Cuando Arte y Deporte se tornan cómplices de limpieza étnica

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“Como judío, Netta Barzilaí no me representa con su canto. Y como argentino, la selección no jugará en Israel representándome.”

“El 9 de junio del corriente año, la Selección Argentina de Fútbol, clasificada al mundial de Rusia que comenzará en las próximas semanas, viajará al Estado de Israel para jugar un nuevo amistoso con la selección de aquel país”.

Israel cumplió 70 años desde su establecimiento como Estado y este aniversario, no muy distinto de otros, se vistió de rojo, con el derramamiento de la sangre de decenas de palestinos gazatíes producto de la última ofensiva militar de las Fuerzas represivas hebreas. En ese contexto algunos hechos sintetizan la tragedia palestina, la limpieza étnica y el genocidio que Israel practica sistemáticamente desde hace 70 años con la venia de las potencias occidentales, en especial Estados Unidos y la Unión Europea en pos de la normalización del genocidio.

En las últimas semanas los palestinos de la Franja de Gaza vienen organizando manifestaciones pacíficas, las llamadas marchas del regreso que hasta el momento dejaron un trágico saldo de decenas de ciudadanos gazatíes asesinados por el Ejército israelí. Estas marchas se dan en el marco del 70 aniversario de la Nakba, la GRAN tragedia palestina, contratacara del establecimiento del Estado de Israel. Para occidente el establecimiento de un Estado judío era tan necesario como aliado a sus intereses del mismo modo que la eliminación de todo atisbo de “atraso árabe”. Para el cometido de las potencias occidentales la occidentalización de oriente precisó -y precisa- de la eliminación de la población originaria como ocurrió en otros territorios como América Latina. La limpieza étnica de la Palestina histórica nos recuerda y mucho a la conquista del Oeste bárbaro estadounidense o a la conquista del desierto en la Argentina moderna. Los Estados modernos occidentales en general se establecieron sobre el principio de la eliminación de la población originaria o su reducción a espacios geográficos pequeños y marginales. El robo de tierra, el asesinato de miles de pobladores originarios es el común denominador de todos los procesos de establecimientos de Estados de nuevo cuño. Pero hay más. Siempre hay más.

Desde que la administración Trump decidió establecer la embajada estadounidense en la ciudad de Jerusalem, disputada justamente por judíos y musulmanes como su capital, no ha cejado de fortalecer la prepotencia del Estado hebreo conducido hoy por el criminal y genocida Benjamín Netanyahu. En el contexto de la celebración de los 70 años, el 14 de mayo de 2018, Trump ordenó inaugurar su embajada en Al Quds al momento que Israel asesinaba a decenas de Palestinos Gazatíes. La normalización del genocidio en un acto de política internacional sin precedentes otorgó mayor fortaleza a los generales hebreos para ir más allá en la represión de las marchas del retorno. Pero hay más. Siempre hay más.

El 12 de mayo de 2018 la cantante israelí Netta Barzilai ganaba el Festival de Eurovisión celebrado en Lisboa, Portugal, evento ampliamente celebrado en el Estado autoproclamado judío. Para Netanyahu y sus adláteres como para la mayoría de la población judía de Israel (y de amplios sectores comunitarios judíos fuera de Israel) significó “un regalo” por el 70 aniversario del Estado. Claramente el triunfo de una ex soldado del Ejército opresor israelí no era más que un guiño de la Unión Europea a las matanzas de civiles gazatíes de los días previos y posteriores. Un guiño, por cierto, celebrado por los generales hebreos pero también por aquellos apologéticos del genocidio palestino. Algunos referentes de la cultura judía alzaron la voz esos días afirmando que no había que mezclar política con cultura y que nada tenía que ver el triunfo de Netta con la represión sistemática sobre la población palestina. La visita de la cantante hebrea a Netanyahu con su consecuente celebración en las oficinas del primer ministro israelí no hace sino demostrar lo equivocado que están quienes disocian música (cultura) de política. El genocida Netanyahu no dudó en afirmar el orgullo que Netta representa para Israel y que su triunfo es el triunfo de Israel. Pero hay más. Siempre hay más.

El 9 de junio del corriente año, la Selección Argentina de Fútbol, clasificada al mundial de Rusia que comenzará en las próximas semanas, viajará al Estado de Israel para jugar un nuevo amistoso con la selección de aquel país, también como parte de la celebración occidental del establecimiento del Estado autodenominado judío. Recordemos que la presencia de la selección de fútbol argentina tiene antecedentes de visitas previas, pero además del reforzamiento de los lazos estratégicos del gobierno israelí con la administración Macri. El presidente argentino como el mismísimo Netanyahu tienen mucho en común: ambos son claramente de una ultraderecha liberal que piensa que el mercado debería regir los destinos económicos de los países y ambos conocen de primera mano el lenguaje de la represión feroz como modo de aplacar y acallar voces críticas disidentes. La desaparición seguida de muerte del militante Santiago Maldonado tras la cacería humana de la Gendarmería argentina, nos recuerda a la manera en que Israel se conduce cotidianamente contra la población palestina. A pesar de las protestas de los grupos pro-palestinos que convocan al Boicot, Sanciones y Desinversiones como castigo a Israel (el llamado BDS), nada hace suponer que las conciencias libres de los jugadores de fútbol argentino o su director técnico, les hará solidarizarse con la causa palestina y decidirán suspender ese partido como forma de sumarse a la campaña. Por el contrario y pese a las manifestaciones incluso de sectores judíos antisionistas, la Selección Argentina de Fútbol contribuirá a normalizar el genocidio y los jugadores argentinos se estrecharán con los jugadores israelíes en fraternal abrazo, porque ante todo seremos libres pero sobre todo, “no somos antisemitas”. Messi incluido.

Hay más, mucho más. Porque siempre hay más cuando se trata de enumerar los guiños que recibe Israel en su política genocida contra el pueblo palestino. Pero para muestra de lo que el deporte o la música son capaces de lograr en pos de normalizar Estados opresivos basta y sobra. Para muchos de quienes apoyamos la causa palestina, alzar nuestras voces es una necesidad para gritar fuerte y claro: en nuestro nombre no. Ni la cultura israelí representa la totalidad de los valores judíos ni el deporte argentino es representativo de la totalidad de los ciudadanos de este país. Como judío, Netta Barzilaí no me representa con su canto. Y como argentino, la selección no jugará en Israel representándome. Ellos representan los valores y sentidos de una cultura opresora y de un deporte al vil servicio de los poderosos. El canto de Netta es un canto de guerra y el partido que disputará Argentina es un partido en post de consolidar el apartheid y el genocidio.

Cuando el 14 de mayo la administración Trump inauguraba su embajada en Jerusalem tenía tendido a sus pies una alfombra roja, alfombra roja de sangre, de la sangre derramada del pueblo palestino. La misma alfombra roja que le pusieron a Netta al triunfar en Eurovisión y la misma alfombra roja que le pondrán a Messi y su troup cuando pise el Estadio de Jerusalem. A 70 años de la GRAN tragedia palestina, la NAKBA, el poder imperial se consolida en oriente medio y el genocidio sistemático y planificado contra el pueblo palestino se reafirma con una comunidad internacional que, canto y deporte mediante, se torna cómplice necesario. Volvemos a decir fuerte y claro: EN NUESTRO NOMBRE NO. Nunca más, NO.

, 25 mayo 2018

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