Mattis propone a Brasil “manejar” América del Sur

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El Pentágono resucita al subimperialismo brasileño.

La reciente gira del secretario de Defensa, James Mattis, tuvo en Brasil su escala más importante al promover asociaciones estratégicas en áreas clave, pero sobre todo por promover el “liderazgo” regional de su aliado. El Pentágono desempolva el papel de “gendarme regional” que atribuyó a Brasil durante el período de contención del comunismo.

La intervención de Mattis ante cadetes y oficiales en la Escuela Superior de Guerra (ESG) en Río de Janeiro, el 14 de agosto, fue una pieza trascendente por sus constantes insinuaciones para revivir el período en el que ambos países fraguaron una estrecha alianza política, militar y económica con el objetivo de disciplinar la región sudamericana.

Defendió una “alianza estratégica” entre EEUU y Brasil y elogió el papel de “liderazgo” de Brasilia que, en su opinión, se manifestó “prudente ante las acciones desestabilizadoras de Venezuela”. El mensaje fue muy claro: ante los países con los que Washington mantiene litigios, el papel de Brasil es decisivo porque encarna aquello que EEUU no puede hacer directamente y para lo que necesita de sus aliados.

La segunda cuestión a tener en cuenta es que este giro en las relaciones, que recoloca a Brasil en la órbita de la política regional de EEUU, se viene perfilando desde hace ya dos años, incluso antes de la destitución de Dilma Rousseff por el Parlamento, en agosto de 2016.

Los dos aspectos en los que se manifiesta de forma más clara este viraje se relacionan con la industria aérea y la espacial. La inminente absorción de la tercera aeronáutica del mundo, la brasileña Embraer, por la norteamericana Boeing, afianza la presencia del Pentágono en Brasil. En paralelo, Mattis firmó el 12 el agosto un acuerdo de cooperación en el área espacial.

El acuerdo consiste en compartir informaciones y servicios en el marco del Space Situational Awareness (SSA) para aumentar la seguridad de los vuelos espaciales y se involucra operativamente al Comando Estratégico de EEUU (USSTRATCOM). El espíritu de este acuerdo forma parte del proceso que está llevando a que empresas privadas ligadas al Pentágono puedan utilizar la base satelital de Alcántara, algo que poco tiempo atrás era un tabú porque vulnera la soberanía brasileña.

Que la ESG se esté plegando a la política del Pentágono para América Latina, reviste una gran importancia y da cuenta del hondo viraje que se ha producido en Brasil en los últimos años.

La ESG es el más importante centro de pensamiento estratégico de América Latina y del sur del mundo. Allí se forman no solo los militares brasileños, sino los principales cuadros empresariales y de la administración pública. La Escuela tiene una tradición de elaboración de pensamiento propio y ha jugado un papel decisivo en la construcción de una de las principales potencias del mundo actual.

El golpe de Estado de 1964, que instauró una de las dictaduras más largas del continente, fue impulsado por una alianza entre EEUU, el empresariado nacional y multinacional y las Fuerzas Armadas. El objetivo fue contener el comunismo en toda la región y promover el crecimiento económico de Brasil, a través del llamado “milagro económico”, que lo llevó a desplazar a Argentina que hasta ese momento era la economía más pujante de la región.

El papel asignado a Brasil fue el de convertirse en “el centro de irradiación de la expansión imperialista en América Latina”, como lo analizó el sociólogo y economista Ruy Mauro Marini, quien describió el papel de su país en la región como “subimperialismo”. El ideólogo de esta alianza fue uno de los miembros más destacados de la ESG, el coronel Golbery do Couto e Silva, el mayor estratega geopolítico de Brasil.

Pero hoy no existe el comunismo como amenaza y el dispositivo de “seguridad nacional” que esgrimieron los regímenes proestadounidenses en la década de 1960 tiene escasa utilidad. Según los EEUU y el Pentágono, la amenaza principal es China que está avanzando de forma notable en la región. El argumento de la amenaza china sustituye como excusa al comunismo y juega un papel muy similar en los planes del Pentágono.

Una muestra de la nueva estrategia es el reportaje de The New York Times del 28 de julio dedicado a la base china de investigación espacial en la Patagonia argentina. La antena tiene unos 50 metros de altura, pesa 450 toneladas y el recinto de 200 hectáreas está bajo control del Ejército chino. El proyecto se inició con el Gobierno de Cristina Fernández (2007-2015), pero el actual de Mauricio Macri reafirmó su alianza estratégica con el dragón.

El hecho de que China haya desplazado a EEUU como primer socio comercial de Sudamérica, es apenas el primer paso para una mayor presencia directa. Las crecientes inversiones chinas en infraestructura y ahora la base espacial en la Patagonia, parecen haber disparado las alarmas, ya que Sudamérica podría estar siguiendo los pasos que llevaron a Pekín a posicionarse como potencia determinante en África.

La Casa Blanca declaró al 2018 como el “Año de las Américas”, por su necesidad de reposicionarse en el continente. En el debate informal luego de su ponencia en la ESG, Mattis se enfiló contra China. Acusó a ese país de promover una “economía predatoria”, de utilizar los créditos y préstamos para “eliminar” la soberanía de países y puso como ejemplo el caso del puerto Hambantota en Sri Lanka.

El puerto fue construido por China con un préstamo de 1.250 millones de dólares en el marco de importantes inversiones en carreteras, plantas de energía, puertos y aeropuertos en un país clave para la Ruta de la Seda. En diciembre pasado se acordó el arriendo del puerto a China durante 99 años por una cifra similar a la inversión realizada. Lo gestiona una empresa mixta (China Merchant Port Holdings) en la que los chinos tendrán 70% de participación.

El gran temor del Pentágono es que China logre desplazar a EEUU de América del Sur o se convierta en una amenaza para su dominio en una región que desde hace más de un siglo considera como su patio trasero.

Fuente, 22 agosto 2018

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