Siria, atascado entre ‘BRICS’ y ‘Imperio’

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El bombardeo de blancos sirios en los que supuestamente se producen o almacenan armas químicas en teoría usadas por el gobierno de Bashar al-Asad contra los rebeldes ha dejado a los ciudadanos del mundo confusos, en una mezcla de perplejidad y escepticismo. A pesar del bombardeo (una imagen apropiada en este caso) de los medios de comunicación occidentales, intentando convencer a la opinión pública de las atrocidades más recientes del régimen de Al-Asad; a pesar de la casi unanimidad de los comentaristas políticos de que se trató de una intervención humanitaria, de un castigo justo y de otra prueba más de la vitalidad de la “alianza occidental”; a pesar de todo ello, los ciudadanos del mundo occidental (de los demás ni se habla) consultados, mostraron sus dudas sobre la narrativa mediática y se manifestaron mayoritariamente en contra los ataques. ¿Por qué?

Las consecuencias 

Porque los ciudadanos mínimamente informados tienen una memoria más refinada que los comentaristas y porque, sin ser expertos sobre las causas de esas acciones bélicas, son expertos en el conocimiento de sus consecuencias, algo que escapa siempre a los análisis de dichos comentaristas. Recuerdan que en 2003 la invasión de Irak se justificó por la existencia de armas de destrucción masiva que luego se demostró que no existían. Recuerdan que las fotos mostradas entonces eran fotomontajes para dar credibilidad a la mentira. Recuerdan, como ahora, que el ataque se produjo en la víspera de llegar al país una comisión independiente de expertos para averiguar la existencia o no de las supuestas armas. Recuerdan que esa mentira dejó en el terreno un millón de muertos, un país destruido y jugosos contratos de reconstrucción para las empresas norteamericanas (Halliburton, por ejemplo) y de explotación del petróleo para las empresas petroleras occidentales. Recuerdan que en 2011 la misma alianza destruyó Libia, convirtiéndola en un nido de terroristas y de negociantes de tráfico de refugiados y emigrantes, y originó el mismo tipo de suculentos contratos. Recuerdan que la guerra de Siria ya ha causado 500.000 muertos, cinco millones de refugiados y seis millones de personas desplazadas en el interior de Siria. Y, sobre todo, tal vez por la misteriosa astucia de la razón de que hablaba Hegel, recuerdan lo que no dicen los medios de comunicación. Recuerdan que en esa región están en curso dos genocidios perpetrados por terrorismo de Estado de los que casi no se habla porque los Estados agresores son “nuestros” aliados: el genocidio yemení por Arabia Saudita y el genocidio palestino por Israel.

Estas son las consecuencias más visibles. Pero hay otras víctimas de las que el ciudadano común tiene una idea más vaga, una sospecha que a veces no es más que un malestar. Señalo tres. La primera víctima es el derecho internacional, que ha sido violado una vez más, ya que tales intervenciones bélicas solo son legítimas en caso de legítima defensa o bajo el mandato del Consejo de Seguridad de la ONU, condiciones que no se han dado. Los tratados bilaterales y multilaterales se están echando a la basura uno tras otro, al tiempo que las guerras comerciales se agravan cada vez más. ¿Estamos entrando en una nueva Guerra Fría con menos reglas y más muertes inocentes? ¿Estamos en camino de una Tercera Guerra Mundial? ¿Dónde está la ONU para evitarla por la vía diplomática? ¿Puede esperarse otra cosa de países como Rusia, China o Irán sino que se alejen aún más de los países occidentales y de su falso multilateralismo y que organicen sus propias alternativas de cooperación?

La segunda víctima son los derechos humanos. La hipocresía occidental ha alcanzado el paroxismo: la destrucción militar de países y la muerte de poblaciones inocentes se ha convertido en el único medio de promover los derechos humanos. Aparentemente, ha dejado de haber otros medios de promoverlos si no es violándolos. La democracia occidental no sabe florecer si no es en las ruinas.

Y la tercera víctima es la “guerra contra el terrorismo”. Nadie de buena voluntad puede estar de acuerdo con la muerte de víctimas inocentes en nombre de cualquier objetivo político o ideológico, y mucho menos los países que desde hace veinte años han dado total prioridad a la guerra contra el terrorismo: Estados Unidos y sus aliados. Siendo así, ¿cómo se puede entender que están siendo financiados y armados por las potencias occidentales grupos de rebeldes de Siria que son reconocidas organizaciones terroristas y que, como Bashar al-Asad, usaron en el pasado armas químicas contra poblaciones inocentes? Me refiero particularmente al Frente al Nusra, conocido como el Al Qaeda de Siria, un grupo extremista salafista que quiere implantar un Estado islámico. Además, el más fiel aliado de Estados Unidos, Arabia Saudita, es quien ha sido acusado con más frecuencia por instituciones norteamericanas de financiar grupos extremistas y terroristas. ¿Cuáles son los objetivos ocultos de una guerra contra el terror que financia y arma a terroristas?

