborado en 2015 en EEUU por el Interamerican Institute for Democracy para deshacerse finalmente del modelo de Gobierno ‘Vivir Bien’.
Este ‘plan estratégico’ estadounidense ayudó a la oposición boliviana a imponer el ‘No’ en el referéndum celebrado el 21 de febrero a la repostulación de Evo Morales en 2019. Ganó el ‘No’ con el 51,3% frente al 48,7% que logró el ‘Sí’ en medio de una ‘guerra sucia’ contra el presidente.
Entonces, la oposición siguió al pie de la letra varias de las 23 recomendaciones del Interamerican Institute for Democracy para no permitir a Evo Morales seguir aplicando su plan económico denominado Agenda Patriótica 2025. Los opositores lograron aplicar la recomendación № 9, que consistía en “coordinar con los dueños, directores y jefes de editoriales de medios de comunicación… para incrementar la difusión de artículos y propaganda, desacreditando las políticas del actual régimen y minimizando o invisibilizando posibles logros”.
También los opositores lograron con mensajes llenos de ‘falsos positivos’ provocar, como aconsejaban los norteamericanos, “el descontento social, utilizando el sistema de internet, portales o blogs, las redes sociales como Facebook, Twitter, Instagram, WhatsApp y SMS para una mayor y rápida difusión de ‘denuncias de corrupción del Gobierno’, ‘mala administración de las autoridades y despilfarro de dinero’” (recomendaciones № 2, 3, 4, 5).
La propaganda antigubernamental fue de tal dimensión que se logró convencer a una parte de la clase media que incluía a los segmentos indígenas, como recomienda el Instituto estadounidense, que conceptos como “nacionalización, redistribución de la riqueza, recuperación de los recursos naturales estratégicos, inversión social, incremento de la inversión pública… todos estos conceptos son propios del modelo que murió con el marxismo-leninismo comunista de la extinta Unión Soviética” (Recomendación №15).
Según los estrategas estadounidenses, lo que necesita actualmente Bolivia es retornar al neoliberalismo, que salvaría el país de “una cercana crisis económica”. Nadie sabe de dónde sacaron los especialistas de Washington la idea de la próxima crisis económica en Bolivia, uno de los países “más estables económicamente en América Latina”, según Naciones Unidas y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
No obstante, precisamente esta idea decidió utilizar la oposición para empezar una campaña de desestabilización del Gobierno de Evo Morales, después de que el Tribunal Constitucional de Bolivia y el Tribunal Electoral tomaron la decisión de permitir a Evo Morales presentarse como candidato del Movimiento al Socialismo (MAS) a las elecciones presidenciales en 2019 a petición popular.
Según aseguraron a la opinión pública los principales detractores del actual Gobierno, los expresidentes Carlos Mesa (2002-2005), Jorge Quiroga (2001-2002) y el rector de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), Waldo Albarracín, el modelo de desarrollo económico que propicia Evo Morales ya se agotó, y la posible reelección de Morales en 2019 significaría un reforzamiento de la dictadura y una alta conflictividad social en 2019.
Hace poco Jorge Quiroga y Carlos Mesa declararon al relator de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Francisco José Eguiguren, que si Evo insistía en el tema de reelección, se iba a generar una tensión que “nos llevaría [a la oposición] a una situación que no deseamos… la violencia”.
A su vez, Waldo Albarracín advirtió que Bolivia “estaba sumiéndose en una convulsión social”. En realidad, todos estos líderes de oposición ya están llamando sutilmente el empleo de métodos no democráticos para ‘bajar’ de su postulación a Evo Morales y revertir el proceso de cambio que inició el actual mandatario en 2006.
¿Qué es lo que puede ofrecer la derecha al pueblo boliviano? Sin duda alguna, nada nuevo, pues toda su demagogia está centrada en la repetición de las recetas norteamericanas diseñadas para hacer regresar a Bolivia a su ‘patio trasero’ y entregar voluntariamente sus abundantes recursos naturales, como el 70% de las reservas de litio de todo el mundo, 10 billones de pies cúbicos de gas, además de grandes yacimientos de oro, plata y uranio.
En realidad, el modelo económico que incorporó Bolivia para salir del subdesarrollo es antineoliberal y no es capitalismo de Estado, como lo tilda frecuentemente la izquierda boliviana.
El vicepresidente del país plurinacional, Álvaro García Linera, definió el modelo económico de Bolivia como “la nueva economía plurinacional que trabaja con las reglas de la economía del mercado (que existen desde los tiempos ‘babilónicos’) e introduce otras reglas de la economía comunitaria, también reglas de valor de uso en la distribución de los excedentes y en la priorización de los excedentes e inversiones. Entonces existen ahí tendencias de no-capitalismo, sin ser todavía un nuevo modelo de producción” (Le Monde Diplomatique, diciembre 2012-enero 2013).
Como resultado de la aplicación de este modelo surgió un nuevo bloque social popular-indígena-obrero que fortaleció a la vez al Movimiento al Socialismo (MAS) en términos de una “voluntad histórica-estatal”.
El sector privado que representa la derecha nacional tiene plena cabida en este modelo plurinacional. Lo que perdió la derecha fueron muchos de los privilegios de los que gozó durante los Gobiernos anteriores, al igual que los patrones de la tierra y empresas extranjeras que inclusive lograron crear una especie de soberanía extraterritorial, especialmente en una parte importante de la Amazonía.
