Dostoievski y la fascinación por América: “Somos niños en comparación con los americanos” – por Nicolas Bonnal

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A pesar de su declino y de su incoherencia, de su crueldad militar y de su deuda increíble, América sigue siendo el imprescindible modelo mimético – como decía René Girard.

¡El prestigio y el carisma siguen intactos y solo se espera la salida del despreciable populista Trump, ayudada por la subida de los tipos de interés, para adorar aún más la tierra prometida del mundo moderno!

¡Esta fascinación es antigua: Carlos Baudelaire traduciendo a Edgar Poe habla ya del modelo americano para los obispos de su tiempo! La americanización del mundo había empezado y se resumia en dos palabras: borrar el pasado, la infancia misteriosa del mundo (Gustavo de Beaumont) y poner en su lugar un hombre sin raíces. Como sabemos América ha sido un país mucho más eficaz que la Rusia comunista en el siglo veinte para arrasar todas las tradiciones.

En Los Demonios, Dostoievski explica los vínculos entre los revolucionarios rusos, los subversivos y la adoración de la cultura norte-americana. Claro, lo hace con ilusión:

“Nikolai Vsevolodovich, he leído en los periódicos la biografía de un americano. Dejó toda su enorme fortuna a las fábricas y a las ciencias aplicadas, su esqueleto a los estudiantes de una academia de por allí, y su piel para que con ella se hiciera un tambor en el que día y noche se tocaría en su honor el himno nacional americano.”

Se trata aquí de un millonario filántropo y humanitario…

Concluye el personaje sobre la superioridad ontológica de los americanos en un modo hilarante (o casi):

“¡Ay, nosotros somos pigmeos en comparación con el alto vuelo del pensamiento de los Estados Unidos de América! Rusia es un engendro de la naturaleza, pero no del intelecto.”

Quedémonos con Dostoievski. Los Estados “desunidos” son un país de la tabula rasa, fundado en la nada del intelecto. Eso lo sabemos ya. Ahora es también el destino de Europa y del resto del mundo.

La admiración de los Estados unidos es tal que los personajes de Dostoievski (que son monstruos en Rusia, como luego serán los bolcheviques ayudados y financiados por los bancos americanos) se someten con muchas ganas a todos los maltratamientos Made in America. Es casi cómico, como hoy al final:

“Nos ajustamos para trabajar con un patrón de esos explotadores que hay por allí. Éramos seis los rusos que estábamos con él: estudiantes, propietarios que habían abandonado su finca, oficiales del ejército… y todos con ese mismo propósito loable. Pues bien, trabajamos, vivimos calados hasta los huesos, hasta que Kirillov y yo nos fuimos por fin. Estábamos enfermos, no podíamos aguantar aquéllo más. A la hora de pagarnos, el patrón que nos explotaba nos engañó, y en vez de los treinta dólares estipulados, me dio a mí ocho, y a Kirillov quince. Además, nos zurraron más de una vez. Total, que sin poder encontrar trabajo, Kirillov y yo pasamos cuatro meses en un poblacho, durmiendo juntos en el suelo. Él pensaba en una cosa y yo en otra.”

Y el calvario de los adoradores de América no acaba aquí:

— ¿Cómo? ¿El patrón les pegaba? ¿Y eso en América? Me imagino cómo debieron de insultarlo ustedes…

—No, señor; nada de eso. Al contrario. Kirillov y yo llegamos a la conclusión de que «nosotros los rusos éramos como niños en comparación con los americanos, y de que era preciso haber nacido en América o, por lo menos, haber vivido allí muchos años para estar al mismo nivel que ellos». Más aún, cuando por algo que podía valer unos centavos nos pedían un dólar, lo pagábamos no sólo con gusto sino con entusiasmo.”

Se sabe ahora, gracias a un blog como theeconomiccollapse.blog.com, que los precios en América son altísimos, que los pobres americanos (la fallecida clase media) son muy infelices. Pero eso no para a los políticos y los banqueros gnósticos que manejan el negocio en Europa. Todo lo contrario.  Se sabe también gracias a los antisistemas rusos que muchos políticos rusos adoran al modelo atlantista que arruina a los pueblos y enriquece a los ricos. Pero da igual.

Escribe Dostoievski:

 “Alabábamos todo: el espiritismo, la ley de Lynch, los revólveres, los vagabundos. Una vez, cuando estábamos de viaje, un sujeto metió la mano en uno de mis bolsillos, me sacó el peine y empezó a peinarse con él. Kirillov y yo sólo cambiamos una mirada y decidimos que eso estaba bien y que nos gustaba mucho…”

El final es aún más divertido:

—Pero ¿cómo lograron ustedes salir de allí?

—Escribí a un individuo en Europa que me mandó cien rublos.

 

Nicolas Bonnal, 18 junio 2018

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Fuente original: redinternacional (relectura: mhari)

Blog del autor

REFERENCIAS

Dostoievski – Los demonios (ediciones Libertador)

Nicolás Bonnal – Dostoievski y la modernidad occidental (Amazon.es)

 

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