Las ONG’s embarcan inmigrantes en puertos africanos y no los rescatan en alta mar

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El Titánic transportaba a 1320 pasajeros y su tripulación estaba formada por otras 890 personas. En total, 2210 personas. Tras su naufragio, fueron rescatados 712 supervivientes. Las cifras hacen preguntarnos con qué naufragio ha debido encontrarse el “Aquarius” para rescatar a 629 personas. Únicamente 83 menos que los que sobrevivieron al hundimiento del Titanic. No es la primera vez que las cifras del buenismo y la realidad histórica o física no cuadran.

¿Alguien se ha preguntado cómo un barco como el “Aquarius” puede rescatar a 629 personas en alta mar? A no ser que los inmigrantes fuesen a bordo de un crucero, haría falta encontrar a un sinnúmero de pateras y pequeñas embarcaciones a la deriva para dar con tal número de náufragos. Habría que tenerlos a bordo y darles alimento y agua. Además, los medios del “Aquarius” deberían equipararse a los que embarcaciones militares cuentan para este tipo de contingencias.

Todo es mucho más sencillo. Los barcos de la oenegés recogen su pasaje en puertos africanos y ponen rumbo a Italia. Así ha quedado demostrado tras monitorizarse la actividad de estas organizaciones en el Mediterráneo.

No se trata de salvar vidas de desesperados náufragos. Lo que hacen las oenegés inmigracionistas es inundar nuestro continente de ilegales. Quieren destruir la composición cultural, religiosa, étnica y social de Europa. Esa, y no otra, es su auténtica motivación.

El internacionalismo izquierdista ha mutado en multiculturalismo. Carmena o Colau dan bastante más asco que la Pasionaria. El objetivo es el mismo: la destrucción de la soberanía, de la diversidad y de las identidades europeas. La mascarada vuelve a ser la igualdad. El resultado es el de siempre: la aniquilación de los europeos y el etnocidio. Los instrumentos son varios: feminismo, antirracismo, ataques a los sentimientos religiosos, aborto y puertas abiertas a la inmigración masiva.

La izquierda ha prostituido la palabra refugiado y el derecho de asilo. Ayudas no le faltan. Desde el papa de Roma a magnates y banqueros. Todos, salvo los denominados populistas, se han sumado al “papeles para todos” y al “welcome”. Porque la inmensa mayoría de a quienes hoy, desde buena parte de los medios de comunicación, se les denomina refugiados no lo son.

Hay que ayudar, por supuesto.

  • En primer lugar, no generando guerras y conflictos en nombre de la democracia.
  • En segundo lugar, si se rescata se les lleva al puerto de origen y no ofreciendo destinos a la carta.
  • En tercer lugar, dejando claro que la solución no pasa por poner rumbo a Europa, sino por ayudar en los países de procedencia de los inmigrantes para que éstos, ni tan siquiera, tengan que salir de sus pueblos.

Esto es posible. No es ninguna quimera utópica y son ya varios países, como Hungría, los que trabajan en este sentido.

Pero claro, no es del agrado de izquierdistas y, qué paradoja, tampoco de los poderes financieros. Al fin y al cabo, para unos y otros, su único afán es acabar con Europa. Poner fin a la inmigración masiva supondría la ruina de su negocio.

Francisco Alonso, 12 junio 2018

 

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