Precisamente esta “nueva economía plurinacional” convirtió al país en uno de los más estables económicamente en América Latina y ha permitido a tres millones de personas salir de la pobreza e incorporarse a la clase media, que creció en 12 años del 19 al 47,8%.
En términos de Álvaro García Linera, la clase media se divide en tres tipos: la tradicional, conformada por los parientes empobrecidos de las viejas élites económicas; la clásica; y la clase media de extracción popular indígena, cuyos ingresos son iguales o mayores a las dos anteriores. El ‘plan estratégico’ norteamericano aconseja a la oposición tratar de dividir el bloque social popular indígena-obrero, “dividir y segmentar la unión que existe entre los sectores obreros, sindicales y el régimen mediante asignación de recursos a varios líderes captados por la oposición” (Recomendación № 8).
La derecha boliviana, a su vez, pone grandes expectativas en la nueva clase media y los jóvenes para crear condiciones que permitirían desestabilizar al país.
No obstante, la oposición sigue siendo fragmentada, con el liderazgo de Carlos Mesa y Jorge Quiroga bien débil y sin un sólido plan económico alternativo que se orienta a un simple retorno al neoliberalismo primitivo para satisfacer los intereses estadounidenses. Son los medios de comunicación, que representan un real partido de oposición, los que, siguiendo las indicaciones del departamento de Estado norteamericano, están empeñados en crear condiciones para poner fin al plurinacionalismo de Evo Morales.
Sin embargo, no será fácil para este ‘partido’ de los medios de comunicación convencer a los bolivianos de empezar las ‘guarimbas’ con toques nacionales siguiendo el modelo venezolano o nicaragüense, crear problemas en universidades, instituciones públicas, movimientos indígenas, promover violencia en las calles debido a la estable y sólida situación económica en el país.
Una reciente encuesta encargada por el diario de la derecha, El Deber, a la agencia captura Consulting reveló que el 41% de los consultados reconocieron que Evo Morales “es el presidente de la historia moderna del país que genera más admiración”.
Carlos Mesa quedó en segundo lugar, con un 14%. El analista político Diego Ayo consideró, hablando de Evo, que “sin ser algo coyuntural estamos frente a una suerte de leyenda. Evo ha significado la ‘ciudanización’ política del aimara, lo cual es un cambio paradigmático” (El Deber, 28 de agosto, 2018).
No obstante, el mayor logro de Evo Morales ha sido convertir un Estado colonial en un Estado plurinacional con la economía nacional en permanente marcha en estos 12 años. Antes del 2006, Bolivia era, despúes de Haití, el país más pobre de Latinoamérica, la vida de los aimaras en el campo era de extrema pobreza con miles de mendigos que pedían una cáscara de plátano en las carreteras. El propio Evo Morales fue uno de estos niños, a quien ahora el mundo entero le reconoce como un ‘milagro’.
En 2006, el Producto Interno Bruto (PIB) de Bolivia era de 6.000 millones de dólares. Ahora es de 37.000 millones y las reservas internacionales se incrementaron de 1.000 millones a 9.900 millones de dólares en el mismo período.
En los últimos 10 años la economía ha crecido en promedio un 5% anual, a pesar de la caída en el precio de petróleo y las materias primas. Pero lo más importante es el clima de estabilidad económica y política que se respira en Bolivia. El mundo entero fue testigo de lo que Evo Morales relató en Cochabamba al periodista Luis Hernández, del periódico La Jornada (México): “Cinco años antes de mi llegada al poder, cada año había un presidente. En 2001, Hugo Banzer; en 2002, Jorge Tuto Quiroga; en 2003, Gonzalo Sánchez de Lozada; en 2004, Carlos Mesa; en 2005, Eduardo Rodríguez. Así era la situación política del país”.
Ahora uno de los líderes de la oposición de mayor peso, Carlos Mesa, propone acabar con el ‘milagro’ económico y político que logró realizar Evo Morales en el país, proponiendo crear una estrategia para fijar un ‘Día D’ a partir del cual se arranque con una agenda concreta para frenar la candidatura de Morales”, implicando la violencia en las calles del país. (El Altreño, 27 de julio 2018).
Coincidiendo con estas consignas, Chile, país fronterizo, anunció los ejercicios militares conjuntos con militares norteamericanos ‘Estrella Austral 2018’, en Antofagasta, ubicada en la frontera de Chile con Bolivia. En paralelo al inicio de estos ejercicios, el presidente de Argentina, Mauricio Macri, ordenó la militarización de la frontera con Bolivia como parte del Operativo Integración Norte.
Da la impresión de que todos estos desplazamientos de militares chilenos y argentinos en sus fronteras respectivas con Bolivia son preámbulo de algunos acontecimientos al estilo de Venezuela y Nicaragua que están programando los estrategas de EEUU para sus servidores incondicionales bolivianos que pertenecen a la oposición.
Lo que no toman en cuenta tanto los estadounidenses como su seguidor boliviano Carlos Mesa, quien confesó en su libro ‘Presidencia Sitiada’ que su vida política fue determinada por el asesor de EEUU Jeremy Rosner (páginas 32, 38 y 41), es que el ‘No’ en el referéndum de 2016 no significa la decisión final del pueblo boliviano.
Posiblemente, parafraseando a Álvaro García Linera, “el auto de Evo continúa siendo único en la competencia”. Entonces, “¿para qué cambiar de carro o de chofer?”.
Vicky Peláez, 29 agosto 2018
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