Las causas

Los ciudadanos comunes tenemos más dificultades en identificar las causas porque escapan al ruido de las noticias. Es convencional distinguir entre causas próximas y estructurales. Entre las causas próximas, la disputa sobre el gasoducto de gas natural ha sido la más mencionada. Las grandes reservas de gas natural de la región de Qatar e Irán tienen dos trayectos alternativos para llegar a la rica y voraz consumidora Europa: el gasoducto de Qatar a través de Arabia Saudí, Jordania, Siria y Turquía; y el gasoducto de Irán a través de Irán, Irak y Siria. Por razones geopolíticas, Estados Unidos favorece el primer trayecto y Rusia el segundo. Bashar al-Asad también prefirió el segundo por favorecer solo a gobiernos chiitas. Desde entonces pasó a ser un blanco a derribar por los occidentales. El comandante Rob Taylor, profesor del US Army´s Command y General Staff College, escribió en el Armed Forces Journal del 21 de marzo de 2014: “Visto desde una óptica geopolítica y económica, el conflicto en Siria no es una guerra civil, sino el resultado del posicionamiento de varios actores internacionales en el tablero de ajedrez geopolítico, preparándose para la apertura del gasoducto en 2016”.

Las causas estructurales son quizá más convincentes. Como he venido sosteniendo, estamos en un momento de transición entre globalizaciones del capitalismo. La primera globalización ocurrió entre 1860 y 1914 y estuvo dominada por Reino Unido. La segunda ocurrió entre 1944 y 1971 y estuvo dominada por Estados Unidos. La tercera se inició en 1989 y está terminando ahora. Estuvo dominada por Estados Unidos, pero con creciente participación multilateral de Europa y China. En los intervalos de las globalizaciones, la rivalidad entre países aspirantes al dominio aumenta y puede derivar en guerras entre ellos o entre los aliados de cada uno. La rivalidad en este momento es entre Estados Unidos, un imperio en declive, y China, un imperio ascendente.

Según el estudio Tendencias globales 2030, del insospechado National Intelligence Council de Estados Unidos, en 2030 “Asia será el motor de la economía mundial como fue hasta 1500” y China puede convertirse en la primera economía del mundo. La rivalidad se intensifica y no puede ser de enfrentamiento directo porque China ya es muy influyente en la economía interna de Estados Unidos y un acreedor importante de su deuda pública. La guerra comercial es fundamental y alcanza a las áreas de alta tecnología, porque quien las controle (la automatización o robótica) dominará la próxima globalización. Estados Unidos solo invierte en tratados que puedan aislar a China. Como China es ya demasiado fuerte, tiene que ser enfrentada a través de sus aliados. El más importante aliado de China es Rusia, y los acuerdos recientes entre ambos países prevén transacciones comerciales, sobre todo de petróleo, no denominadas en dólares, una amenaza fatal para la moneda de reserva internacional.

Rusia en ningún caso podría jactarse de una victoria en Siria (una victoria contra los extremistas terroristas, dígase de paso), una victoria que estuvo a punto de obtener debido a la supuesta desorientación de la política de Obama al no incluir a Siria en la lista de prioridades. Por eso era necesario encontrar un pretexto para regresar a Siria y continuar la guerra durante algunos años más, como sucede en Irak y en Afganistán. Corea del Norte es otro aliado y tiene que ser hostilizado a fin de perturbar a China. Finalmente, como todos los imperios ascendentes, China invierte en (falsos) multilateralismos y por eso responde a la guerra comercial con apertura comercial. Pero además ha invertido concretamente en acuerdos multilaterales acotados que buscan crear alternativas al dominio económico y financiero norteamericano. El más importante de tales acuerdos fue la creación de los BRICS, que incluía, además de China y Rusia, a India, Sudáfrica y Brasil.

Los BRICS llegaron a crear un banco mundial alternativo. Era necesario neutralizarlos. India se desinteresó del acuerdo desde que Modi llegó al poder. Brasil era el socio particularmente estratégico porque se articulaba, aunque de mala gana, con una alternativa más radical que emergía en América Latina por iniciativa de algunos gobiernos progresistas, sobresaliendo Hugo Chávez en Venezuela. Me refiero al ALBA, UNASUR y CELAC, un conjunto de acuerdos político-comerciales que buscaban liberar a América Latina y el Caribe de la secular tutela de Estados Unidos. El país más vulnerable de los BRICS, tal vez porque es el más democrático de todos ellos, era Brasil. Y su neutralización se inició con el golpe institucional contra la presidenta Dilma Rousseff y continuó con el encarcelamiento ilegal de Lula da Silva y el desmantelamiento de todas las políticas nacionalistas emprendidas por los gobiernos del PT. En Sudáfrica, Jacob Zuma, sin duda un líder corrupto y entusiasta de los BRICS, fue sustituido por Cyril Ramaphosa, uno de los hombres más ricos de África (¿menos corrupto que Zuma?) y adepto incondicional del neoliberalismo global. La Cumbre de las Américas, realizada en Lima los días 13 y 14 de abril, sobre la cual los medios europeos casi no informaron, fue una pieza geopolítica muy importante en este contexto. La participación de Venezuela fue vetada y, según el diario El País (edición brasileña), la reunión selló el fin de la América bolivariana. El fortalecimiento de la influencia de Estados Unidos en la región es muy evidente en el modo en que la creciente influencia de China en el continente fue criticada por la delegación estadounidense.

Por todo eso, la guerra en Siria es parte de un juego geopolítico mucho más amplio y de futuro demasiado incierto.

 

Boaventura de Sousa Santos, 3 mayo 2018

Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez

 

Fuente PUBLICO

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